martes, 24 de abril de 2012




Seniato de Troya
(o tracalea, que algo queda)
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Algún viejo refrán vernáculo asegura que una de las mayores vivezas en esta vida consiste en pasar agachao, como dicen los dominoseros (o dominocistas, si así lo prefieren). Mientras algunos se despepitan bajo el haz de los reflectores, apareciendo en las pantallas tras baterías de micrófonos y figurando en la prensa con galanosos ojitos monaguenses y su prestancia de presidentes de “asambleas nacionales”, otros, quizá más vivarachos, quizá más avispados, andan por ahí, agazapados, encubiertos, tirando la piedrita y escondiendo la manito. Paso y gano. Barájamelo otra vez.
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Les conviene a estos bichos que la atención se concentre en otros potreros. Que todo el mundo piense “por allá jumea”. No es para menos. La metástasis, se comenta abiertamente, lo invadió todo, aunque muchos por ahí permanecen escépticos, preguntándose: ¿no será una caña del tamaño de la galaxia, para hacernos pecar de incautos, zumbándonos sin anestesia todo este teatro de piedad inducida y conmiseración majunchosa? Sendo pote de humo, pues. O a lo mejor es verdura el apio, y fijémonos en el ejemplo del tío de las barbas,  el súper chulo habanero, quien lleva estirando la pata más de seis años y todavía sigue fuñendo, enfundado en su mono Adidas. Hasta a Ozzie Guillén le fregó la paciencia, nojile. El comediante gringo Bill Maher dice que el chivudo chupa dólares (dólares de nosotros, los venezolanos, by the way) se parece a una viejita judía cualquiera jubilada, de esas que abundan en Miami como garrapata en ñescla de guau guau realengo. ¡Me acuesto con el doble tres y exclamo: triste orejón pat’e perro!
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Pero regresemos con Seniato de Troya, que la vaina es seria. Todo el mundo se hace lengua de que el hombre de los reales en el “proceso” es el inefable Ojitos lindos. Que, junto a él, los drogogenerales son quienes mueven el billete hereje. Que por esa razón están bajo la lupa de la DEA, Interpol y los principales cuerpos de seguridad del primer mundo (ya hablaremos de esto más adelante). Y, mientras tanto, el mimético Seniato de Troya se la pasa, hecho el zoquete, reptando bajo cuerda, cuadrando sus trácalas, sin que muchísima gente sepa de sus andanzas. Pero por aquí jumeó y lo capturamos. Cújelo, Fifí. ¡Unare que va pa’ Coro!
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Seniato ha amasado el biyuyo grueso, anudando alianzas estratégico-financieras de primer calibre. Su paso por la gran recaudadora, devenida bajo esta chorocracia en centro de extorsión gangsteril, lo ubicó en primer rango de los favores de la verruga parlanchina. Aun con el precio del petróleo por las nubes, aun con la mazamorra gorda del mayoreo de sustancias prohibidas, en sociedad con farrucos y elenos, la voracidad de rial de la verruga tonante es insaciable. Seniato se convirtió en el principal ordeñador de ricachones, comerciantes y, no faltaba más, de la ensanguchada clase media venezolana. Date duro con la cochina, ¡oinc!
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Simultáneamente, Seniato se labraba una fama de “ejecutivo eficiente”, algo verdaderamente insólito en un régimen signado por la piratería desbordada, tanto profesional como vital, de sus principales figurantes (empezando por la verruga lengüetera que ni siquiera pudo aprobar el curso de estado mayor). Seniato se auto esculpió el renombre engrasándole la manopla a más de un gacetillero o, dicho en cristiano viejo, ejerciendo el antiguo vicio conocido en los ambientes mediáticos como palangre. Tan inmaculados que se las daban estos comunisticas cuando llegaron al poder, pero cómo les gusta la manguangua. ¡Tengo un violín, pero de puros dobles!
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Seniato anda procurando reuniones con tutti le mundachi, por aquiles y por ayala. Dentro de la chorocracia, ha asegurado el cuasi monopolio de la importación de carne, dada en prebenda exclusiva por su verrugona majestad, con quien, por supuesto, pica la cochina. Ese bisté, ese churrasco, esa punta trasera, esa carne de hamburguesa que usted acaba de engullirse, amigo lectorísimo, llegó a sus muelas y se arrocheló en sus tripas gracias a las artes importadoras de Seniato quien, por si fuera poco, disfruta de impunidad para meter por las aduanas lo que se le antoje, sin pagar arancel, of course. Su principal socio es un arábigo a quien mientan Traketo, el rey del contrabando, súper rico de la noche a la mañana y no por causa de su cadena de tiendas traketas. Todo un dúo dinámico. ¡Aporréame esa cabeza de dos, Dulce María!
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Traketo es testaferro de Seniato. Son uña y mugre. Y lo que les gusta a ambos es míster Dólar (como a la verruga maledicente). Traketo sale en las páginas sociales, desplegando su prosperidad. Traketo adquirió casa de playa en una república caribeña, en zona muy, pero muy exclusiva. Traketo le engrasa la manopla al viejo cubiche constructor de misses. El cubiche de las misses siempre ha chupado de Cisneritos. Ahora el cubiche chupa igualmente de Traketo. El cubiche y Traketo son panas, además, de un personajillo muy ligado a las sonadas barraganas de tiempos no tan lejanos. El personajillo fue un muy reputado cortesano de presidentes y conserva, cultiva y multiplica con primor su cartera de contactos con figuras que han estado, están y, presumiblemente, estarán en esferas de poder. Nuestro personajillo, no obstante, siempre se coloca detrás de bambalinas. Solo quienes han tenido información íntima de los juegos de poder desde la era CAP I han oído de los andares del personajillo. Todo un componedor de la comarca, pues. Todo un especialisto en trajines y enchufes, siempre  pasando agachao, caracha negro. La tramoya a referir, entonces, es como sigue: el cubiche y el personajillo, mediante sus conexiones y encantos, atraen a gente del sector “oposicionista”. Traketo los transporta en su jet privado hasta la mansión caribeña y allí se producen los cónclaves con Seniato. ¡Mejor que una tranca de sesenta puntos!
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Seniato solicita de los “oposicionistas” el máximo sigilo. El “presidente” no sabe nada de esto, asegura, y si lo supiera tendría Seniato que padecer graves consecuencias. Esta reunión es producto de su propia iniciativa, recalca. Hay que mantener los puentes abiertos. Cualquier cosa puede pasar. Hay mucho comecandela suelto de lado y lado. No es buen clima para los entendimientos, subraya, pero no hay que ser una lumbrera para entender que está hablando de negocios, de eso que llaman los gringos el bisnes. Yes, pitingli. Si el “presidente” llega a saber de estos encuentros le corta la cabeza, repite. Y cabeza no retoña, como le dijera Llovera Páez a Pérez Jiménez el 23 de enero de 1958 en la madrugada, cuando lo convidaba a coger la trilla porque Venezuela se les había alzado. Entonces, como quien no quiere la cosa (y dependiendo de la jerarquía del contertulio), Seniato ofrece, para suavizar el coloquio, colaborar, lubricar, arrimar la canoa. La campaña sale costosa. Estar alejado del presupuesto nacional equivale a muerte lenta. Estar en oposición es como hacer dieta impuesta. A todos nos gusta la carne resueltota. Seniato acerca un maletín, modelo Antonini Wilson, si el cófrade está en las grandes ligas “oposicionistas”. Seniato promete contratos de obras. Seniato pone sobre la mesa exenciones aduaneras y tributarias. Seniato sugiere arrimes a las movidas. Seniato se las sabe todas. Seniato está encabezao por ambas puntas y ahora juega solo.
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Seniato anda hoy por todo el país, contactando gente. Adonde llega, alguna personalidad de relevancia local o regional, rico de los de antes o boliburgués de nuevo cuño, lo recibe. Usualmente en conciliábulos bien selectos, con escogidos invitados, sin importar la procedencia política (oficialistas, democráticos, ni-nis), con ágape incluido, papa y bebida finas, hablando casi en susurros. Seniato, en ese aspecto, es discreto. No alza la voz. Hasta se atreve a compartir algún chiste sobre “nuestro presidente”. Y ofrece y ofrece. Negocios opíparos. Lomito resueltote. A todo el mundo se le hace agua la boca. ¡Los mirones son de palo!
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A uno que ha visto tanta vagabundería, sobre todo en estos últimos catorce años, le sale preguntarse: ¿no será todo esto una jugarreta maquiavélica más de la verruga hablachenta y sus chulos cubanos? El “magistrado” cachetón lo acaba de enfatizar, a las puertas de la DEA: aquí no se mueve ni una molécula de gamelote sin que la verruga ñangarosa (y los chupasangre cubanos) no se entere. Desde este mi rincón de coleado irredento en saraos seniateros, campaneando mi güiscacho y clavándole el colmillo a unos tequeños de fromage, observo y calibro a Seniato, queriendo emular a la verruga demagoga en lo que tiene de embaucador y encantador de serpientes. Casi todos los circunstantes están que largan la baba. Pero, como decía la vieja guaracha de Billo: “Tú no me engañas”. Seniato, resiete bandido: ¡te estoy cazando el juego! ¡Aquí les meto este zapatero, a ti y a la verruga corrupta!

martes, 17 de abril de 2012

Grandilocuencia entre epóxidos
Emilio Arévalo Quijote (XI)


por: Nicolás Soto

Los futuros no realizados son solo ramas del pasado: ramas secas.
Ítalo Calvino, Las ciudades invisibles





Palmetazos e interfectos
                        
Pactado el cese al fuego, a las seis de la tarde del 22 junio 1921, las tropas rebeldes desocuparon Guasdualito, pernoctando en un sitio llamado Vara de María. Emilio Arévalo Cedeño creyó retornarían a la antigua Periquera muy de mañana. Pero, siendo el mediodía del 23, recibió la orden de su comandante en jefe, el general y doctor Roberto “El Tuerto” Vargas de marchar rumbo al sector Las Angosturas.
                       
Según EAC, “la indignación de toda la fuerza era unánime, y yo tuve que evitar un atentado contra Vargas, el cual fue increpado por varios oficiales, que se contuvieron porque la autoridad moral del Doctor Carmelo París y la mía, los (obligó) a permanecer tranquilos, para evitar más males a nuestra causa. Vargas fue despedido para irse a Colombia por la vía de Arauquita”.
                       
¿Tuvo razón “El Tuerto” Vargas al sancionar el abandono del asedio? Se conocía el inminente despliegue de varios contingentes gomeros con ánimo de contraofensiva. De hecho, aprovechando el alejamiento de los atacantes por el armisticio acordado, más la discordia entre los jefes insurgentes (todo un secreto a voces), el 24 en la mañana irrumpió en Guasdualito el general gobiernero Sálvano de Jesús Uzcátegui a la cabeza de trescientos efectivos.
      
Ido  “El Tuerto” Vargas y ahora sin rivalidades por la máxima jefatura, Arévalo contramarchó, intentando recobrar la plaza. Una vez en las afueras del poblado, en la tarde del 24, dirigió una misiva al general Benicio Jiménez, instándolo a rendir la posición, como había sido acordado antes de la tregua. Pero la tortilla se había volteado. Los defensores gomeros se habían robustecido. Los combatientes arevaleros, por el contrario, se hallaban exhaustos y carentes casi por completo de municiones y de víveres. Benicio Jiménez, sabiéndose poseedor de los mejores naipes de esa partida, le replicó el 25: “Recibí su carta (…) en la que me pide Ud. la entrega de la plaza, lo cual no me lo permiten mis condiciones de soldado que sabe cumplir con su deber”.
                      
No le quedó otra cosa a Arévalo Cedeño sino ordenar la retirada ese mismo día. El 28, a las tres de la tarde, llegaría a Guasdualito Vincencio Pérez Soto. El 29 lo harían Hernán Febres Cordero y Manuel Sarmiento. Y si la cosa se ponía harto seria, hasta el mismísimo Eustoquio Gómez, el sanguinario primo del sátrapa, bajaría desde las alturas tachirenses para aplastar la insurrección.
                  
El jefe guariqueño, prudentemente, ya había decidido descender a Elorza. En el ínterin,  “El Tuerto” Vargas había cruzado la frontera. A posteriori, remitiría una carta donde cargaría de culpas a Arévalo por el fracaso del movimiento: “Usted en su desatentado  decir mal de mí va hasta hacerse daño a sí mismo, y en su afán de hacerse notable ha aventado a todos los rumbos la desgracia para la revolución de esta frontera. Bien dijo en Cravo Norte, a su asilamiento, el Dr. París a Luis Felipe (Hernández): Arévalo Cedeño es un maquiavélico. A sus intrigas se debe todo, todo lo sucedido”. A lo que respondería EAC con una Orden General de fecha 6 julio 1921, en el cuartel del hato Santa Elena, a seis leguas de Elorza: “Ordeno a todos los servidores de la Revolución Constitucionalista (…) la captura de Roberto Vargas y Alfredo Franco, para que respondan ante un Consejo de Guerra, de su conducta cobarde y traidora para con la Revolución”.
                      
Malhadado sino de, prácticamente, todas las lidias contra despotismos omnímodos en nuestra Historia: quienes más unidos debían ejemplarizar, más disociados se comportaban. En este caso, desgraciadamente para la patria y afortunadamente para el Benemérito truhan, dos luchadores de tronío se querellaban. Por un lado, el adusto orticeño con su nube en el ojo (de ahí su mote de “Tuerto”) quien, eventualmente, inspiraría a Rómulo Gallegos el impávido personaje de Juan Crisóstomo Payara en Cantaclaro; por el otro, el quijotesco e incansable vallepascuense, modelo de irreductibilidad en la lid contra la opresión gomecista. No debería haber sido así, pero lo fue. Lástima.

Vidriosas malarias
                        
Atrás quedó Guasdualito, con su guarura opaca de cadáveres inmolándole al sol una riada de ojos agobiados de un glaucoma cenizo. Y el hedor apremiante que ameritó galones, retobos y taturos rellenos con las aguas marrón tamarindo del Apure para disiparse. Orgía piche para los zamuros y las alimañas. Festín carroñero para El Bagre dueño y señor de Venezuela.
                   
Cabe preguntarse, ¿por qué no fue aniquilada la tropa liderada por Arévalo Cedeño? Aparentemente, la razón estribaría en las rivalidades intestinas de los jefes gomeros. Con el capo de la “rehabilitación nacional” ranchado bien lejos, en su bien amado Maracay, los subalternos se lanzaban piquetazos de alacrán. Pérez Soto, supuestamente, le tenía ojeriza a Febres Cordero y lo llamaba despectivamente Car’e Gallina. Decidió permanecer en Guasdualito mientras ordenaba a sus subordinados iniciar la persecución de Emilio Arévalo y de Roberto Vargas, según telegrama oficiado a Gómez: “Yo personalmente no tomé el mando de esta gente pues (nosotros, es decir, Briceño y Pérez Soto) somos los únicos medio capaces (…) Mientras tanto, yo (Pérez Soto) me encargaré de expugnar las montañas de Arauquita, si Vargas no se ha ido vía Tame”.
                    
Guasdualito también representaría, también y al igual que para “El Tuerto” Vargas, la última acción guerrera de envergadura en el palmarés de Pedro Pérez Delgado, el montonero portugueseño conocido como “Maisanta”. José León Tapia relata en su biografía del personaje, El último hombre a caballo, el desencanto del guerrillero: Malditos sean los doctores y todo aquél que aprovecha la guerra para ver si llega arriba a costa de los de abajo”, habría exclamado, poco antes de partir hacia Elorza al mando de una columna de veintidós hombres. “Juro que no daré un paso más al lado de estos carajos”, remató. La desilusión le haría pactar su entrega al régimen gomecista, enviándole cartas de sumisión al autócrata (“Le repito mi juramento de que soy su amigo leal y de que estoy dispuesto a probárselo”) que, a la postre, no le valdrían de nada, pues fue a dar con sus huesos al Castillo de Puerto Cabello, donde moriría con los pies engrillados (y probable víctima de envenenamiento con vidrio molido, servido a cuentagotas) en 1924. Por ahí medraría alguno que otro supuesto y verrugón descendiente de este guerrillero semibárbaro, quizá incubado en un polvo relancino y mal echado entre gallos y medianoche, deseando cobijarse con sus malogradas e incompletas glorias. “El Tuerto” Vargas, por su parte, denostó en el exilio de sus antiguos camaradas de armas, logrando —en 1925, gracias a la amnistía general auspiciada por oficios del secretario privado de Gómez, Francisco Baptista Galindo— la aquiescencia del sátrapa para retornar al suelo patrio y ocuparse de su abandonado latifundio “Corocito Varguero”, en jurisdicciones barinenses.
                   
Sin darse tiempo para melancolías, EAC reagrupó el remanente de la hueste rebelde y, luego de cinco días de marcha, ocupó Elorza con la intención de guarnecer el paso del Arauca y la vía hacia Colombia, acopiar fuerzas y vituallas, y, sin despilfarrar tiempo, hostigar, hostigar y hostigar a la tiranía.
                   
Estaba claro: la testarudez antidictatorial de Emilio Arévalo Cedeño no era flor de un día. No se iba a rendir nunca. Juan Vicente Gómez no podría dormirse en los laureles. La lucha continuaba.

Pedro Pérez Delgado (a) “Maisanta”; Ospino, Portuguesa, circa 1881; Puerto Cabello, Carabobo, 8 noviembre 1924
@nicolayiyo