domingo, 23 de noviembre de 2008

Sesentera y va que chuta

La pelota es redonda… …y la arepa como que está cuadrada.

Con esta vista de águila que me gasto, no hay bate quebrao que valga.

Te cambio esa cachucha del Caracas por esta que cargo puesta, Zuleidys Yolandita.
El malogrado “Látigo” Chávez perdió la vida en 1969, cuando “El Coloso” de Viasa se estrelló en Maracaibo. Iba rumbo a reportarse con los Gigantes de San Francisco.



Al correr de los juglares

Sesentera (III)

por: Nicolás Soto

Muchacho es sinónimo de actividad física incansable. Nuestras expansiones incluían monear matas, jugar metras, policía librao, perinola en sus diversas modalidades (p’alante, p’atrás y martillo), trompo, gurrufío, volar papagayos, patinar en diciembre sacándole chispas a las ruedas en la bajada de la plaza Bolívar hasta la avenida Táchira por la calle Atarraya y, por supuesto, las caimaneras.

Entre varios lográbamos reunir guantes, mascotas, mascotines (perennemente teníamos déficit de todos ellos para los zurdos, quienes lograban jugar volteándolos), bates a menudo astillados y claveteados “n” veces hasta sacarles el nepe (a falta de buenos toletes no caía mal un cabo de hacha reciclado), y, no faltaba más, la pelota “de Spalding”, la cual casi siempre había perdido la envoltura de cuero cosido original y, por consiguiente, la forrábamos con teipe para que el embobinado de hilo no se deshiciera. Con toda la parafernalia reunida, por fin podíamos cantar ¡Pleybol!

Los sitios donde nos reuníamos eran fundamentalmente tres: el campo Bolívar, en el presente ocupado en buena parte por la prefectura en la avenida Libertador entre Bolívar y Las Flores; el campito del Liceo, donde usualmente nos coordinaban los inolvidables profesores Gustavo Fermín y Coleman Felser[1]; y un lote baldío en los predios de lo que hoy en día es Alfallanos (en aquel entonces, a toda esa zona la llamábamos La Laguna de Baltasar).

¿Qué decir de la emoción y diversión que nos embargaban? Las anécdotas abundan, pero por ahora me limitaré a evocar dos. El actual pediatra infectólogo Juan Félix García cubría el jardín derecho. El hoy ingeniero Rafaelito González Rojas descargó un potente elevado hacia esa zona y la bola parecía que bañaba a Juan Félix, quien corría y corría, quitándose la gorra para tapar el sol y mejorar la visibilidad. Cuando ya comenzábamos a celebrar el jonrón, ¡zuás!, la pelota le cayó dentro de la cachucha a Juan Félix… ¡y se armó la sampablera! ¡Chepa!, ¡Lechudo!, fueron los gritos que más se oyeron.

La otra. Veníamos un domingo en la tarde, después de una caimanera, con el sol inclemente del llano atarrayando, muertos de la sed por la calle Guasco diagonal a la catedral. Alguno exclamó: “Si hubiera alguna bodega abierta, me tomaría quinientos frescos”. De repente se abrió una ventana y emergió el bigote hirsuto del turco Kifa: “Baisano, base adelante. Mí no cierra nunca”. Y a beber colita Grappette se dijo.

De esa época proviene también mi devoción por la pelota. Recuerdo la primera Serie Mundial que oí por radio: 1964, los Yankees de Mickey Mantle y Roger Maris caen ante los Cardenales de San Luis, con Bob Gibson (quien ya había jugado en Venezuela) en plan de verdugo desde la lomita. La narración de Buck Canel y Musiú Lacavalerie llegaba, gracias a La Cabalgata Deportiva Gillette, a través de Radio Rumbos con el típico güergüereo y los pillidos de las transmisiones de aquella época. Pero uno gozaba un puyero escuchándolas e intercambiando las barajitas de los peloteros.

Estando en Caracas, importunaba a mis hermanos mayores para que me llevaran al estadio de la Ciudad Universitaria. Eché mis dientes beisboleros viendo en acción a Luis “Camaleón” García, Isaías “Látigo” Chávez, Pete Rose (en su año de novato jugó segunda con el Caracas), Ken Harrelson, Luis Aparicio, Diego Seguí, Vitico Davalillo, César Tovar, Luis Tiant, entre otros, y empecé a cogerle cariño a la reaparecida nave turca. En la temporada 1964-65 fue dirigida, primero, por Sparky Anderson (¡lo despidieron por haber perdido como diez partidos seguidos!) y, luego, por el “Chico” Carrasquel. Si mal no recuerdo, llegamos de úuuuuultimos. Pero no importa. El cariño seguirá siendo el mismo y la pelota seguirá siendo redonda.

Así se pone “El Pollo” Arturo Coronil cuando canta el tercer strike y el ponchao no quiere aceptarlo.

[1] Coleman Felser llegó al Liceo “José Gil Fortoul”, junto a la profesora Judy Nelson, a mediados de los sesenta. Ambos eran profesores de educación física y miembros del Cuerpo de Paz, creado por John Kennedy al igual que la Alianza para el Progreso, en una especie de continuación de la política del “Buen Vecino” de Franklin Delano Roosevelt. Después de su estadía aquí entre nos, supuestamente sirvió en la guerra de Vietnam donde falleció.

sábado, 22 de noviembre de 2008

Dueto de mociones

Todos los dictadores adoran el armamentismo


Parieron los artrópodos


Dueto de mociones


por: Nicolás Soto


Binomio de proposiciones. Duodeno de propuestas para el debate. Venzo la abulia y escrituro.


Primo, tomemos las recientes experiencias electorales, auspiciadas por la dictadura de nuevo cuño entronizada en la patria de Andrés Bello, y analicemos. La disposición de que basta con disponer de una mayoría relativa precaria, escuálida cuando mucho, implica que los cargos otorgados supuestamente a través del sufragio no alcancen un nivel de representatividad que avale el nombramiento. De ser ciertas las cifras del consejo electoral chavetón, impregnadas como están de timo y dolo, ningún funcionario electo cuenta con un amplio cimiento de legitimación. ¿Son suficientes un veinte por ciento de la votación efectiva, si acaso un treinta por ciento, cuando mucho un cuarenta por ciento, para suscribir la legitimidad del aspirante pretendidamente electo? Ahí están los jumentos de la denominada “asamblea nacional” como paradigma de la no representatividad.


Esta dispersión de la voluntad del electorado ha provocado la irrupción de aspiraciones irracionales que socavan el principio de la necesaria unidad para vapulear los cada día más graves problemas que afrontamos. Alrededor de la retreta de candidatos (muchos de ellos no muy santos que digamos) se han sedimentado mesnadas de veteranitos y bichitos, habilísimos calentadores de oreja y gorreros de grueso calibre, con las pezuñas en stand by para ponerse “donde haiga”.


¿Una posible solución? Después de sobrevivir al actual disparate (que finalizará tarde o temprano, por re o por fa), habrá que implementar, en el nuevo orden institucional que sustituya a ese monumento a la piratería hermenéutica que es la constitución chavetona, la elección uninominal y a doble vuelta para todos los cargos, ejecutivos y legislativos. Así, pongamos por caso, en la primera vuelta podrán lanzarse todos quienes se sientan llamados a la liza electoral, con posibilidades o no de cautivar la atención del electorado. Si nadie logra mayoría absoluta, entonces, los dos más votados pasan a la segunda vuelta y privará el principio de “la mitad más un voto” para ser ungido. Por el lado parlamentario, esto acarreará el definitivo fallecimiento de los pavosísimos métodos de listas, planchas, morochas, kinos y demás arquetipos de la tracalería en función política. Asimismo, con la elección uninominal los partidos y demás movimientos proselitistas deberán agudizar sus antenas para ubicar y captar a los líderes natos en cada comunidad específica, y no al revés, como viene sucediendo hasta ahora.


Secondo, agárrense duro los partidarios de la salida inmediata del demagogo ignorante y corrompido (d.i.c.). Viene rodando con más fuerza cada día la siguiente tesis (a ver qué opinan ustedes): ahora que la crisis provocada por el despilfarro y la ladronería del d.i.c. se torna inocultable (“nos agarró con los calzones abajo y las nalgas peladas”, como dicen en el llano), dejémoslo que se cocine en su propia salsa. Que le reviente en su cara hinchada y verrugona todo el tifón del desnalgue que, hasta ahora, estaba camuflado tras los ascendientes precios del petróleo. Es previsible que, dada la archiconocida cobardía del interfecto, cuando los nubarrones se tornen bien negros (presumiblemente después de la elección y la navidad), pretenderá huir, hacia atrás (¡sóbalo ahí, capitán Alfredo!) o hacia delante, lanzando espumarrajos contra los golpistos y golpistas, escuálidos y escuálidas, imperialistos e imperialistas, bla bla blá.

Sería labor nuestra, pues, atribuir las culpas a quien verdaderamente corresponde. De esta forma, quedaría maculada para siempre la supuesta “popularidad” del reyezuelo, constituyéndosele en pesado lastre para un anhelado comeback político (como el experimentado en abril 2002) y, por supuesto, prueba irrefutable para su comparecencia ante la justicia. Esta bancarrota general, sobre todo en el orden ético y moral, debe quedar autenticada como hija legítima del tiranuelo. Y sólo de él.

Mientras tanto, a arremangarse los calzones y las pantaletas que el joropo es vergajiao. He dicho.