domingo, 31 de octubre de 2010

El bachiche de tu amor - Cap. 06 (2)


Una radioculebra pletórica de amor, dolor, despechos, sexo chimbo y malandraje con el moño suelto.

¿Podrán nuestros héroes imponer su casto amor ante el acoso de los villanos birriondos de este culebrón?


Métale un ratonazo a este piripicho aquí abajo y no se quede sin saber.

 


El Bachiche de tu Amor


Cap. VI

(fondo: acordes de acción)
NARRADOR: La sexi-satánica Tara Ántula (fui-fui-ooo) trata de sonsacar a Róbinson Baldomero para que desista de la búsqueda de su amada secuestrada, pero nuestro héroe hace caso omiso de esas insinuaciones preñadas de perfidia. El muy resiete bandido de Chicuaco Margarito lo apunta con su china láser, estira, estira y estira la goma ¾ hasta más no poder ¾ y dispara el mortífero proyectil ...
(efecto: zuiiiiiiiinnnnnggg encima de la voz del narrador)
NARRADOR: El obús vuela, vuela, vuela si quieres volar y se remonta a lo alto para divisar mejor, y desciende a toda mecha contra el cogote de nuestro heroíno. El peñón se aproxima, se aproxima, se aproxima y ... y ... y
(efecto: toñíoníoñíoñío + topetazo)
NARRADOR: ... faltando apenas unos milímetros, Róbinson Baldomero se inclina de improviso para auscultar con su lupa psicodélica las huellas del vehículo secuestrador ... El proyectil pasa por encima de su nuca y, ¡oh sorpresa!, golpea a la malvada de nuestra historia en la mera frente, haciéndola caer largo a largo, desmayada, desvanecida, inconsciente, sin sentido, noqueada de perinola ... Chicuaco Margarito se apercibe de su metida de pata ...
(fondo: acordes chimbines)
CHICUACO (sorprendido): ¡¡Por todos los demonios del infierno!! ... El tiro ha sido certero, como un chaparrón de invierno, pero en vez de Róbinson Baldomero, le soné el coco a mi novia, cosa que de verdad me agobia, porque cuando se despierte, adolorida del golpe artero, segurito me coge fobia ... Mejor me las doy de tierno, le busco un café cerrero, espero a que se recobre, la abrazo con gesto’e pobre, le sobo con un plumero, ese chichón del bendito averno, la llevo pa’ mi caverna, y la convenzo como un cuatrero, a ver si conmigo se empierna ... Uy, Tara Ántula, tú sí estás tierna ... Mmmm ... Mmmm
NARRADOR: El muy tracalerazo de Chicuaco Margarito se acerca, con el rabo entre las piernas y jipeando como perro de raza cacri (callejero con criollo) ...
(fondo: jipeos de perro)
NARRADOR: Chicuaco Margarito toma a su desvanecida amada entre sus brazos y la abanica con un suplemento de Condorito que se consiguió entre los escombros de la plancha de cemento que, hace apenas breves instantes, le aplanó el occipucio ...
(fondo: violinunsios chibunsios)
CHICUACO (solícito): Despierta, amada mía, despierta que ya es de día, abre tus ojos ahora, tu enamorado te implora.
TARA (despertando): ¿Qué me ha pasado, nariz de locomotora? Deja ya de abanarme y búscame una cantimplora ... De sed me muero como una engripada corocora ...
CHICUACO: Si quieres toma de este lavagallo, que llevo en esta carterita color de guacamayo, y que me regaló un lacayo, a quien conocí en un ensayo, en el pueblo de Cantagallo ...
TARA (regurgitando): Pero, ¿qué es esto que me das de beber, que me repugna y que me atora? Consígueme algo para este dolor de cabeza que me tortura y me devora ...
CHICUACO: Trágate esta aspirina, mi dulce flor de mora, y bebe de esta pimpina, para que ese pesar que de tu cabeza aflora, desaparezca y se te quite esa calambrina.
TARA: ¿Qué me pasó, qué me golpeó, Chicuaco de la cantina?
CHICUACO (disimulando): Ejem ... ejem ... Lo que pasó, mi reina sifrina, es que te tropezaste con una roca, te margulliste como en piscina, y quedaste muy tariloca, por ser más bruta que una gallina ...
TARA: Ay no seas así, rey Chicuaco de mi oficina, esto me aconteció por protegerte, de tus maquinaciones chimbas que son de muerte, porque siempre metes la pata con mala suerte ... Y por ser tan mal cobero, nunca podrás fregar a Róbinson Baldomero ...
CHICUACO: ¿Y qué hago entonces, mi Tara Ántula de fino pino, para poder despescuezar como a un cochino, a ese enemigo que huyó sin exhalar un trino, rumbo ¾ me imagino ¾a la población de Espino?
TARA: Tengo un plan que no puede fallar, Chicuaco bovino (...) Pero, antes, cárgame en tus brazos, y llévame con rápidos pasos, a la guarida que poseo en aquel cerro ... Me recupero de este yeyo más rapido que un cencerro, le montamos una trampa a ese trompa de “jierro”, y después tú y yo nos vacilamos una nota rica de encierro y entierro ... Pero avíspate y cárgame ya, Chicuaco becerro ...
(fondo: acordes de expectativa)
NARRADOR: Chicuaco Margarito levanta de un empellón a la ponzoñosa Tara Ántula quien ¾ aun estando afectada por una jaqueca ¾ es más peligrosa que una ración de mondongo piche pasado por manteca ... A todas estas, Yoyo, el gafolonio malandrín, mantiene de rehén a la dulce y virginal Yuleidys Ramona (a-a-a-ahhh) ...
YOYO: ¿Y qué, Yuleidys Ramona de mi corazón? ¿Cómo te parece este perro que te traje tan sabrosón, rebosante de salsas, papitas y tremendo salchichón?
YULEIDYS (devorando): Te diré que está más rico que un medallón, de lomito tierno con un toque de picante ... Pero no te quedes bizco, como un atorrante, dale un mordisco, echa pa’lante ...
(fondo: acordes tensos)
NARRADOR: Yoyo se aproxima ...
(efecto: pasos que retumban)
NARRADOR: Pero no es de perro caliente que tiene hambre (...) Sus ojos se inyectan de sangre sanguinolenta, de hemoglobina hemoglobínica y de hematocritos hematocríticos, pues un largo y ardiente verano está haciendo estragos con la poca cordura que le resta ... Sus pupilas se posan en los carnosos labios de Yuleidys Ramona (a-a-a-aaahhh)evocadores del dulce sabor de las guayabas frescas, en su cuello que invita a chuparlo como un helado de frambuesa, en sus pechos que parecen dos melones dulces, en sus muslos dorados como un pollo a la broaster, en sus redondas caderas que asemejan una deliciosa cachapa rellena de jamón y queso, en sus torneadas piernas que parecieran estar recubiertas de leche condensada, en su ombliguito chiquito y redondito que dan ganas de llenarlo con champaña para tomársela con pitillo ... Ay, papurrio ... (recomponiéndose) ... Total, que Yoyo está virolo de la confusión, ya que no sabe si es presa de la lujuria o de la glotonería ...
(efecto: los pasos resuenan más duro)
YOYO (acezante): Claro que lo voy a morder ... Lo voy a morder hasta más no poder ... Por fin, malandrín Yoyo, tu verano vas a aplacar, pues esta Yuleidys que parece un pollo, te pone a corcovear, y como viejo caballo te pone a relinchar ... Ji ji ji jiiiiiiiiii ...
YULEIDYS: ¿Qué te sucede, extraño alazán? Parece que a competir fueras, en unas hípicas carreras, narradas por Alí Kán ...
YOYO: Ya me cansé de esperar por un mazapán ... Te poseeré, Yuleidys, así sea lo último que haga ...
YULEIDYS: ¿Tú como que no has oído que el crimen no paga? ¿Me robarás mi doncellez y me dejarás tartamudeando como a una gaga?
YOYO: Después  si quieres te puedes meter a vaga ... Pero ¾ más bien ¾después que eso te haga, te empatas conmigo como en una saga, y te monto un casino con una vende-paga
YULEIDYS: Ni que me mandes a Praga, luciendo una braga: ¡no soy una maga! ... Prefiero que me claves con una daga ...
YOYO: Con otra lavativa, te voy a clavar ... Trago saliva, y serás mía, porque eres mi diva, Yuleidys cautiva ...
YULEIDYS: Morir es lo que prefiero, antes que dejarme poseer, entonces te haré saber, zamurito refistolero, que mi corazón rumbero ¾ y cien por ciento minitequero ¾pertenece a mi galán Róbinson Baldomero ...
YOYO: Me sabe a “cornflé”, tu novio bullero ... Prepárate ahora, a gozar como-é, porque llegó este ñero, tu amante primero.
YULEIDYS (asustándose): No, no, no me hagas eso ... ¿No prefieres más bien una hamburguesa con queso?
YOYO: ¿Será mejor que este manjar, que voy a disfrutar con embeleso?
NARRADOR: De pronto en eso ...
(efecto: se abre una puerta de golpe y se oyen rodar unos corotos)
ROBINSON (irrumpiendo): ¡¡Alto la acción o te dejo tieso!! Si te mueves, pillo sin cerebro, una pata voy y te quiebro, y tendrás que llevarla, embojotada en un yeso ... ¿Cómo te sonó eso? Hazme el favor y no te vuelvas a mover, porque The Power Chímbing es el Podiiiiiirrrrrr ...
YULEIDYS (aliviada): Róbinson Baldomero, amado mío: ¡¡Ya estaba yo a punto de hacer pío-pío, por culpa de este malandro frío!!
(fondo: shi-cú-shi-cú-shi-cú)
NARRADOR: Sí, queridos amigos ... Róbinson Baldomero, el súper-galán de esta radio-culebra, ha seguido con pericia de “petejoto” y sus chanclos de piel de jojoto, la pista que dejó tras de sí el secuestrador ... Intuyendo el peligro que corría su linda enamorada, le ha puesto corazón al asunto y ¾ más rápido que un marabunto ¾ ha recorrido el trayecto que lo condujo a la guarida de los rufianes de esta historia ... Pero Yoyo, el bobolongo y birriondo malandrín, no se da por vencido ... De un salto, agarra a Yuleidys Ramona (a-a-a-aaahhh), inmovilizándola y apuntándola con una pistola de regar matas ...
YOYO: Atrás, Róbinson Baldomero cabeza de delfín, porque sino a esta Yuleidys le voy a dar fin ...
ROBINSON (inmutable): ¿Estás loco, bellaco ruín? ¿Cómo la vas a matar con una pistola de regar jardín?
YOYO: Porque está llena de un ácido mortífero, por eso me doy este postín ... Los dos son mis prisioneros ¡por fin! (...) Cobro yo todo el rescate y se acabó este trajín ...
ROBINSON: Eres un bribón y un pillín ... Pero no te saldrás con la tuya ni que me dispares con un balín, en la esquina del Camarín ...
YULEIDYS (aterrorizada): Deja ya de discutir con este malandro chimbín, y bríncale como un puercoespín, para que me saques de este atolladero, mi salvador Róbinson Baldomero.
NARRADOR: Impelido por esta solicitud, Róbinson Baldomero salta con la agilidad de un Batman sabanero, exclamando su grito de guerra:
ROBINSON: ¡¡The Pówer Chímbing es el Podiiiiiirrrr!!
(efecto: jet volando + acordes de acción)
NARRADOR: Nuestro héroe vuela por los aires a semejanza de un F-16 atacando su objetivo ... Ya va a caer en picada encima del secuestrador Yoyo, quien aprisiona con una fuerte doble nelson a la bella Yuleidys Ramona (a-a-a-aaahhh) al tiempo que la apunta con una pistola de regar matas llena de ácido de baterías ... De pronto ...
YULEIDYS: ¡¡Cuidado, Róbinson Baldomero!!
(efecto: un cañonazo ensordecedor)
NARRADOR: Suena un disparo terrorífico ... Róbinson Baldomero, suspendido en el aire, se voltea y ve dos sombras siniestras y una doble risa, satánica, mefistofélica, luciferina, mandinguera ...
CHICUACO y TARA: Ja ja ja ja ja ja ja
(fondo: acordes en super tensión)
NARRADOR: ¿Quién ha disparado ese cañonazo que ha retumbado por doquier y que ha puesto a temblar todo el recinto como un majarete? ... ¿Podrá Róbinson Baldomero, en pleno vuelo rasante, esquivar el balazo asesino y rescatar a su amada de las garras de su opresor? ... ¿O, más bien, efectuará un aterrizaje forzoso estrellándose como un papagayo defectuoso? ... ¿Podrá Yuleidys Ramona salvar su doncellez? ... ¿O ya le habrá llegado la hora de que le den matica’e café? ... ¿Y Yoyo? (...) ¿Acabará, por fin, su largo y ardiente verano o seguirá, como de costumbre, recurriendo a los remedios caseros? ... ¿Qué será de la vida de Chicuaco Margarito? (...) ¿Será verdad que lo vieron de taxista en Pampatar? (...) ¿Dónde está Tara Ántula? ... ¿Por qué será ella tan mala estando tan buena? ........... Conozca las respuestas a todos estos misterios escuchando el próximo capítulo de esta radio-culebra que cada día se está enrollando más que una tragavenados haciendo la digestión en un alcornoque ...
El Bachiche de tu Amor
Una presentación de sus desodorantes Zum Bolita para la axilita y Zum de Pera para la sobaquera ...

El bachiche de tu amor - Cap. 06 (1)



La doncellez de Yuleidys Ramona en pico'e zamuro. 

¿Seguirá siendo virgen o le darán matarile?




¿Podrá el malandrín Yoyo degustar de ese rico manjar?

Entérese puyando aquí abajito.

 


El Bachiche de tu Amor


Cap. VI

(fondo: acordes de acción)
NARRADOR: La sexi-satánica Tara Ántula (fui-fui-ooo) trata de sonsacar a Róbinson Baldomero para que desista de la búsqueda de su amada secuestrada, pero nuestro héroe hace caso omiso de esas insinuaciones preñadas de perfidia. El muy resiete bandido de Chicuaco Margarito lo apunta con su china láser, estira, estira y estira la goma ¾ hasta más no poder ¾ y dispara el mortífero proyectil ...
(efecto: zuiiiiiiiinnnnnggg encima de la voz del narrador)
NARRADOR: El obús vuela, vuela, vuela si quieres volar y se remonta a lo alto para divisar mejor, y desciende a toda mecha contra el cogote de nuestro heroíno. El peñón se aproxima, se aproxima, se aproxima y ... y ... y
(efecto: toñíoníoñíoñío + topetazo)
NARRADOR: ... faltando apenas unos milímetros, Róbinson Baldomero se inclina de improviso para auscultar con su lupa psicodélica las huellas del vehículo secuestrador ... El proyectil pasa por encima de su nuca y, ¡oh sorpresa!, golpea a la malvada de nuestra historia en la mera frente, haciéndola caer largo a largo, desmayada, desvanecida, inconsciente, sin sentido, noqueada de perinola ... Chicuaco Margarito se apercibe de su metida de pata ...
(fondo: acordes chimbines)
CHICUACO (sorprendido): ¡¡Por todos los demonios del infierno!! ... El tiro ha sido certero, como un chaparrón de invierno, pero en vez de Róbinson Baldomero, le soné el coco a mi novia, cosa que de verdad me agobia, porque cuando se despierte, adolorida del golpe artero, segurito me coge fobia ... Mejor me las doy de tierno, le busco un café cerrero, espero a que se recobre, la abrazo con gesto’e pobre, le sobo con un plumero, ese chichón del bendito averno, la llevo pa’ mi caverna, y la convenzo como un cuatrero, a ver si conmigo se empierna ... Uy, Tara Ántula, tú sí estás tierna ... Mmmm ... Mmmm
NARRADOR: El muy tracalerazo de Chicuaco Margarito se acerca, con el rabo entre las piernas y jipeando como perro de raza cacri (callejero con criollo) ...
(fondo: jipeos de perro)
NARRADOR: Chicuaco Margarito toma a su desvanecida amada entre sus brazos y la abanica con un suplemento de Condorito que se consiguió entre los escombros de la plancha de cemento que, hace apenas breves instantes, le aplanó el occipucio ...
(fondo: violinunsios chibunsios)
CHICUACO (solícito): Despierta, amada mía, despierta que ya es de día, abre tus ojos ahora, tu enamorado te implora.
TARA (despertando): ¿Qué me ha pasado, nariz de locomotora? Deja ya de abanarme y búscame una cantimplora ... De sed me muero como una engripada corocora ...
CHICUACO: Si quieres toma de este lavagallo, que llevo en esta carterita color de guacamayo, y que me regaló un lacayo, a quien conocí en un ensayo, en el pueblo de Cantagallo ...
TARA (regurgitando): Pero, ¿qué es esto que me das de beber, que me repugna y que me atora? Consígueme algo para este dolor de cabeza que me tortura y me devora ...
CHICUACO: Trágate esta aspirina, mi dulce flor de mora, y bebe de esta pimpina, para que ese pesar que de tu cabeza aflora, desaparezca y se te quite esa calambrina.
TARA: ¿Qué me pasó, qué me golpeó, Chicuaco de la cantina?
CHICUACO (disimulando): Ejem ... ejem ... Lo que pasó, mi reina sifrina, es que te tropezaste con una roca, te margulliste como en piscina, y quedaste muy tariloca, por ser más bruta que una gallina ...
TARA: Ay no seas así, rey Chicuaco de mi oficina, esto me aconteció por protegerte, de tus maquinaciones chimbas que son de muerte, porque siempre metes la pata con mala suerte ... Y por ser tan mal cobero, nunca podrás fregar a Róbinson Baldomero ...
CHICUACO: ¿Y qué hago entonces, mi Tara Ántula de fino pino, para poder despescuezar como a un cochino, a ese enemigo que huyó sin exhalar un trino, rumbo ¾ me imagino ¾ a la población de Espino?
TARA: Tengo un plan que no puede fallar, Chicuaco bovino (...) Pero, antes, cárgame en tus brazos, y llévame con rápidos pasos, a la guarida que poseo en aquel cerro ... Me recupero de este yeyo más rapido que un cencerro, le montamos una trampa a ese trompa de “jierro”, y después tú y yo nos vacilamos una nota rica de encierro y entierro ... Pero avíspate y cárgame ya, Chicuaco becerro ...
(fondo: acordes de expectativa)
NARRADOR: Chicuaco Margarito levanta de un empellón a la ponzoñosa Tara Ántula quien ¾ aun estando afectada por una jaqueca ¾ es más peligrosa que una ración de mondongo piche pasado por manteca ... A todas estas, Yoyo, el gafolonio malandrín, mantiene de rehén a la dulce y virginal Yuleidys Ramona (a-a-a-ahhh) ...
YOYO: ¿Y qué, Yuleidys Ramona de mi corazón? ¿Cómo te parece este perro que te traje tan sabrosón, rebosante de salsas, papitas y tremendo salchichón?
YULEIDYS (devorando): Te diré que está más rico que un medallón, de lomito tierno con un toque de picante ... Pero no te quedes bizco, como un atorrante, dale un mordisco, echa pa’lante ...
(fondo: acordes tensos)
NARRADOR: Yoyo se aproxima ...
(efecto: pasos que retumban)
NARRADOR: Pero no es de perro caliente que tiene hambre (...) Sus ojos se inyectan de sangre sanguinolenta, de hemoglobina hemoglobínica y de hematocritos hematocríticos, pues un largo y ardiente verano está haciendo estragos con la poca cordura que le resta ... Sus pupilas se posan en los carnosos labios de Yuleidys Ramona (a-a-a-aaahhh) evocadores del dulce sabor de las guayabas frescas, en su cuello que invita a chuparlo como un helado de frambuesa, en sus pechos que parecen dos melones dulces, en sus muslos dorados como un pollo a la broaster, en sus redondas caderas que asemejan una deliciosa cachapa rellena de jamón y queso, en sus torneadas piernas que parecieran estar recubiertas de leche condensada, en su ombliguito chiquito y redondito que dan ganas de llenarlo con champaña para tomársela con pitillo ... Ay, papurrio ... (recomponiéndose) ... Total, que Yoyo está virolo de la confusión, ya que no sabe si es presa de la lujuria o de la glotonería ...
(efecto: los pasos resuenan más duro)
YOYO (acezante): Claro que lo voy a morder ... Lo voy a morder hasta más no poder ... Por fin, malandrín Yoyo, tu verano vas a aplacar, pues esta Yuleidys que parece un pollo, te pone a corcovear, y como viejo caballo te pone a relinchar ... Ji ji ji jiiiiiiiiii ...
YULEIDYS: ¿Qué te sucede, extraño alazán? Parece que a competir fueras, en unas hípicas carreras, narradas por Alí Kán ...
YOYO: Ya me cansé de esperar por un mazapán ... Te poseeré, Yuleidys, así sea lo último que haga ...
YULEIDYS: ¿Tú como que no has oído que el crimen no paga? ¿Me robarás mi doncellez y me dejarás tartamudeando como a una gaga?
YOYO: Después  si quieres te puedes meter a vaga ... Pero ¾ más bien ¾después que eso te haga, te empatas conmigo como en una saga, y te monto un casino con una vende-paga
YULEIDYS: Ni que me mandes a Praga, luciendo una braga: ¡no soy una maga! ... Prefiero que me claves con una daga ...
YOYO: Con otra lavativa, te voy a clavar ... Trago saliva, y serás mía, porque eres mi diva, Yuleidys cautiva ...
YULEIDYS: Morir es lo que prefiero, antes que dejarme poseer, entonces te haré saber, zamurito refistolero, que mi corazón rumbero ¾ y cien por ciento minitequero ¾ pertenece a mi galán Róbinson Baldomero ...
YOYO: Me sabe a “cornflé”, tu novio bullero ... Prepárate ahora, a gozar como-é, porque llegó este ñero, tu amante primero.
YULEIDYS (asustándose): No, no, no me hagas eso ... ¿No prefieres más bien una hamburguesa con queso?
YOYO: ¿Será mejor que este manjar, que voy a disfrutar con embeleso?
NARRADOR: De pronto en eso ...
(efecto: se abre una puerta de golpe y se oyen rodar unos corotos)
ROBINSON (irrumpiendo): ¡¡Alto la acción o te dejo tieso!! Si te mueves, pillo sin cerebro, una pata voy y te quiebro, y tendrás que llevarla, embojotada en un yeso ... ¿Cómo te sonó eso? Hazme el favor y no te vuelvas a mover, porque The Power Chímbing es el Podiiiiiirrrrrr ...
YULEIDYS (aliviada): Róbinson Baldomero, amado mío: ¡¡Ya estaba yo a punto de hacer pío-pío, por culpa de este malandro frío!!
(fondo: shi-cú-shi-cú-shi-cú)
NARRADOR: Sí, queridos amigos ... Róbinson Baldomero, el súper-galán de esta radio-culebra, ha seguido con pericia de “petejoto” y sus chanclos de piel de jojoto, la pista que dejó tras de sí el secuestrador ... Intuyendo el peligro que corría su linda enamorada, le ha puesto corazón al asunto y ¾ más rápido que un marabunto ¾ ha recorrido el trayecto que lo condujo a la guarida de los rufianes de esta historia ... Pero Yoyo, el bobolongo y birriondo malandrín, no se da por vencido ... De un salto, agarra a Yuleidys Ramona (a-a-a-aaahhh), inmovilizándola y apuntándola con una pistola de regar matas ...
YOYO: Atrás, Róbinson Baldomero cabeza de delfín, porque sino a esta Yuleidys le voy a dar fin ...
ROBINSON (inmutable): ¿Estás loco, bellaco ruín? ¿Cómo la vas a matar con una pistola de regar jardín?
YOYO: Porque está llena de un ácido mortífero, por eso me doy este postín ... Los dos son mis prisioneros ¡por fin! (...) Cobro yo todo el rescate y se acabó este trajín ...
ROBINSON: Eres un bribón y un pillín ... Pero no te saldrás con la tuya ni que me dispares con un balín, en la esquina del Camarín ...
YULEIDYS (aterrorizada): Deja ya de discutir con este malandro chimbín, y bríncale como un puercoespín, para que me saques de este atolladero, mi salvador Róbinson Baldomero.
NARRADOR: Impelido por esta solicitud, Róbinson Baldomero salta con la agilidad de un Batman sabanero, exclamando su grito de guerra:
ROBINSON: ¡¡The Pówer Chímbing es el Podiiiiiirrrr!!
(efecto: jet volando + acordes de acción)
NARRADOR: Nuestro héroe vuela por los aires a semejanza de un F-16 atacando su objetivo ... Ya va a caer en picada encima del secuestrador Yoyo, quien aprisiona con una fuerte doble nelson a la bella Yuleidys Ramona (a-a-a-aaahhh) al tiempo que la apunta con una pistola de regar matas llena de ácido de baterías ... De pronto ...
YULEIDYS: ¡¡Cuidado, Róbinson Baldomero!!
(efecto: un cañonazo ensordecedor)
NARRADOR: Suena un disparo terrorífico ... Róbinson Baldomero, suspendido en el aire, se voltea y ve dos sombras siniestras y una doble risa, satánica, mefistofélica, luciferina, mandinguera ...
CHICUACO y TARA: Ja ja ja ja ja ja ja
(fondo: acordes en super tensión)
NARRADOR: ¿Quién ha disparado ese cañonazo que ha retumbado por doquier y que ha puesto a temblar todo el recinto como un majarete? ... ¿Podrá Róbinson Baldomero, en pleno vuelo rasante, esquivar el balazo asesino y rescatar a su amada de las garras de su opresor? ... ¿O, más bien, efectuará un aterrizaje forzoso estrellándose como un papagayo defectuoso? ... ¿Podrá Yuleidys Ramona salvar su doncellez? ... ¿O ya le habrá llegado la hora de que le den matica’e café? ... ¿Y Yoyo? (...) ¿Acabará, por fin, su largo y ardiente verano o seguirá, como de costumbre, recurriendo a los remedios caseros? ... ¿Qué será de la vida de Chicuaco Margarito? (...) ¿Será verdad que lo vieron de taxista en Pampatar? (...) ¿Dónde está Tara Ántula? ... ¿Por qué será ella tan mala estando tan buena? ........... Conozca las respuestas a todos estos misterios escuchando el próximo capítulo de esta radio-culebra que cada día se está enrollando más que una tragavenados haciendo la digestión en un alcornoque ...
El Bachiche de tu Amor
Una presentación de sus desodorantes Zum Bolita para la axilita y Zum de Pera para la sobaquera ...

domingo, 24 de octubre de 2010

Manitos, manitas




Manitos de plata

No reveló nunca su verdadero nombre. Apareció así como así, de la nada, en un tris, con su lobanillo afrentoso y sus manitos inquietas. Transpiraba un talante místico y furtivo, cual prófugo de jugarretas ardientes, cual peregrino carente de documentación refrendada, cual nómada asimilado desde genealogías anfibias. Total, con su sola calidad de santidades anónimas le bastaba y le sobraba.


Yo me la pasaba durante esos arenosos lapsos apoltronado en mi catatonia y en mi desnudez untada del cerote de varias lunas frente a la entrada de la Laguna del Pueblo. Un sinfín de mortales me observaba al pasarme por enfrente, bosquejando el mismo pensamiento: “Otro loco de carretera más”. Las muchachonas vivarachas me dispensaban requiebros y risitas al notar mi miembro de africano en primavera. Las viejorras gruñían y clamaban el auxilio de la autoridad para expulsar de allí mi exhibicionismo a la vista de todo el mundanal, o al menos por la caridad de mandarme a cubrir los pudores.

Una mañana calurosa de agosto lo vi emplazarse al otro lado de la maltrecha vereda, encaramándose encima de un huacal color de humaredas. Sus bucles trigueños rebotaban alegremente al compás de una luz cabal, a diferencia de mis intrincados tirabuzones de rastafarian cedulado. La ventolera le soliviantaba una especie de camisola hindú, confeccionada con un lino basto llegándole hasta casi la mitad de unos pantalones que habían conocido un azul redondo hacía ya muchas pero muchas jornadas. Yo lo observaba todo, como de costumbre, sin mover ni una molécula bajo la frondosidad de mi reincidente mata de mango y con siete ronchas de  inmundicias recubriéndome el carapacho.

Su perorata se estrenó con una contundencia que repercutía en el ajado asfalto como artillerías llamando a batirse por Troyas y Termópilas de mitología.

—Temblad, impíos. Vuestra hora ha sonado. Bien lo sentenció Jeremías en su oráculo, capítulo cuatro, versículo siete. Léanlo si no me creen, ¡ay canastos!: “El león ha salido de su cubil; el devorador de pueblos está en marcha; ha salido de su tierra para devastar la tuya y destruir tus ciudades hasta no dejar en ellas morador. Vestíos, pues, de saco, llorad y lamentaos: No se ha apartado, no, de nosotros, la ira de Yavé”.

Algún transeúnte se detuvo a escuchar. Unas doñitas canosas parecían admirar su desfachatez amolada al enarbolar una agrietada biblia. Manadas de rencos, tullidos, espaletaos, bizcos, tuertorros y demás damnificados de la vida comenzaron a irrumpir, implorando sanaciones. Las multitudes brotaron como el moho recubriendo mis rulos de locario momificado. Las palomas y torditos cesaron de cagarme yéndose a sobrevolarle, más bien, los entusiasmos a la feligresía del hombre de las manitos. Hasta los guau guaus se olvidaron de mearme para velarle las sobras al desbordamiento de chicheros, perrocalenteros, cotuferos, heladeros y fritangueros venidos desde Las Garcitas, Las Babas, El Verguero y aún desde más allá de los allases. En la desnudez de mi paralización llegué a sentirme como un Francisco de Miranda que, en lugar de protestar “¡Bochinche, bochinche!”, bramara catatónicamente “¡Rebusque, rebusque!”

Los fieles atesoraron recursos y le erigieron una carpa de cirquero. Desde adentro del encerado tronaban los cánticos, los ensalmes y los vítores al verificarse una cura. “¡Aleluya!”, gritaban en las mañanas. “¡Gloria a Dios!”, se escuchaba en las tardes. “¡Hosanna!”, entonaban en las noches. La afluencia no mermaba. El hombre de las manitos era un ánima del Pica Pica en vivo, aquí y ahora. El portentoso sanador del lobanillo afrentoso era un ánima del Taguapire a la carta. Tanta gente entrando al enorme toldo y nadie se preguntaba por qué no me curaba, a mí, de mi tiesura pornográfica. Probablemente era menester transportarme hasta sus predios, por mis propios pasos. O a lo mejor resultaba que todos, incluyéndolo, me confundían con una estatua de salmuera.

A las mujeres de cualquier laya las obligaban a llegar descalzas luciendo un sayón color de nubarrones ilegales, como si vinieran a pagarle promesas a un Nazareno patrio. El manitero no se daba abasto en sus ferias patronales de curaciones al mayor y detal. Habían finalizado sus días de errabundo. La Laguna del Pueblo era su Cafarnaúm, su Nazaret, su Lago Tiberíades, su Jerusalén sabanero. A mí ya ni los jejenes se molestaban en picarme. Bajo la carpa chupaban más y mejores nutrientes. Mi sangre debía tener un gusto a caca sicodélica.

Mas hete aquí  una noche en que  la multitud arribó con un ánimo no tan fervoroso. “Llegaron tus fariseos”, deduje. “Te tocó tu sanedrín llanerín, redentor del lobanillo afrentoso. Ahora te van a juzgar, azotar y crucificar en esta misma Laguna del Pueblo convertida en tu Getsemaní y en tu Gólgota de morichales y bejucales. Prepárate a rendirle tu alma al Padre que te ha abandonado, Mesías de las manitos”.

Agucé la oreja en dirección al barullo proveniente de la carpa. Me mentalicé para digerir las imputaciones enjundiosamente fundamentadas en supuestas violaciones a la Ley de Dios y a las Escrituras. Sus acusadores harían gala de profundos conocimientos de la Palabra, verdaderos exégetas y doctores como lo fueron, aunque usted no lo crea, Caifás y Anás. El redentor manitoso se defendería con la humildad y la reciedumbre íntimas de quien se sabe el ungido unigénito del Rey de Reyes. No podía perderme esta soberbia experiencia. Mis pies comenzaron a moverse, milagro del cielo. Las plaquetas de porquería que me revestían crujieron tras meses de habérseme fraguado encima. Me llegué hasta la churuata de lona, dejando tras de mí una secuela de ñoñas cloacales y preguntándome, “¿Quién habrá sido tu Judas Iscariote?”

Me acerqué y las voces cobraron nitidez. “Eso se llama legalmente estupro”, escuché una voz engolada determinar. “Seducción de menores, señores”, resaltó alguien como un latigazo en medio de la vocinglería. “Las forzaste a todas ofuscándolas con tus milagros de saltimbanqui veguero”, exclamó un cualquiera iracundo. “Ya veo los titulares a ocho columnas en Últimas Noticias y la Crónica Policial: ‘Iluminado gozón empreña a cualquier cantidad de carajitas en olvidada población interiorana’. ¡Ah malhaya un sátiro bíblico, carajo!”, se indignó otro. La carpa vibraba.

Sentí una ráfaga rebasándome por un lado. Una silueta grisácea se escurría hacia las sombras calurosas. Lo vi sumergirse  entre el berro de las aguas fétidas de la Laguna del Pueblo y alejarse flotando como un caimán rochelero, las pupilas amarillosas emergiendo del agua. De ahí se perdió tras unas penumbras agrestes. Sus perseguidores creyeron que había tomado el rumbo de la vereda y le perdieron la pista. Yo, impertérrito, regresé sin que nadie me importunara al refugio de mi mata de mango y una vez ahí me paralicé de nuevo.

Al poco tiempo me recogió una cuadrilla de Sanidad. Me despojaron de mis capas geológicas de cagajones y estiércoles a manguerazo limpio, con burda de jabón Las Llaves y unos cedazos hechos de tusa. Días más tarde, me vi en San Francisco de Macaira, vagabundeando por las calles junto a una catajarria de locarios de diversas patologías. Me habían deslastrado de la parálisis imponiéndome un coctel de Prozac, Xanax y quién sabe cuáles otras farmacopeas. Llegué a mejorar tanto que hasta logré conseguir trabajo como obrero pico y pala y como ajustero. Ahí fue cuando consideraron darme de alta. Conseguí un colazo y  retorné a la querencia.

Un impulso inexplicable me guió hasta la Laguna del Pueblo. Allí estaba la sombra exuberante de la mata de mango todavía, invitándome, sonsacándome, tentándome a dejarme paralizar otra vez, hasta que alumbrara el sol de los venados. La ensoñación comenzaba a sobornarme con una piquiña forastera. La ropa me ahogaba. Mi cuerpo imploraba una vez más el barbitúrico de la desnudez total. En eso llegó hasta mí la barahúnda.

Me restregué los ojos. Esperaba toparme de nuevo con la carpa. Pero no. Se trataba de un mitin electoral.  Los concurrentes acarreaban pancartas y lucían franelas con un distintivo diferente a los símbolos tradicionales de los partidos. No sé si me estaba volviendo miope o astigmático, pero la vista no me daba. Nuevamente mis pies se redimieron y me llevaron hasta el otro lado del asfalto. Ya no había más equívoco posible. Los carteles lo mostraban. La gente, varones y hembras por igual, lo desplegaba a ras de la epidermis con orgullo genético. El lobanillo afrentoso era su marca de fábrica. Todos eran sus hijos.


El hombre de las manitos descendió de una camionetota refrigerada. Agitaba los brazos con ínfulas de helicóptero plateado y de cuando en vez se sobaba el lobanillo afrentoso. El gentío, su prole, deliraba. Había resucitado de entre los muertos  y era el candidato ganador. ¡Púyalo!