La
neblina, la soledad, la canícula afuera.
El
hierro entre las piernas
(ojo: en jerga de roqueros
venezolanos
viejos,
hierro = guitarra),
el
teclado desvencijado más acá,
las
telarañas neuronales alrededor,
la
composición que no brota,
musicalmente
soy híper racional.
Retorno
al poema,
aprendo
a volar
lustrando
versos
que
ignoran las meteorologías,
me
pongo cursilón:
cultivo
in pectore
alucinaciones
de tu cuerpo desnudo,
tus
pechos erectos como torres babelianas,
tu
pubis rasurado y terso,
tu
clítoris que me disloca los futuros,
tus
piernas atenazándome como boa desatada.
Despierto.
Retorno
al ritornello.
¡Coño,
Mozart, pásame una pizca de inspiración!
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