jueves, 23 de octubre de 2008

¿Presidente o presidenta?

- ¿De quién es esa chivita que me "rajuña" tan sabrosito, mi presidiente?
- ¿Y de quién es esa verruguita con sabor a maletincito, mi presidienta?


Lo que sigue es un mail que anda circulando por ahí. La Nota Bene es de mi autoría. Ahí les va...



¿Presidente o presidenta?

En castellano existen los participios activos como derivados verbales:
El participio activo del verbo atacar, es atacante.
El de sufrir, es sufriente.
El de cantar, es cantante.
El de existir, existente.

¿Cuál es el participio activo del verbo ser? El participio activo del verbo ser, es 'el ente'. El que es, es el ente. Tiene entidad. Por ese motivo, cuando queremos nombrar a la persona que denota capacidad de ejercer la acción que expresa el verbo, se le agrega al final ' ente'. Por lo tanto, la persona que preside, se le dice presidente, no presidenta, independiente del sexo que esa persona tenga. Se dice capilla ardiente, no ardienta. Se dice estudiante, no estudianta.
Se dice adolescente, no adolescenta. Se dice paciente, no pacienta.

La Sra. Cristina Fernández de Kirchner no sólo hace un mal uso del lenguaje por motivos ideológicos, sino por ignorancia de la gramática de la lengua castellana.Pasemos el mensaje a todos nuestros conocidos argentinos con la esperanza que el mismo llegue finalmente a la Casa Rosada, para que de una vez termine de corregir a todas las personas que, correctamente, la llaman Presidente.

Mal ejemplo:
La pacienta era una estudianta adolescenta sufrienta, representanta e integranta independienta de las cantantas y también atacanta, y la velaron en la capilla ardienta existenta. Qué mal suena ahora Presidenta... no? Es siempre bueno aprender de qué y cómo estamos hablando.

Nota Bene: Esta acotación viene como anillo al dedo con respecto al bodrio constitucional que nos ha remachado la actual dictadura venezolana. Por estarse adecuando a la corriente "políticamente correcta", el citado esperpento leguleyérico abunda en términos redundantes para ambos géneros (por no hablar de faltas de ortografía y de sintaxis, propias de cagatintas piratas). Exagerando un tanto la nota, no sería de extrañar que aparecieran en ese pasticho hermenéutico términos como "hipócritas e hipócritos", "idiotas e idiotos", "adolescentos y adolescentas", y así por el estilo.


Si se sostiene al principio de que no se admiten discriminaciones por género, raza, religión, status socioeconómico, preferencias sexuales, etc., bastaría con utilizar el genérico correspondiente en cada aspecto legal. Si hablamos de ciudadanos, por ejemplo, se sobreentenderá que podrán ser mujeres, hombres, negros, blancos, aborígenes, etc. Si hablamos del conjunto de los individuos, no habrá que decir "los individuos y las individuas", "la ciudadanía y el ciudadanío", "los indígenos y las indígenas", "los afrodescendientos y las afrodescendientas", valga el caso.

Esta es otra muestra más de la piratería conceptual, profesional y vital de los extremistas (de derecha o izquierda) que, por disparates de la historia humana, llegan a hacerse del poder en países y sociedades reputadas, hasta ese entonces, con algo de seriedad, tal como aconteció en Alemania e Italia con el fascismo de derecha, y como lo sufrimos actualmente en Venezuela con el fascismo de izquierda.


He dicho, panitas y panitos.

miércoles, 22 de octubre de 2008

Sesentera por cuentagotas

A lomo de relumbrones

Sesentera (II)

por: Nicolás Soto



Luego del Kinder en la “Julita Hernández”, con la maestra Antonieta Zamora, recibí el agua bautismal de la lectura en la Escuela “Monseñor Álvarez”, calle González Padrón sur, entre Las Flores y Descanso, Valle de La Pascua, Guárico, República de Venezuela (el verdadero nombre de este país), de manos de la maestra Ana Julia Guerra de Díaz y de la maestra Tula, quien, si mal no recuerdo, era la esposa del inolvidable profesor Cuenza. Como vehículos inductores, los libros “Upa” y el manual de alfabetización de adultos “Abajo Cadenas”: Juan Camejo tiene calentura. Ala, casa, maraca, tapa. Perro que come manteca no mete la lengua en tapara. El que madruga coge agua clara. Juan Camejo dejó el conuco. Juan Camejo ahora trabaja en los campos petroleros. Las letras se amoldarían a mi espíritu para siempre, gracias a mis profes. Gratitud eterna.

El padre Chacín puso en marcha su sempiterno proyecto docente en 1961. La casa parroquial sirvió de sede inicial, albergando tercero, cuarto y quinto grados, con puros varones. Allí recibíamos clases, según el máximo nivel de exigencia que siempre requirió el presbítero trujillano, y, durante los recesos, se podía ver a aquel tropel de chipilines disputando caimaneras con pelotica de goma o jugando metras en el reducido patio de la sede parroquial: “¡Pichigüeca! ¡Barajo monte! ¡Todo ahí! ¡Barajo tornique! ¡Barajo pujinche! ¡Boto tierrita y no juego más!” No había Nintendo ni Play Station, pero gozábamos un puyero.

El padre era estricto y había que caminarle derechito, siendo la justicia y equidad partes inseparables de su tutela. La totalidad de mis condiscípulos de entonces concuerda en que ─ si bien la chillaban al encajar los palmetazos, regaños y coscorronazos ─, después de adultos llegamos a agradecer la mano firme que señalaba el derrotero de la conducta intachable. Con o sin Lopna. Por mi lado, aprendí a tirar la piedra y a esconder la manito, para que no me sobaran con La Milagrosa. Aparte de uno que otro con ínfulas de guapetón ─ nunca faltan los bullies, como dicen los anglosajones ─, nosotros no pasábamos de nimias travesuras y, más bien, competíamos sanamente en el campo del aprendizaje.

Uno veía el mundo exterior, lógicamente, con ojos de mozuelo. Pero, de alguna manera, intuíamos que las cosas se estaban acelerando al percibir el desasosiego de nuestros mayores, tal como lo expresaría, a posteriori, el Mayo Francés de 1968: “Arrêtez le monde, je veux descendre! ¡Detengan al mundo, que me quiero bajar!” Para la chiquillería, sea cual sea la generación a la que pertenezcan, los cambios se suceden de forma natural. Nosotros no seríamos la excepción.

Los acontecimientos abruptos, con los giros de apreciación que acarrean aparejados consigo, jalonan toda existencia. Mis padres trabajaron duro desde muy temprano en la vida para asegurar el sustento y nunca pudieron completar su educación formal, pero en mi casa siempre abundaron los libros y la prensa. En agosto de 1962 falleció sorpresivamente Marilyn Monroe. Todos los periódicos se hicieron eco. Yo me extasiaba contemplando las fotografías de aquella belleza hipnótica, muerta en extrañas circunstancias. Ahí se me destapó la conciencia de que las mujeres eran otra cosa, portadoras del misterio y el embrujo. La diva rubia se me grabaría como el epítome de la hermosura, hasta hoy.

Todos los domingos asistíamos a misa de nueve en uniforme de gala. De este lado, nosotros, los del “Juan Germán Roscio”. En la otra nave, las alumnas del colegio de las monjas. Nunca olvidaré la primera mirada furtiva que me prodigaron unos ojos avellanados, acompañada de una sonrisa esquiva que me ruborizó los cachetes y las orejas, me hizo temblequear los jarretes y se me arrellanó en el alma con ínfulas de fiebre profana. En algún momento me armé de valor, me le acerqué a tan exquisita criatura y, ¡ah mundo!, me sentí presa de una borrachera vehemente: mi cerebro ordenaba decir algo y mi boca se anegaba con vocablos inconexos. Ella me obsequió con un mohín adorable y me dejó al descampado con mi síncope prepúber. Como decía el gran Germán Valdés, “Tin Tan”: ¡Jíjole, yo y las mujeres!

Noviembre de 1963, quinto grado, viernes en la tarde, casa parroquial. Llegó alguien con la noticia: “¡Mataron a John Kennedy, el presidente de Estados Unidos!” A la hora de salida, un gentío se aglomeraba en predios del establecimiento de don Ernesto Alayón en la que, por supuesto, siempre hemos conocido como la esquina de Alayón (Atarraya con Real, frente a la plaza Bolívar). Desde un potente radio transoceánico, los detalles del magnicidio irrumpían con su carga planetaria y un sinfín de güergüereos típicos de las transmisiones de onda corta. No lo sabíamos aún, pero ya convivíamos en una aldea global. Todo estaba cambiando, para bien o para mal.

El profesor Zerpa imponiéndole una medalla a este escribidorzuelo vuestro. Observan, en primer plano, monseñor Chacín, y desde el fondo, entre otros, Octavio Loreto, César Delgado, Norton Barreto, Manuel Contreras, Rubén Darío Díaz (qepd) y Gerardo Camero Calcurián.
Marilyn Monroe, primor imperecedero.

Kennedy y Jackie en Dallas, minutos antes de la tragedia.

lunes, 13 de octubre de 2008

¿A qué se deberá esta predilección de izquierdas y derechas por la preponderancia del estado?

Dios los crió...





Sibilinos peinillazos


De diestras y siniestras (II)


por: Nicolás Soto


"Tutto nello Stato, niente al di fuori dello Stato, nulla contro lo Stato”
Il duce Benito Mussolini
"Dentro de la revolución, todo. Fuera de la revolución nada"
Un par de duces caribeños, uno chivudo, el otro verrugón


¿A qué se deberá esta predilección de izquierdas y derechas por la preponderancia del estado? Habría que remontarse, quizá, a la génesis de la necesidad organizativa en lo social y a la perenne animalidad que nos negamos a abandonar, con todo y las “n” centurias transcurridas desde el albor del género humano. Expliquémonos, a ver si atinamos.


La exigencia de protegerse a sí mismos contra ingentes factores externos llevó a los primeros conglomerados humanos a confiarse en algunos de sus miembros para la dirigencia, usanza que hemos heredado de las bestias (todas las manadas cuentan con su respectivo papaúpa). Estos elementos poseían, a no dudar, ambición de liderazgo y, de esta forma, lograrían afianzar la supervivencia del grupo como excusa para empinarse por encima de sus congéneres. En algunos casos, esa bandería se impondría gracias al consentimiento tácito de los dirigidos, pero, a medida que las comunidades se acrecentaban en número y complejidad, la capacidad de violencia se convertiría en el fiel de la balanza. El aura de la supremacía de los unos sobre los otros iría labrando ese meollo inefable y terriblemente opresivo que hemos conocido, a lo largo y ancho de la historia, con la denominación de poder: todo por el poder, temámosle al poder, arrodillémonos ante el poder, ¡ah carajo con el poder! Aunado a lo anterior, la innata apetencia humana por dotarse de explicaciones acerca de la infinitud del universo y sobre la naturaleza de la vida misma generaría el fenómeno religioso, the ultimate explanation, la expresión que lo abarca todo, la dilucidación de todos los misterios, la base de sustentación que nos asienta y nos centra ante lo desconocido, suministrándonos toda repuesta para toda interrogante: ¿qué somos?, ¿de dónde venimos?, ¿hacia dónde vamos?, ¿qué hay después de la muerte? A posteriori aparecerían la filosofía y la ciencia con finalidades similares, pero primero fue lo primero: las religiones, las cosmogonías, las mitologías…



Sería de esta forma, entonces, como los aguzados conductores sociales mezclaron intuitivamente el ansia de resguardo contra las amenazas exteriores ─ verbigracia, las fieras y las amenazas provenientes de la naturaleza silvestre, amén de los otros grupos humanos enfrascados en el afán de conquistarnos ─, la obligación de armonizarse para afianzar la supervivencia ─ traducida en división del trabajo para la producción económica aunada a la jerarquización de la sociedad, en tanto que correa de transmisión de las directrices ─, y, last but not least, el espíritu religioso en el rol de drenaje del temor ancestral hacia lo desconocido y, voilá!, presto!, emerge de la manera más natural el poder: la facultad de disponer de vidas y erarios ajenos, de encausarlo todo, enmarcarlo todo y dirigirlo todo hacia el derrotero que fije el ungido, el supremo, das führer, recipiente solitario de la inobjetable sapiencia que confiere el poder.



Nótese que es prácticamente imposible conseguir una contextura social, bien sea en la antigüedad o en agrupaciones específicas de la contemporaneidad, donde el poder político no vaya emparejado, siamésicamente hablando, con la hegemonía religiosa. Los faraones egipcios, los emperadores romanos y hasta los caciques de las tribus aborígenes encarnaban la esencia divina de este lado de la existencia. Los monarcas medievales occidentales hubieron de recurrir a pensadores de neto ascendiente aristotélico para que desarrollaran la doctrina del derecho divino, quizá para expiar algún ratón[1] moral ante el claro mandato de Jesús de separación de las esferas política y religiosa: “Dad al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios”. Por ende, el rey, emperador, kaiser, mandarín, o lo que fuese, siguió representando lo excelso, lo insuperable, la voluntad inapelable e infalible, pues, si dejó de pertenecer al club de las divinidades, su autoridad ostentaba el sello de aprobación por parte del Supremo Hacedor. Pero, como a todo cochino le llega su sábado, a esta realidad de siglos le dio matarile la modernidad, principalmente con las revoluciones norteamericana y francesa (ya se los conversamos en capítulo anterior), aunadas a “nuestras matazones republicanas” ─ Laureano Vallenilla Lanz dixit ─ de este lado del charco, que, si bien guardaban un resabio de belicismo semibarbárico e inmaduro, sirvieron, en alguna medida, para difundir nociones de cambio y movilidad sociales.


Mas he aquí, entonces, que en vía de franco ocaso el esquema monárquico tradicional, no podía perderse el acicate del disfrute sensual y adictivo del poder por el poder mismo. Se requería, por lo tanto, de argumentos de peso que justificasen a aquellas individualidades ansiosas de ponerle la pata en el pescuezo al resto de los mortales por causa de cualesquiera cargas psicopáticas o de cuentas por cobrar al prójimo, carburante sine qua non de estos sociópatas para encaramarse en las mieles del poder, ese poder que los ha desvelado[2] desde que el mundo es mundo.


Caídas (o en vías de debilitamiento) las monarquías, se genera la noción de estado[3], como suprema confluencia del sentir del pueblo, en tanto que masa informe a la cual hay que inocularle la conveniencia de seguir a pie juntillas las indicaciones de los “estamentos esclarecidos” que detentan, o buscan detentar, el poder. Nace, en consecuencia, la tesis socialista, tronco común del fascismo y del comunismo, pero, por sobre todas las cosas, pilar fundamental del estatismo (o estatolatría).
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[1] Venezolanismo por resaca o cruda.
[2] Aclaratoria lingüística: me llama sobremanera la atención el uso que el verbo desvelar ha venido tomando últimamente en algunas zonas de España como sinónimo de lo que aquí, en América, denotamos como develar, descubrir, destapar o revelar. Desvelar, caros míos, significa, aquí y ahora, perder el sueño, quedarse mirando pa’l techo (como fémina insatisfecha luego del amor). Y si no, escuchen a Toña La Negra con su “Desvelo de amor”. Ahí queda eso.
[3] Así, con minúsculas, para deslastrar a este concepto de su carácter de Moloch, de Baal, de deidad ante la cual prosternarse (y prostituirse).

viernes, 3 de octubre de 2008

Miss America & me on Math & Music

Maripepa, me volviste a coger la plancha prestada para comer arepa de mechada y no me convidaste. ¡Maluca!


Dear América:

Esto me hizo recordar -- no sé por qué, vainas de la memoria -- varios grafitti de mi época ucevista, a saber:

- "Caminante no hay camino: ¡párale un peo al MOP!

- "La vida es una barca" (fdo.) Calderón de La Mierda

- "Cristo viene. Tres únicas presentaciones. Y por Venezuela: ¡Trino Mora!"


No te desconsueles por les Mathémathiques. En el llano tenemos un dicho: "Dios no le da cacho a burro". O, lo que es lo mismo, somos unos machetes para unas cosas, y, para otras, más brutos que una mula. Por ejemplo, este servidor tuyo es totalmente nulo con las manos. Hasta para enroscar un bombillo en un sócate me vuelvo un desastre, lo cual ha ocasionado que más de una fémina ha botado tierrita y cogido las de Villadiego conmigo (no las culpo). Y ahora, de viejo, voy de mal en pior.En fin, ni que reencauchemos el carapacho nos salvamos de la pelona. ¡Que dios nos coja...!

Abrazos,

The Nickman

---------- Forwarded message ----------

From: America Ratto-Ciarlo -- Date: 2008/9/30

Subject: las Matemáticas y la música..

To: Nicolas Soto

Querido Nikman,

Esto se me hace muy pesao de leer..! Soy pésima para la ecuaciones. Siempre "arrastré" las MAT.

Por otra parte lo escrito por tu amigo, es pura paja (digo´, que todas esas recomendaciones no sirven`pa´na) Simón (creativo y musical, gran improvisador) y la Tacher ( mucha tomas de decisiones) tienen Alzheimer.. Ergo: al que le toca, le toca..!

o sea: El infierno es la vejez..! (ver attacho)
liguémosla pa´pasar lisos..

cambio y fuera

miss América


La vida es ansí XII


El infierno es la vejez. Una ancianita muy sabia me dijo un día, ¡El infierno es la vejez..! y cuanta razón tenía. Yo eso del cielo y purgatorio no lo creo pa´na´, pero en el infierno sí porque se vive aquí mismito en la tierra. Yo me di cuenta que envejecí, no por las celebraciones de los cumplesiglos sino porque comencé a tomar un pastillero horroroso. La vejez transcurre en recordar cuales pastillas y a cual hora tomar: para la dispepsia, para la flebitis, para el climaterio, para el corazón, para la próstata (si no se ha extirpado todavía), para la artritis y ¡hay coño!, se me pasó la capsula de la tensión… o sea que el riego también falla. Por más bien que uno pretenda sentirse, no le faltará un achaque.


Después de pasar la cincuentena, preocúpese si no le aqueja algún dolor. ¡Significa que está muerto! En una de esas premiaciones cinematográficas le escuché decir al actor Sean Connery: ¡La vida es una bella obra, pero el tercer acto es una mierda! y si lo dice él –el inveterado 007- que quedará para el resto de los mortales.


Otros que tenían razón eran los griegos para quienes los elegidos de los Dioses morían jóvenes. En definitiva la vida -o el Creador que supuestamente la diseño- te cobra carísimo por unos años más de permanencia terrenal. Creo que en ese aspecto hubo una falla de diseño:la juventud es corta y la vejez muy larga. No costaba nada mejorarlo y permitirte vivir más y mejor, física y mentalmente. No le veo la gracia a estar tanto tiempo por aquí, convertido en vegetal: ocupando espacio y consumiendo el aire de otros más jóvenes y que le sacarán mejor provecho. No hay ejercicios, cirugías plásticas, hobby, ni tratamiento que valga. Es como una lechada que siempre se desteñirá: la belleza pasa, pero la silicona queda. Se remoza el exterior y la procesión va por dentro. Por allí hay mucha vieja y viejo con el carapacho parapeteao, pero en cuanto hablan no logran hilar una oración completa, lo que sutilmente denota que son unos carcamales.

Ningún ser viviente trasciende a su organismo, éste acaba por vencerlo. Si lo sabrán los médicos que nos aplican sus paliativos, para hacer un poco menos cuesta arriba el envejecimiento: sueros rejuvenecedores, oxigenación de la sangre, tratamiento de la Dra. Aslam, dietas bajas en calorías y pare usted de contar. Ahora se llaman médicos anti-aging. Cuando mis abuelitos se les decía geriatras.Las únicas ventaja que le veo a llegar a eso que ahora se ha dado en llamar eufemísticamente tercera edad o juventud prolongada, son: que como ya estás medio sordo, no escuchas todas las pendejadas que habla la gente; que pagas medio pasaje, medio ticket en el cine y los espectáculos; que no te calas una cola y te puedes colear en todas partes con tu cara muy lavada y arrugada. Eso, si no eres de esos tontos que se les ve el chuchumeco a leguas, que prefieren una cola abusiva antes de confesar su verdadera edad.


Hasta ahora el único placebo que funciona para soportar el envejecimiento y sobrellevarlo medianamente, es el buen humor. Asumir el barranco, burlarse de uno mismo y cometer las locuras que antes no te permitiste: por ejemplo, si aún te aventuras a manejar y algún asomaó en la cola te grita: ¡Vieja quítate del medio! Bájate, le das dos tiros y te largas muy oronda que viejo no paga cárcel…Cuando algún amigo te consiga por la calle y te diga ¡Que bien te conservas!, !cuidado...! no es un halago. Lo que te dice es que pareces que estuvieras en formol. Recuerda que eso jamás se le ocurrirá decírselo a una moza o mozo.


Caracas, agosto 2007
Publicado en: http://www.rattcia.blosgpot.com
Iustracion: Quino