jueves, 28 de abril de 2011

Numerao, numerao

  

 La realidad del Nuevo Salario Mínimo (NSM) en dólares

 


2010 ▬▬▬► Bs. 1224,oo ÷ 2,15 Bs/$ ▬▬▬▬► US$ 569,30 
2011 ▬▬▬► Bs. 1530,oo ÷ 4,30 Bs/$ ▬▬▬▬► US$ 355,81 


O lo que es lo mismo (hagan su regla de tres, no sean flojos):


 

569,30 ▬▬▬▬▬▬(equivale al ▬▬▬▬▬► 100%
355,81 ▬▬▬▬▬▬(equivale ahora al ▬▬► ? %


? = 355,81 x 100 ÷ 569,30 = 62, 50 % - 100 % ▬▬▬► 37,50 % menos p'al bolsillo nuestro, panales.




Dicho en cristiano: con el aumento  chavetón del 25% el venezolano gana 37,50% menos que en el año 2010.


La inflación come más que la salitre, dirían en Margarita.

Para que Juan Bimbota de Venezuela devengue aproximadamente lo mismo que ganaba en dólares en el año 2010, deberíamos multiplicar los 569,30 dólares que  cobraba en ese año por el valor del dólar oficialista de hoy (BsF 4,30). Ello arrojaría un monto de BsF 2.447,90.


El Nuevo Salario Mínimo debería alcanzar, por lo tanto, la cantidad de BsF 3.113,84.
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Veamos por qué, manejando las cifras de la dictadura:

            Inflación del año 2010 = 27,2 % (?)
            Cambio oficialista 2010 = BsF 2,15
            Cambio oficialista 2011 = BsF 4,30

Valor en dólares Salario Mínimo en 2010 = 569,30 dólares

569,30 x BsF 4,30 = BsF 2.447,99 x 27,2 % (le añadimos la inflación oficialista) = BsF 3.113,84

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PS: Como bien se ha mostrado arriba, estas cifras se obtienen con el dólar chavetón a BsF 4,30.


La experiencia, no obstante, nos enseña que ese dólar es prácticamente inexistente. Muy pocos privilegiados pueden agenciárselos. En el Recadi chavetón (o como quiera que se llame) funcionan a todo dar las listas Tascón, Maisanta, etc. Hagan la prueba.


Si se calcula usando el innombrable (para hoy 28 abril 2011, equivaliendo 8,50 nedas), el salario mínimo chavetón es equivalente a

1.530,oo
÷
  8,50 = US $ 180,oo


No da ni pa' los frescos.

Esta es la realidad real, sin argucias contables ni kíkiriwikis interpretativos.
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De acuerdo al razonamiento previamente realizado, usando valores del 2010, el NSM debería ser

US $ 569,30 x 8,50 = 4.839,05 nedas




Poniéndolo en buen venezolano: el dictadorzuelo nos paga una miseria mientras, simultáneamente, se embolsilla el lomito, por lo cual ya es considerado como uno de los hombres más acaudalados del mundo, a la par de su pana Gadafi, de su padre putativo Fidel y, en su momento, de Sadam Husein.

Ladrón es ladrón manque se la pase chillando que no lo es.





Por supuesto, un aumento de tal magnitud en medio de una estagflación (recesión más inflación) sin precedentes traería como consecuencia la quiebra de lo poco que resta de sector privado.


Peor aún: ¿a cuánto se elevarían los pasivos laborales del sector público, de por sí inauditable? Ya en 1998, último año de democracia en Venezuela, expertos como Miguel Rodríguez recalcaban que la nómina estatal sobrepasaba el millón de personas. Un verdadero exabrupto para la época. Hoy en día se sospecha que unos tres millones y pico de compatriotas chupan de la teta gobiernera, entre nóminas reales, nóminas paralelas y nóminas fantasmas, infladas hasta los tequeteques por esta dictadura súper corrupta. Esto lo estamos pagando todos los venezolanos como hiperinflación disfrazada.

¡Estamos más que quebrados! 


¡Las cuentas no cuadran por ningún lado! 

¡Ni con el petróleo a doscientos dólares el barril!


Arturo Úslar Pietri, Juan Pablo Pérez Alfonzo, Juan Liscano, Domingo Maza Zavala, Héctor Hurtado, entre otros, se cansaron de advertirlo (hagan memoria). En una sociedad sana, el estado vive de lo que aportan sus ciudadanos. En una sociedad enferma y corrompida, el pueblo es un mendigo medrando del estado, de los bagazos que escupe el tirano.

Tírame mi mascaíta, papá estado, a través de las misiones. Si soy boliburgués, méteme en la pomada, ponme donde haiga. Total, si el "amado líder" roba a mansalva, ¿por qué no he de seguir su ejemplo?


¿Cuándo vamos a reaccionar para ponerle fin a esta sinvergüenzura sin parangón en la historia de la humanidad?



Otrosí: La dictadura alega que la inflación es del 27 y algo por ciento. Una visita a cualquier farmacia, bodega, ferretería, ¡incluso a cualquier mercal!, nos demuestra, sin ser muy ducho en aritmética, que la inflación es mucho, muchísimo mayor que la escuálida cifra oficial.

¿Numeritos chimbos a mí? ¡Basirruque murió tosiendo!

Ahí queda eso.


jueves, 21 de abril de 2011

Quijote antidictatorial bregando


Emilio Arévalo Quijote (IV)

“Cada uno es hijo de sus obras”
Viejo refrán castizo

Entre breñas y raudales

                       Transmitido el telegrama burlándose del Benemérito, Emilio Arévalo Cedeño marchó sobre Santa Rosa, Urica, Areo y Aguasay. Las guarniciones gomeras a lo largo y ancho de la Mesa de Guanipa y los llanos monaguenses dejaban el campo libre, sin presentar pelea. Arévalo contaba con despojarlas de su armamento. La suerte le iba siendo adversa.
                        Carentes de munición, EAC y su tropa aguardaron al enemigo en el Morichal de Temblador. Tras vencer en duro combate y luego de ver sucumbir a valiosos colaboradores, Arévalo se dirige nuevamente al oriente del Guárico “para buscar el regreso a la frontera, convencidos de que Venezuela estaba muerta, y de que no era posible despertar el entusiasmo de mis compatriotas para que se pusieran en pie en todas partes y derrocáramos al tirano Gómez, a quien todo el mundo odiaba, a quien nadie quería, contra quien todo el mundo protestaba; pero… esa protesta era tan solo en la soledad de los hogares, en las alcobas de sus mujeres”. Así medra el pavor, eterno aliado de los tiranos.
                        Dispersó a sus hombres y ocultó las armas en un paraje cercano a Las Mercedes del Llano. Con tan solo tres de sus seguidores, ya en las sabanas anegadas, sufrió emboscadas sucesivas por tropas oficialistas al mando del general Francisco J. Sáez, salvándose por un tris de ser aprehendido. Durante varias jornadas, huyó y se ocultó en quebradas y caños recrecidos por el invierno llanero, recorriendo las soledades inexorables y evadiendo las partidas enemigas. En el hato “Manantial”, propiedad de la señora Rosario de Cobeña, le proporcionaron alimento y montura fresca.
                        EAC narra en su “Libro de mis luchas” que, a pesar de la persecución y de la pingüe recompensa ofrecida por su cabeza, siempre pudo contar con la ayuda desinteresada de numerosas gentes en esos llanos. Del Banco El Cojo hasta La Pereña, de Manapire hasta el río Orituco, sin comer, sin dormir, a veces calado hasta los huesos por esconderse en ríos y quebradas infestados de caribes, rayas, caimanes y tembladores, internándose en montañas cundidas de tigres y culebras, solo un hombre con la entereza de Arévalo podía sobrevivir.
                        Recibió en Lezama la protección del padre Díaz Funes, tocayo de su futuro rival amazonense. En Altagracia, su hermano Natalio Arévalo le proporcionó ciento cincuenta pesos en monedas de oro, ahorrados por su madre y hermanas. Con esta suma, necesaria para alcanzar el exilio, marchó hasta Guaribe en compañía de su amigo Ascensión Aragort. De allí, solo otra vez, buscó el mar, llegándose hasta la laguna del Hatillo. Como en las requisitorias para su captura se le describía como hombre abstemio, Arévalo Cedeño, engañando a delatores y perseguidores, hacía escala en las bodegas, consumiendo a propósito algo de caña y tabaco en rama. Más de un vómito y un mareo hubo de soportar, pero bien le valió la pena.
Odisea en el redil

                        Con facha de miserable, camuflando su identidad y así evitar ser reconocido, desembocó en Puerto Píritu, Anzoátegui, donde, por cierto, abundaba cualquier cantidad de zaraceños amigos suyos. Pasando desapercibido, se embarcó para Porlamar.
                        Una vez en Margarita, se le hizo sumamente dificultoso ganar el destierro. Los soplones abundaban como los zancudos playeros en noches sin viento. Cualquier precaución era poca. Transcurridos varios días, le llegó la suerte en la persona de un paisano de Juana de Arco. “El francés se me acercó, y hablándome en su idioma me preguntó: ¿Qué hace usted aquí, señor? Yo le respondí: Señor Requens, ya que estoy en sus manos, vea ver qué es lo que usted tiene para mí, si mi salvación o mi muerte”. El galo le consiguió acomodo con destinación a Trinidad en una goleta propiedad de la compañía para la cual se desempeñaba. Apenas zarpando, un soberbio temporal por poco echó a pique la embarcación.
Recalaron unos días en la costa de Paria buscando aprovisionarse y remendar el navío. Arévalo, contradiciendo su desgarbada pinta, suministró algún dinero en préstamo al efecto, despertando sospechas en el sobrecargo de la goleta. Si se sabía que transportaban a un enemigo del régimen se levantarían enojosas suspicacias. EAC hizo gala de una elocuencia geológica: se dirigía a la colonia inglesa para de allí transbordar a un vapor y navegar hacia Ciudad Bolívar. Los tripulantes le creyeron.
                        Nuevamente en Trinidad, le sobrevino la decepción por el campante inmovilismo de los desterrados venezolanos. Pero Arévalo no era hombre de achantarse escarbándose el maruto. Gracias al auxilio financiero de su amigo Amparo Camero, compró pasaje para Nueva York, anclando en la babel de hierro en marzo 1916.
                        Allí encontró, entre otros, a José Manuel “El Mocho” Hernández, José María Ortega Martínez, Régulo Olivares, Arístides Tellería, Roberto “El Tuerto” Vargas, Francisco Linares Alcántara (hijo del “Gran Demócrata”), Rafael María Carabaño y Ramón Ayala. Muchos generalotes y poca tropa. Mucho cacique y poco indio. Mucha urna y poco muerto. Leamos a EAC: “Me puse en contacto con aquellos caudillos, y bien pronto comprendí que ellos no habían inventado la pólvora para combatir a Gómez, que no aspiraban al negocio de las penalidades que trae consigo la lucha por la libertad, y que allí vivirían eternamente entre el ruido ensordecedor del progreso neoyorquino, y subiendo a los grandes rascacielos en los confortables ascensores protectores del ácido úrico y de la gota”. Barajo con el postín.
                        El fisgoneo de los diplomáticos y correveidiles gomecistas era omnipresente. Cualquier desenvolvimiento del exilio venezolano no tardaba en ser del conocimiento del largo brazo de la dictadura. Emilio Arévalo Cedeño decidió cortar por lo sano: a los treinticinco días partió rumbo a Colombia por vía de Panamá.
                        Llegó a Cúcuta y se topó con idéntico panorama. Los desterrados peleándose por quítame estas pajas en vez de nuclearse en torno a un proyecto común contra la hegemonía gomera. “Tampoco era posible pararme en Cúcuta, y el aguijón de mis ideales me repetía las palabras que tuvieron los bíblicos tiempos para el personaje de la negación, que se llamó el Judío errante”. Anda, anda, anda, le bullía en la cabeza cual letanía rabínica. Invade, invade, invade. El Arauca y la frontera clamaban por él.
                        Un Rocinante de fuego y agua se hilvanaba en el horizonte como un yelmo neurálgico. Allá, detrás de las peñas fluviales, engendrándose por entre los buches del descarrío, asomaban las efigies mellizales y procaces de Gómez y Funes. Contra ellas iba a embestir Arévalo, el Quijote campeador.

viernes, 15 de abril de 2011

Nickman's own cinema house


Well, fellas, here's Alfred Hitchcock's 1936 masterpiece "Sabotage".


A real thriller, starring Sylvia Sidney, Oscar Homolka, Desmond Tester and John Loder.


Enjoy! 


domingo, 3 de abril de 2011

Bichos con poder

Bicharangocracia

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Cual filósofo de botiquín afirmo: todos poseemos virtudes y defectos, atracciones y repulsiones, ventajas y detrimentos. Descuiden, no me voy a poner sensiblero y amelcochado, como ciertos escribidores fashion (solicitando perdón a sus admiradores). En mi caso particular, a pesar de mi nulo carisma personal —producto, quizá, de una timidez inveterada amén de una fealdad apocalíptica mezcla de Yeyo con la flaca Vitola y un toque de Bela Lugosi—, logro, casi sin proponérmelo, la confianza monda y lironda más la apertura de corazón y mente de un sinnúmero de gentes. Solo me falta cancharme una sotana y soy el curamichate más confesor de todos los confesores confesando en un confesionario confesionado. Kyrie eléison.

***

Me apersono en el conocido hospital del suroeste caraqueño con nombre de bofetón. Mi amigo Mauricio[i] convalece allí. Siempre me han deprimido los centros de salud, no puedo evitarlo. El ratón moral se acrecienta con la desidia y el abandono palpables a simple vista. El sistema hospitalario en esta república bananeriana está vuelto borra. Se nota el esfuerzo casi sobrehumano de médicos y demás personal criollito procurando evitar el desmoronamiento de esa institución. Con razón tantos profesionales valiosos están emigrando. Hago de corazón tripas y acudo al encuentro de mi amigo. Sé de su gravedad. Un cáncer se lo está llevando gramo a gramo. Lo miro a los ojos, todo huesos y piel apergaminada, las pantuflas bailándole sobre unos pies surcados de venas casi violeta, encima de una silla de ruedas con una calcomanía de Bandesir. Recuerdos de la vilipendiada “novena república” (o algo parecido), como mientan en el oficialismo a la democracia. Saludo a los familiares presentes. Para enmascarar la tristeza del encuentro, la conversa deriva hacia lo habitual, aquí y ahora, en lo que queda de la ex república de Venezuela: la inseguridad.

***

Mauricio fue paco en tiempos pretéritos. Incluso anduvo de cuerda floja, vale decir, trabajando encubierto. Recuerdo un almuerzo con él de pollo a la broaster y ensalada de aguacate y palmito donde los Hermanos Rivera, en épocas de Lusinchi (y Blanca Ibáñez, of course). Mauricio permutó reojos con unos fulanos con pinta de espíasalazar, instalados varias mesas más allá, seguido de unos ademanes furtivos a la manera de un Bruce Lee charnequero. Cuando los subrepticios se marcharon del comedero, mi amigo los describió como colegas de incógnito, en ese momento tras la pista de un renombrado malhechor. A los pocos días, al susodicho  camorrero lo dieron de baja en un enfrentamiento. Mauricio, cuando estaba de humor, me describía cómo él y sus compañeros pacos sacaban de circulación a los elementos irrecuperables. Eran tiempos de la Manzopol. Yo lo escuchaba recitar estas y otras peripecias con los pelos de la nuca engrinchados. Por algo soy cobardazo de nacimiento. Barajo con los escuadrones de vengadores solitarios. Vade retro con los vigilantes (o viyilantis, como dicen los gringos). Tiempo después, me enteré de Mauricio trabajando como consultor privado de seguridad. En 1998, año postrero de la democracia, mi viejo amigo se anotó con los cantos de sirena del Hércules de La Planicie. Otro venezolano de buena fe más creyéndole cuentos de camino a un comunista corruptín. La amistad prosiguió de lejos, mandándonos saludos con mutuos conocidos. Hasta la hora del cáncer.


***

Los circundantes nos dejaron a solas, sin cesar su cháchara de atracos y secuestros express. Mauricio cuchicheó con la mirada puesta en la lejanía: “Están equivocados. Esto no es una batalla de la delincuencia contra la dictadura”. Casi me sobresalto del tiro. ¡A Mauricio también se le había cicatrizado el entusiasmo por la “revolución”! Como a la casi totalidad de quienes siguieron en su momento al moquilloso del 11-A. Sin darse un respiro, prosiguió, palabras más, palabras menos: “La dictadura y la delincuencia son cómplices, van mano a mano. Si la gran mayoría de los venezolanos todavía no lo deglute así es por meter la cabeza en la arena como el avestruz ante el peligro colindante. O por mero síndrome de Estocolmo. Todo arranca desde los altos jerarcas militares y civiles, incluidos Estebita Del Yagual y su familia, en abierta confabulación con capos del narcotráfico, perros de la guerra, mafiosos oriundos de antiguos países comunistas y, por supuesto, con la boliburguesía autóctona, la mayor parte de ellos negociantes inescrupulosos bajo todos los regímenes desde 1958 para acá sin dejar de echárselas de inmaculadas vírgenes vestales y de próceres del empresariado. Luego la macolla pasa por los rangos medios del oficialismo en conchupancia con burocracias matraqueras y pandillas regionales y locales, desarrollando extorsiones y coimas, organizándose en roscas monopólicas de insumos (cemento, hierro, alimentos) y conectándose simbióticamente con las cosanostras sindicaleras en pie de guerra consigo mismas. Y, finalmente, desemboca en el control específico de cada hampón en cualquier rincón de Venezuela a través de las policías infiltradas, a su vez, por el malandraje de extrema izquierda: los tupamaros, piedritas, aporreas, alexisvive, frentesfranciscodemiranda y demás raleas. Cuando uno ve la captura o abatimiento de un bicho de estos, te lo garantizo, se trata no de un triunfo de la labor investigativa de cualquier cuerpo policial sino, más bien, de la falta de pago, del no compartir el botín, del no bajarse de la mula, o del deseo de independencia en el trajín hamponil por parte del malandro despescuezado. Eso mismo vale para el narco capturado y hasta para el boliburgués caído en desgracia. Puros despojos en las luchas intestinas de las diversas mafias disputándose el favoritismo siempre cambiante del máximo líder”. Un oleaje de debilidad lo hizo buscar aire. Le retruqué la experiencia histórica de las dictaduras: usualmente controlan a los pillos callejeros. En mi primera juventud escuchaba a los mayores asegurarlo. Cuando Pérez Jiménez, alegaban, hasta se podía dormir con puertas y ventanas abiertas. Los malvivientes la pagaban caro. “Pero si tú mismo lo has escrito —me sorprendí al enterarme que Mauricio haya podido leer mis babosadas—. Esta es una dictadura de nuevo cuño. Los fascistas tanto de izquierda como de derecha se alían con la criminalidad para someter al resto de la población. Así lo hicieron Hitler y Stalin. Fidel fue un gánster estudiantil: se graduó de abogado a punta de pistola. La extrema izquierda financió a la guerrilla aquí, en los años sesenta, con secuestros y atracos. Años después,  sufragaron idénticamente las campañas electorales de sus candidatos disfrazados de José Gregorio Hernández. Y no hablemos de los farrucos y elenos en la hermana república. Estos bicharangos que nos gobiernan ahora sí son delincuentes de verdad-verdad. Empezando por el amado líder. Estamos carcomidos hasta la médula”. En eso retornaron los familiares y Mauricio se deslizó hacia un mutismo forense.

***

Me llamaron para participarme el fallecimiento de Mauricio y su cremación. No me contaron dónde esparcieron sus cenizas. Si yo fuera su custodio, las escondería. Este bichaje es muy facineroso: serían capaces hasta de birlárselas. Del tiro, mi primera reacción cuando anuncian una de las mabitosas cadenas en radio o TV es, instintivamente, agarrarme la cartera. Malandro es malandro, así se vista de verde oliva. Y como reflexión final no queda sino preguntarse, ¿permitiremos que todo esto termine en total impunidad para estos maleantes? ¿O ustedes creen que se trata de puras exageraciones ocasionadas por el enrarecido ambiente político? Habrá quienes me tilden de talibán y de radical. Sigan creyendo en plumíferos embarazados.


[i] Personaje real, nombre ficticio (cualquier precaución es poca, parroquia).