Dear dude:
Los anglosajones suelen afirmar: We're not getting any younger. El tiempo fluye en nuestra escala perceptiva newtoniana, vale decir, a nuestro nivel cognitivo, aun cuando Einstein y Stephen Hawking han demostrado que el tiempo es otro parámetro más en la urdimbre de las dimensiones y que, como tal, se puede alterar, expandir, contraer y demases.
Relacionando el artículo de tu autoría, dedicado al suscrito, con el bienamado roquete, no pude menos que rememorar "My Generation" de The Who: I hope I die before I get old. Como no nos toca remontar el páramo todavía (al menos eso esperamos), entonces que se hagan válidos tus acertados consejos para mejorar la vivencia, tanto en lo material como en lo intelectual y espiritual. Nadie nos quitará lo bailao.
Math and music? Tengo un pie en ambos mundos y, simultáneamente, me disocio del uno con respecto al otro. Puedo meterle cacumen a las ecuaciones pero creo que el universo subjetivo de la creatividad no es mensurable. Si me estrujan la musa, a lo mejor uno de estos días compongo un divertimento para Stratocaster Fender, Hammond Organ, Vox amps, pizarra, tiza y cuaderno "Caribe", homenajeando a Joe Satriani, a Keith Emerson, a Fermat, a Boole y a Euler. Un recuerdo para el profesor Domingo Rojas Anato (qepd) quien me hizo resolver mi primera ecuación, aquella cuyo planteamiento comenzaba por: "Adios, mis cien palomas..."
Cheers for fears,
The Nickman
La memoria prófuga
Tempus Fugit
por: Degnis Romero
a Nicolás Soto
El tiempo pasa, transcurre de forma tan vertiginosa que se nos antoja parodiar a Joni Mitchell y su Circle Game, aplicando una ligera desviación: "así, el muchacho que soñaba con el mañana ahora tiene sesenta" (como es sabido, el original dice veinte, pero eso fue hace mucho tiempo. Suficiente para que el Alzheimer hiciera estragos).
Nada que hacer, el avance es inexorable, no valen ruegos implorando clemencia. No funcionan intentos de trueque, tratando de negociar algún reino malhabido (no hay otra forma posible, en estos predios sin tradición monárquica) por unos años menos. Tampoco sirven subterfugios como la piedra filosofal, el elíxir de la vida, la panacea universal o la históricamente codiciada fuente de juventud. Estamos fritos!
Tan sólo queda respirar profundo mientras el cuerpo aguante (designio del creador) y envejecer dignamente, atesorando valiosos recuerdos según nos lo permita la progresiva reducción de actividad sináptica en nuestras cada vez más escasas neuronas.
En ese devenir, cobra suma importancia el cuidado que se le ofrezca a ese cuerpo, a la mente y al espíritu; a fin de conseguir el ansiado equilibrio que nos ayude a sobrellevar la pesada carga a la que nos obliga el padre tiempo y lograr atenuar los niveles de deterioro y decadencia que se producen. En concreto, mantener el máximo grado de lucidez para no ser copia fiel del decir de César Vallejo: "Pero el cadáver, ay, siguió muriendo". En contraposición, me valgo del ejemplo de la dinámica de grupo en una transnacional, cuándo a la pregunta: "Qué la gustaría que dijeran de Ud. en su velatorio?", el participante ganador respondió: "Coño, todavía se mueve!".
El cuerpo debe mantenerse en continua actividad física, asumiendo sanas prácticas alimentarias, ejercicios rutinarios de tipo aeróbico y anaeróbico, haciendo énfasis en aquellos que contribuyan a oxigenar el cerebro (motor principal de nuestro vehículo orgánico), incluyendo sesiones frecuentes de sexo (con el opuesto, preferiblemente) y de masajes tonificantes. Evitar, a toda costa, el consumo de fármacos (ninguno es inocuo, promueven efectos colaterales más dañinos, en muchos casos, que la dolencia) y de otros brebajes que basen sus bondades en campañas publicitarias.
La mente, ay la mente…, requiere de importante atención y cuidado, actuando espontánea y diligentemente para preservar la permanentemente amenazada sanidad mental y evitar caer en desgracia y en ridículo (como el caso descrito '*' abajo) o en manos de profesionales del área (psicólogos, psiquiatras, terapistas emocionales, etc.). Para ello es obligante tenerla ocupada, en primera instancia en actividades productivas, es decir, trabajar duro para conseguir cierta comodidad desde la tercera edad en adelante (ya no seremos jóvenes y bellos por lo que habrá que cargar algo de juventud y belleza en la chequera. Dr. Luís Alcocer dixit). Agregar necesarios escapes distractivos (sin excesos tóxicos), momentos que fomenten la liberación de endorfinas por parte del cerebro (la risa, remedio infalible) y otros mecanismos de relajación que prevengan y/o combatan las plagas del moderno estrés y la tradicional depresión. *La peor referencia de qué tan bajo se puede caer en el pantanal del desequilibrio, es cuando se llega a sufrir resentimiento social, inestabilidad emocional, disociación psicótica, megalomanía y delirio de persecución, como el caso harto conocido del inefable tipejo aquél (a quién le recomendamos unirse a la Humor Research Task Force, si es que lo admitieran).
El espíritu, debe nutrirse de manera balanceada, entre otras cosas, con mecanismos de fe, con prácticas religiosas desprovistas de radicalismos o fundamentalismos nefastos, con experiencias esotéricas alejadas de doctrinas anárquicas, con actividades de meditación que nos facilite poner tierra de por medio con la sociedad de consumo y, sobre todo, con el disfrute del culto a las bellas artes, en particular la música, alimento esencial del alma (naque).
Ser melómano implica, sin querer abusar de la hermenéutica filosófica, adentrarse con gran facilidad en un submundo sonoro, acústico, polifónico y adictivo (sin llegar a la procrastinación), compuesto por secuencias de sonidos melódicos y acordes armoniosos agradables al oído, que nos ambientan diferentes pasajes escenográficos relativos a la existencia. La música se incrusta en la memoria humana, a través de la capacidad perceptiva y es capaz de hacer evocar emociones y reconstruir vivencias de forma poderosa.
El placer por la buena música sólo depende de un gusto intuitivo y místico, ese séptimo sentido (el sexto está demasiado trillado) que nos induce a transgredir brechas generacionales y trascender prejuicios de género. Ello explica la tendencia a degustar desde lo clásico, hasta lo contemporáneo y vanguardista, pasando por diferentes ritmos, tonalidades y compases que nos ponen a vibrar en sintonía con el universo. Tanto, que nuestro espíritu se eleva al plano cósmico (viaje astral?) desde dónde nos proyectamos a épocas pasadas (ni mejores ni peores. Únicas!), que refrescan y revitalizan la erosionada memoria. Caso particular el del Rock, sobre todo el progresivo o el sinfónico, cuyos cultores de las décadas 60 y 70 son irrepetibles. Dignos representantes de una secta iluminada (algunos con LSD y demás hierbas, pero el fin justifica los medios) y prolífica, cuyo legado invaluable nos transmite frecuencias sensoriales sublimes y elevadas. Estímulos que sacuden el desgastado organismo, lo reaniman e impulsan la disposición a seguir en la pelea hasta el final. No queda de otra!
Por último, es menester precisar que las recomendaciones up supra son necesarias pero no suficientes para obtener y/o resguardar la integridad físico mental espiritual, ya que estamos cotidianamente sometidos a todo tipo de riesgos y amenazas, a causa de la inseguridad social que nos aqueja afianzada por la manifiesta indolencia oficial. En otras palabras, en cualquier momento podemos ser víctimas del hampa desatada y adiós luz que te apagaste. De cualquier forma, natural o inducida, ojala nuestro tiempo haya sido fructífero y nuestra conducta de vida nos haya hecho merecedores (ticket seguro en mano) de una confortable butaca en el anhelado concierto celestial eterno.
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