Capítulo 5
Afortunadamente el
"Gocho" había ahorrado unos cuantos dinerillos, cediéndomelos antes
de partir para Miami a lanzarse desde el balcón con su hermana Fedora, con lo
cual podía defenderme durante algún tiempecillo. Además, el chamo que hizo en
"Los senderos…" de Édinson Vicario había sido contratado para grabar
una novela y rodar una película en Argentina, prestándome las llaves de su
apartamento; inmejorable refugio, por lo demás, puesto que nadie sabía de mis
andanzas por esos lares. Y, por si fuera poco, me vi a escondidas con mi vieja;
la pobre me había perdonado, a pesar de todas mis "blasfemias", y me
regaló dos mil quinientos dólares. Tenía garantizadas, pues, unas cuantas
semanas de supervivencia.
En alguna ocasión escuché
decir al "Gocho" que no existía acto más consubstanciado con la
libertad que el dominio de la propia muerte. Traducido al espánglish: esa es la
dialéctica del suicidio creativo. Pero ahora pendía también sobre mi espíritu
el terrible secreto, la terrible aflicción.
El "Gocho" era un
archivo ambulante de citas, aforismos y greguerías. Cierta vez me comentó que
Ernesto Sábato había asegurado que en toda revolución hay vencidos: la tiranía,
la corrupción, la vileza, el servilismo. Pero en esta revolución nuestra los
triunfadores resultaban ser los supuestos vencidos. En cinco palabras: el
extraño mundo de Subuso. Infiérese de lo anterior (¡uy, qué epistemológico y
deontológico sueno!) que se precisa de una salvación áurea. Dedúcese de la pretérita
premisa que urge la parusía del siguiente redentor. Parusía is greek
for the second coming. You follow, don't you? ¿Dónde
atinar con él? Es aquí donde se me viene a la mente otra tertulia en la cual el
"Gocho" me refirió un cuento de Jorge Luis Borges en el que se relata
la desventura y desdicha de un estudioso
nórdico luego de descubrir, tras un razonamiento inverosímil, que el verdadero
mesías no fue Jesús sino Judas (a) el Iscariote, vale decir, el verdadero
sacrificado en aquella pascua judía fue el delator que se expuso a la condena
eterna: el sufrimiento, la degradación y el pavor de saberse traidor
confluyeron en una culpa extraordinariamente mayor que cualquier suplicio a lo
largo de cualquier vía dolorosa. Jesucristo
fue un señuelo, a patsy just like Lee
Harvey Oswald said that he himself was. La
realidad del mesianismo estaba del lado del ahorcado de los treinta denarios.
Qué acto más superfluo fue la infidencia de Judas: ¡todo el mundo en Jerusalén
y en Palestina sabía quién era el galileo! ¿Acaso no lo habían visto por
doquier obrando prodigios y milagros? Prosiguiendo con esa idea de tan
inusuales quilates, podemos avalar que toda revolución debería ser sinónimo de
redención y para redimir se necesita un redentor, pero el redentor no es el
portaestandarte ante quien Pilatos se lava las manos, sino quien lo traiciona a
la vista de todos. El pérfido desleal se hunde en una soledad escabrosa. Se
trata, según Borges, de un ascetismo hiperbólico e ilimitado. "El asceta,
para mayor gloria de Dios, envilece y mortifica la carne; Judas hizo lo propio
con el espíritu". La verdadera pasión ocurrió al extremo de la soga atada
de la higuera de donde pendió el cuerpo abyecto del tesorero apostólico, el
hombre que ensució sus uñas con los dineros ajenos. Es ahí, entonces, donde se
purga la esencia pecaminosa de la humanidad. De ahí se origina el juego de
espejismos que hemos vivido hasta hoy. Una lúcida componenda para evadir la
verdad primigenia. Tiene que ser así porque el universo, hecho a imagen y
semejanza de Dios, no es perfecto. Como dijera el enloquecido pero sagaz
Vincent Van Gogh, es un estudio, un boceto Suyo —de Dios, no se enreden— que le
salió mal y chueco. El propio Dios es imperfecto. Si Jesús fue humano e incapaz
de pecado, entonces no es el hijo de Dios, sino un profeta vergatario, un
asceta atrinca, un iluminado cuatriboleado. El verdadero mesías es —tiene que
ser— defectuoso. El mensaje también lo es —defectuoso, digo— y, por lo tanto,
se diluye en el tiempo, se vence cada "n" años o siglos. Esa es la
razón por la que transcurrido algún período, padre-madre tiene que remitir a la
tierra un renovado emisario suyo para que lo enderece todo. Dependiendo de la
beatitud o bonhomía exhibidas, la influencia del enviado se prolonga en el
espacio y en el tiempo. Al cabo de un lapso se agria como la leche al descampado.
Se impone el renacimiento constante para insuflarle nuevo vigor a la creencia,
que es el verdadero nutriente de padre-madre. El aliento del Cristo ha durado
veinte siglos porque fue santo y manso. Muhammad no lo fue tanto. Moisés menos.
Bajaulá (el de la Fe Bajai) a lo mejor trasciende porque fue bueno entre los
buenos. Mientras tanto quedo yo. Mentiroso hasta más no poder, pero no traidor.
Torturándome en la vergüenza y el bochorno, pero no desleal. Abandonado en el
abandono del abandono y en el rechazo del rechazo, pero amando sin condiciones.
¿Qué mejor currículum para el mesianismo? Pero al igual que el Iscarius, tengo
una sombra que descabezar, un becerro de oro que desguazar, un fariseo que
desnudar. Moisés contó con las tablas de la ley. Cristo se valió de la cruz y
de Judas. Muhammad se armó con la yijad.
Yo dispongo del suicidio creativo, legado del "Gocho", mi Juan Bautista
de bolsillo.
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Me he puesto en contacto
nuevamente con el mayor. Está desesperado, frustrado e indigesto de la rabia.
Le jugaron sucio en la elección con ese fraude gigantesco y descarado. Él
también se lo buscó, metiéndose a golpista y apoyando de buenas a primeras, sin
cavilarlo a fondo, el merequetén revolucionario. Pero ahora busca la salvación
verdadera y ha reconocido que yo soy el que
soy siendo para ser lo que es y seguirá siendo lo que es que soy siendo
porque soy y soy.
Iré, pues, a Valencia a
recoger el C4 y toda la otra parafernalia.
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He hablado con Ornela y
LauraÉ. Al fin han comprendido. Son copartícipes de este conocimiento que las
acoraza contra las espadas ardientes de los malévolos alvéolos. Son misioneras
de este ungüento fértil. Son portadoras y nodrizas de esta dulzura seminal que
ha surgido de mi pecho y de mis vísceras. Son el amor más genuino y más
altruista. Ellas son yo. Yo soy ellas.
Ornela me proveerá de bagatelas inmunes al
desfallecimiento. LauraÉ me abrirá las puertas que me conducirán a este gólgota
sin costuras.
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