miércoles, 3 de mayo de 2017

Noventitantos (XXIV)



Capítulo 5


Afortunadamente el "Gocho" había ahorrado unos cuantos dinerillos, cediéndomelos antes de partir para Miami a lanzarse desde el balcón con su hermana Fedora, con lo cual podía defenderme durante algún tiempecillo. Además, el chamo que hizo en "Los senderos…" de Édinson Vicario había sido contratado para grabar una novela y rodar una película en Argentina, prestándome las llaves de su apartamento; inmejorable refugio, por lo demás, puesto que nadie sabía de mis andanzas por esos lares. Y, por si fuera poco, me vi a escondidas con mi vieja; la pobre me había perdonado, a pesar de todas mis "blasfemias", y me regaló dos mil quinientos dólares. Tenía garantizadas, pues, unas cuantas semanas de supervivencia.
En alguna ocasión escuché decir al "Gocho" que no existía acto más consubstanciado con la libertad que el dominio de la propia muerte. Traducido al espánglish: esa es la dialéctica del suicidio creativo. Pero ahora pendía también sobre mi espíritu el terrible secreto, la terrible aflicción.
El "Gocho" era un archivo ambulante de citas, aforismos y greguerías. Cierta vez me comentó que Ernesto Sábato había asegurado que en toda revolución hay vencidos: la tiranía, la corrupción, la vileza, el servilismo. Pero en esta revolución nuestra los triunfadores resultaban ser los supuestos vencidos. En cinco palabras: el extraño mundo de Subuso. Infiérese de lo anterior (¡uy, qué epistemológico y deontológico sueno!) que se precisa de una salvación áurea. Dedúcese de la pretérita premisa que urge la parusía del siguiente redentor. Parusía is greek for the second coming. You follow, don't you? ¿Dónde atinar con él? Es aquí donde se me viene a la mente otra tertulia en la cual el "Gocho" me refirió un cuento de Jorge Luis Borges en el que se relata la desventura y  desdicha de un estudioso nórdico luego de descubrir, tras un razonamiento inverosímil, que el verdadero mesías no fue Jesús sino Judas (a) el Iscariote, vale decir, el verdadero sacrificado en aquella pascua judía fue el delator que se expuso a la condena eterna: el sufrimiento, la degradación y el pavor de saberse traidor confluyeron en una culpa extraordinariamente mayor que cualquier suplicio a lo largo de cualquier vía dolorosa. Jesucristo fue un señuelo, a patsy just like Lee Harvey Oswald said that he himself was. La realidad del mesianismo estaba del lado del ahorcado de los treinta denarios. Qué acto más superfluo fue la infidencia de Judas: ¡todo el mundo en Jerusalén y en Palestina sabía quién era el galileo! ¿Acaso no lo habían visto por doquier obrando prodigios y milagros? Prosiguiendo con esa idea de tan inusuales quilates, podemos avalar que toda revolución debería ser sinónimo de redención y para redimir se necesita un redentor, pero el redentor no es el portaestandarte ante quien Pilatos se lava las manos, sino quien lo traiciona a la vista de todos. El pérfido desleal se hunde en una soledad escabrosa. Se trata, según Borges, de un ascetismo hiperbólico e ilimitado. "El asceta, para mayor gloria de Dios, envilece y mortifica la carne; Judas hizo lo propio con el espíritu". La verdadera pasión ocurrió al extremo de la soga atada de la higuera de donde pendió el cuerpo abyecto del tesorero apostólico, el hombre que ensució sus uñas con los dineros ajenos. Es ahí, entonces, donde se purga la esencia pecaminosa de la humanidad. De ahí se origina el juego de espejismos que hemos vivido hasta hoy. Una lúcida componenda para evadir la verdad primigenia. Tiene que ser así porque el universo, hecho a imagen y semejanza de Dios, no es perfecto. Como dijera el enloquecido pero sagaz Vincent Van Gogh, es un estudio, un boceto Suyo —de Dios, no se enreden— que le salió mal y chueco. El propio Dios es imperfecto. Si Jesús fue humano e incapaz de pecado, entonces no es el hijo de Dios, sino un profeta vergatario, un asceta atrinca, un iluminado cuatriboleado. El verdadero mesías es —tiene que ser— defectuoso. El mensaje también lo es —defectuoso, digo— y, por lo tanto, se diluye en el tiempo, se vence cada "n" años o siglos. Esa es la razón por la que transcurrido algún período, padre-madre tiene que remitir a la tierra un renovado emisario suyo para que lo enderece todo. Dependiendo de la beatitud o bonhomía exhibidas, la influencia del enviado se prolonga en el espacio y en el tiempo. Al cabo de un lapso se agria como la leche al descampado. Se impone el renacimiento constante para insuflarle nuevo vigor a la creencia, que es el verdadero nutriente de padre-madre. El aliento del Cristo ha durado veinte siglos porque fue santo y manso. Muhammad no lo fue tanto. Moisés menos. Bajaulá (el de la Fe Bajai) a lo mejor trasciende porque fue bueno entre los buenos. Mientras tanto quedo yo. Mentiroso hasta más no poder, pero no traidor. Torturándome en la vergüenza y el bochorno, pero no desleal. Abandonado en el abandono del abandono y en el rechazo del rechazo, pero amando sin condiciones. ¿Qué mejor currículum para el mesianismo? Pero al igual que el Iscarius, tengo una sombra que descabezar, un becerro de oro que desguazar, un fariseo que desnudar. Moisés contó con las tablas de la ley. Cristo se valió de la cruz y de Judas. Muhammad se armó con la yijad. Yo dispongo del suicidio creativo, legado del "Gocho", mi Juan Bautista de bolsillo.

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Me he puesto en contacto nuevamente con el mayor. Está desesperado, frustrado e indigesto de la rabia. Le jugaron sucio en la elección con ese fraude gigantesco y descarado. Él también se lo buscó, metiéndose a golpista y apoyando de buenas a primeras, sin cavilarlo a fondo, el merequetén revolucionario. Pero ahora busca la salvación verdadera y ha reconocido que yo soy el que  soy siendo para ser lo que es y seguirá siendo lo que es que soy siendo porque soy y soy.
Iré, pues, a Valencia a recoger el C4 y toda la otra parafernalia.

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He hablado con Ornela y LauraÉ. Al fin han comprendido. Son copartícipes de este conocimiento que las acoraza contra las espadas ardientes de los malévolos alvéolos. Son misioneras de este ungüento fértil. Son portadoras y nodrizas de esta dulzura seminal que ha surgido de mi pecho y de mis vísceras. Son el amor más genuino y más altruista. Ellas son yo. Yo soy ellas.
      Ornela me proveerá de bagatelas inmunes al desfallecimiento. LauraÉ me abrirá las puertas que me conducirán a este gólgota sin costuras.

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