sábado, 31 de julio de 2010

Puertas de Galina


El poeta Alberto Hernández nació en Calabozo (1952)

La espina del sésamo
Galina, su luz, sus puertas
por: Nicolás Soto

J'expliquai mes sophismes magiques avec l'hallucination des mots

Arthur Rimbaud

                        Los seres del privilegio avizoran universos ignotos y panoramas vedados al resto de los mortales. A través del sortilegio del pensamiento enarbolan hitos hasta entonces desconocidos. Pero, no nos pretendamos excluyentes. A lo mejor todos los humanos gozamos de algún privilegio inconfundible. El reto consistiría en proyectarlo y, así, lograr el reconocimiento del prójimo. Que se nos singularice en nuestro comercio específico es vocación y llamado.
                            Me desdigo. Excluyo ex profeso a los paladines de la ambición, a los alejandrosmagnos y napoleonesbonapartes de la Historia, galanes hidropónicos del derramamiento de sangre. ¡Llévatelos, Mandinga! Más bien reivindico a los héroes del conocimiento y a los paladines de la sensibilidad. Mi Olimpo incluye indistintamente a Galileo y a Leonardo, a Newton y a Shakespeare, a Madame Curie y a Marguerite Yourcenar, a Rafael Rangel y a José Antonio Ramos Sucre. ¿De eclecticismo acomodaticio hablamos? ¿O de visionarios de un Grial polivalente?
                            Asumamos, pues, la túnica del iluminado apto para mondar la esencia subrepticia de las cosas tangibles y de las inmanencias del espíritu, y habremos develado el misterio poético. ¿Por qué el talismán del verbo dota a los poetas de esa aura a ratos mítica (o mística), y otras veces más familiar que un amuleto doméstico?  La lengua, cualquier lengua en suma, se reviste mediante la poesía de donaires pertinaces para fungir de portal al gran idioma, según aseguraba Carlos Monsiváis.
                            He aquí a un poeta nuestro, Alberto Hernández, convidándonos a trasponer unos umbrales donde La resurrección entra y sale por los ojos/ de la estatua. Galina va y viene en un periplo de salmos, al garete de sombras castizas arrastradas desde el Medio Oriente y fluyendo, como punto de espasmo, como sombras empujadas hacia el río Tiznados.


                            Los pórticos van quedando atrás, uno tras uno, transfigurando desvelos y paisajes, desenhebrando melancolías, sudando agonías y conjurando a la bestia que agotó el hueso de la muerte. Ya consumidos los senderos, el rechinar de los goznes de los postigos secretos de Galina y Salamanca, en sucesión de silencios, nos permiten paladear el impudor del ethos poético de Alberto Hernández, puerta a puerta, verso a verso.
                            Yo sabía que Alberto Hernández pertenecía al cosmos de los visionarios. Cuando éramos monaguillos, allá en nuestra Valle de La Pascua natal, solía ensimismarse en mutismos desbordados. Al recobrar el habla, tras un aluvión de certeros latinazos impuestos por la liturgia romana de aquellos ayeres, Alberto nos guiaba en romerías de metáforas. El poeta de alto coturno en ciernes delataba precocidades: para hablar basta el silencio, / en sus pasos seguros, vibraciones. Poeta naciste, poeta morirás. Poeta de pasadizos y portones concediendo entrada a una atalaya irrebatible, muy tuya.
                            Puertas de Galina es un recorrido a través de claroscuros, escalando umbrales, porque una puerta abre el temor / y el tiempo lo sabe. El verbo se convierte en un ariete de trashumancias, permitiéndonos aprehender geografías, ires y venires, tiempos y sueños, pesadillas y plasmas de nomadismo. Alberto Hernández lo resume en el último verso de su obra: El mundo se rompe bajo mis pasos.

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Alberto Hernández, Puertas de Galina, Editorial Memorias de Altagracia, Caracas 2010.

sábado, 10 de julio de 2010

El bachiche de tu amor cap. 03 (II)



Un verdadero diluvio de llantén y moco.




Tara Ántula coronó a Chicuaco Margarito con una cornamenta tipo venado king size. ¡Gózalo!

El Bachiche de tu amor 




CAP III

(fondo: acordes tensos)

NARRADOR: Nuestra parejita romántica ha ganado, en buena lid, la guerra de minitecas. Han subido al estrado a recibir su premio, sin percatarse que el diabólico Chicuaco Margarito ha colocado, encima de ellos, una pesada plancha de cemento con la intención de transformarlos en cachapas. Bastará con sólo apretar un botón y la parrilla de luces cederá, dejando caer la masiva lápida que convertirá a nuestros héroes en papilla. ¡Qué mantequilla! El presidente del jurado inicia la ceremonia de premiación.

(Fondo: shi – cú – shi – cú – shi - cú)

PRESIDENTE: Es para mí un bemol, qué digo, un tenor, qué digo, un honor, entregarles este bello gremio, qué digo, este bello premio por haber ganado de manera tan bruta, qué digo, de manera en Cabruta, qué digo, de manera absoluta, esta guerra de minitecas en este club de bembones, qué digo, en este club de cor-leones, qué digo, en este club de pe-leones. ¡Aplausos, mis hijos! (ovación)

NARRADOR: Emocionado, Róbinson Baldomero coge el trofeo y lo lanza por encima de su cabeza. La bella Yuleidys Ramona lo observa, arrobada.

ROBINSON: ¡The Pówer Chímbing es el podiiiiir!

YULEIDYS: ¡Cuán orgullosa me siento de ti y tu premio! ¡Lo celebramos en El Bostero, Róbinson Baldomero!

NARRADOR: La mala de la partida, la sensual y ladina Tara-Antula, consorte de Chicuaco Margarito, no resiste más la impaciencia y le ordena a su palmípedo enamorado...

TARA: ¡Ahora es el momento! ¡Aprieta el botón!, Chicuaco Margarito, y escachápalos como un cochino camacito.

CHICUACO: Tus deseos son órdenes, mi reina. Apretaré este botón y los dejaré como un machete tocón. ¡Ahora! ¡Les llegó la hora!

(fondo: acordes super-dramáticos)

NARRADOR: El luciferino Chicuaco Margarito ha apretado el botón. El mecanismo se activa y la pesada plancha de cemento está a punto de ceder a la ley de salvaguarda, qué digo, a la ley de gravedad. Se escucha un chirrido metálico al cimbrarse la parrilla de luces.

(fondo: zumbidos de metales en tensión)

YULEIDYS (aterrada): ¿Qué es eso que amenaza con desplomarse, mi bello galán? Estoy asustada, pues no deseo ser aplastada como un mazapán.

ROBINSON: En peligro estamos, mi casta paloma, de que nos desintegren el cromosoma. Mas no te inquietes, mi dulce alhaja, pues impediré que te apisone esa inmensa laja.

(fondo: acción y emoción)

NARRADOR: El intrépido Róbinson Baldomero, más veloz que el rayo, se lanza cual Tarzán, y enseguida, con habilidad de trapecista maracucho, se guinda de una de las guayas que sostienen la parrilla de luces. Columpiándose con la energía de un titán, su hercúleo esfuerzo impide que la parrilla ceda ante el peso de la plancha de cemento, pero ésta, dotada de inercia por la fuerza ejercida, se desplaza ahora lateralmente hacia la próxima parrilla de luces, esta última encima de la miniteca Shi-cú-shi-cú, propiedad del traicionero Chicuaco Margarito.

(fondo: siguen los metales chirriando)

CHICUACO: ¡San Gerónimo Resteado, mire que estoy salado! La plancha me va caer encima y me va a aplastar los equipos. Y para más ñapa, ahora me dio hipo...Hic..Hic...Hic...

(fondo: silbido de bomba cayendo)

(fondo: espachurramiento)

NARRADOR: La descomunal mole de cemento ha aplastado a Chicuaco Margarito, dejándolo como estampilla. El gallardo Róbinson Baldomero, destilando nobleza, acude presuroso a prestar ayuda, dejando a solas, por un instante, a la primorosa Yuleidys Ramona.

(fondo: acordes amelcochados)

ROBINSON: El deber me llama, amada de mi corazón. Tengo que acudir ligerito para rescatar al Chicuaco Margarito que, por motolito, fue espachurrado de sopetón.

YULEIDYS: Acude presuroso, oh amado fino, antes de que tu rival minitequero nos deje el plumero, sin mucho desatino, como si fuera un cochino que viera llegado su sábado postrero. Vé, Róbinson Baldomero.

ROBINSON: Me voy entonces, para ese potrero a ayudar a ese infeliz y sin importarme un desliz, levantaré esa piedra en un tris y demostraré, no importa el cariz, que tú eres mi corona, linda Yuleidys Ramona.

YULEIDYS: Vuela y rescátalo ya, yo te aguardaré sentada allá. Y, mientras tú resuelves el embrollo, me comeré tres empanadas y un bollo que me está fiando sin mucho rollo, este perrocalentero a quien llaman Yoyo.

NARRADOR: El dinámico Róbinson Baldomero marcha en un santiamén a dirigir el rescate del malogrado Chicuaco Margarito. Pero, a todas estas, la malvada de esta historia la despampanante Tara-Antula, está, tras bastidores, observando detenidamente a nuestra heroína.

(fondo: acordes peligrosos)

TARA (aviesa): Eso es, quédate sola cual vulgar mirona Yuleidys Ramona. Por ser tan glotona irás en chirona, secuestrada en medio de este bochinche, pues ignoras que el perrocalentero es mi compinche...

NARRADOR: Así mismito es. Nuevamente el peligro acecha a la bella protagonista de esta historia. No pudiendo confiarse por completo por causa de las torpezas de Chicuaco Margarito, la maléfica Tara-Antula ha concebido su propio plan para secuestrar a Yuleidys Ramona mediante un perro caliente rebosante de un poderoso soporífero. Nuestra virginal heroína, ignorante del ardid, se acerca, sin aprensión a Yoyo, el supuesto perrocalentero.

(fondo: shi-cú-shi-cú-shi-cú)

YOYO: ¿ Cómo lo quieres hoy, dulce pimpollo? Puedes pedirlo con repollo. Te lo recomiendo yo, el perrocalentero Yoyo.

YULEIDYS: No revuelvas tanto la olla y prepárame dos sin cebolla, pues no quiero que mi aliento aleje al galán que me sacude la macolla, a la hora en que nos demos unos besos sin mucha tramoya, bajo esta luna que me pone a suspirar como una polla.

YOYO: ¡Tremenda chirimoya! Aquí te lo sirvo como en claraboya, más rápido que el caballo de Troya

NARRADOR: El taimado Yoyo le ofrece el rico Hot Dog a Yuleidys Ramona, quien comienza a comerlo con apetito, pues no ha visto ha linda desde el desayuno de arepa con perico que engulló a media mañana.

YULEIDYS (masticando): Mmm... Está divino, sobre todo está salsa de guacamole (pausa)... Pero, ¿qué me pasa? Siento mis piernas como si fueran de atole... La cabeza me da vueltas y todo lo que veo me parecen frijoles...Creo que me voy a desmayar encima de este poco de peroles... ¡Oh!

(acordes dramáticos)

NARRADOR: La virginal Yuleidys Ramona ha caído bajo los efectos del soporífero mamíferos y pestífero. La malvada Tara-Antula increpa a su secuaz, el falso perrocalentero Yoyo...

TARA: Date prisa, zopenco y métela de una vez en el carro. Muevéte, mosquito renco, mientras yo prendo el cacharro.

NARRADOR: A la par que se produce este plagio, el doncello Róbinson
(ay, se me acabó el carburante, sorry)

El bachiche de tu amor cap. 03 (I)


¡Qué radioculebra más güena!




Escuche cómo le sacuden la macoya a Yuleidys Ramona puyando aquí abajito (igualiiiito a una radio de galena que tenía mi tatarabuela Sinforosa Brosona).