sábado, 8 de agosto de 2020

 

Míster (Yellow) Danger

 

 

Tenía tiempísimo queriéndome reunir con mi amigo el profesor CJ, a quien cariñosamente desde los tiempos de liceo llamábamos Ciyei.

 

CJ se dedicó al ámbito académico luego de graduarse de politólogo y de hacer no sé cuántos post grados, diplomados, seminarios, doctorados y pare usted de contar. Pero lo que más me sorprende es que, a pesar de tantos avales, CJ ha permanecido en Venezuela durante estos veintipico de años de desgracia. No ha emigrado ni piensa hacerlo.

 

La sombra de unos bucares en Los Caobos nos sirve de punto de encuentro, muy cerca de los deteriorados museos y del antiguo Ateneo, ocupado desde hace algún tiempo por una universidad chavista dizque dedicada a las artes. Haciendo de corazón tripas ante tanto deterioro nos ponemos al día luego de muchos meses sin vernos.

 

Te he estado leyendo Q., se la tienes dedicada a los chinos. ¿No te da escozor que te puedan calificar de xenófobo y hasta de racista?, me interroga.

Le replico con los mismos argumentos que suelo desglosar: a diferencia de otras inmigraciones, incluso asiáticas, estos paisanos de Confucio llegados durante el chavismo no se han dedicado sino a medrar y a especular, sin generar riqueza, empleo y mucho menos bienestar.

 

Y si a esto le añadimos, puntualizo, que ahora les ha dado por cogerse los locales que ocupan, aprovechándose del inicuo orden legal chavista y aupados por abogados inescrupulosos usualmente ligados a enchufados y demases, entonces hierve en la olla el caldo de cultivo para poner a estos inmigrantes parasitarios en liza.

 

Para mayor ilustración de esto último, le referí a CJ el caso del señor K., un venezolano de la tercera edad que invirtió ahorros y esfuerzos edificando un local comercial en una zona céntrica de la antigua sucursal del cielo. Procuraba el señor K. garantizarse un rédito durante esa edad en que las fuerzas físicas y anímicas decaen. Ahora el señor K. tiene que litigar con un asiático que pretende apoderarse a la brava de su local, amparado, como ya apuntáramos, en el perverso andamiaje leguleyo chavista que pisotea el derecho a la propiedad privada.

 

Le pregunto a Ciyei qué piensa él de todo este embrollo y arranca con una relevante explicación geopolítica que paso a reseñar. Aquiles voy.

 

A la muerte de Deng Shiao Ping, sucesor del pedófilo Mao, ya el milenario Reino del Medio se había embarcado en un programa de reformas cuasi capitalistas que en poco más de una generación catapultó a la “república popular” al rango de súper potencia.

 

 Pero la masacre de la plaza Tiananmén, simultánea al derrumbe soviético en 1989,  marcó una raya roja: cero aperturas para las libertades. No obstante, en los años finales del siglo XX y principios del XXI se podían colegir algunos signos venturosos.

 

A la par del espectacular desarrollo económico, la rotación del máximo liderazgo cada 5 o 6 años hacía prever un cierto gradualismo evolutivo. Hasta el mismo CJ llegó a publicar un trabajo, por allá por 2010, en que comparaba, guardando las distancias, al sistema chino con lo que había ejecutado el PRI cada sexenio en México durante siete décadas. O, estirando el símil, Ciyei parangonaba lo anterior con la mecánica implementada por los militares brasileños durante el lapso que perduró la dictadura carioca iniciada en 1964. Cada “n” años, se ejecutaba un cambio en la jefatura máxima, casi como una alternabilidad democrática.

 

Como consecuencia, la renovación de la cúpula esparcía un aliviadero de tensiones en lo interno y a lo externo, a la par que el desarrollo económico chino a pasos agigantados regaba una atmósfera de bienestar.

 

Asimismo se percibía un pragmatismo desideologizado en las relaciones del coloso asiático con el resto del orbe. Llegaron masivas inversiones foráneas hambrientas de mano de obra barata y, a la vez, calificada, produciendo la pérdida de incontables plazas laborales en el primer mundo. Tal desempleo  eventualmente llegaría a ser una de las razones clave de la llegada al poder de  míster Donald Trump.

 

Y, no menos importante, China no era percibida como una potencia agresiva, sobre todo por la también milenaria India, además de Japón, la Corea próspera y el resto de ese vecindario.

 

La incorporación de la nación cuna del Tai Chi a la Organización Mundial del Comercio marcó lo que se creyó el inicio de una nueva era. China entraba por el aro de la legalidad y la cooperación.

 

Mas, hete aquí que de la nada surgió un elemento inesperado en la persona del inefable Shi Ying Ping.

 

Al principio se le creyó otro más de los líderes del PCCh que seguiría la norma: 5 o 6 años y luego le daría paso a otro. No se sabía prácticamente nada de él, salvo lo publicitado por el amordazado aparato comunicacional comunista.

 

Pero no. Con su cara de Winnie The Pooh, como si jamás hubiera rompido un platico, provocó un recule cuántico al maniobrar certeramente proclamándose dictador eterno (parecido a nuestro tiñoso galáctico, ¿verdad?) y decretando el culto a su personalidad, tal cual lo hiciera el pedófilo Mao en épocas pretéritas que creíamos, ingenuamente por lo demás, superadas.

 

En simultáneo, arreció la persecución contra la disidencia, tanto política como religiosa y racial (hablando de racismo, mire pues). Con la excusa de una supuesta amenaza fundamentalista islámica, el Winipú amarillo desató una verdadera razzia contra la etnia Uigur, de la cual se tienen denuncias comprobadas de ejecuciones sumarias a granel, desplazamientos de poblaciones enteras, detenciones en campos de concentración de centenares de miles de personas y reclutamiento de mano de obra esclava.

 

Ciyei me enfatiza que en China persiste desde hace siglos un resentimiento contra la etnia Jan que es el grupo racial pequinés al cual han pertenecido los antiguos emperadores (¿recuerdan la película de Bernardo Bertolucci?) y los grandes jerarcas comunistas. Las otras comunidades étnicas que pueblan el milenario Reino del Medio tienen un memorial de agravios que también data de muchas centurias. Esta es una olla de presión que el totalitarismo corrupto  del Winipú está acrecentando. ¿Se gesta en la China una potencial Yugoslavia?

 

El cachete liso Shi Ying Ping está atizando resentimientos contra la “república popular” con su política externa agresiva. Han resucitado viejos diferendos con India (hace unos días se precipitó un enfrentamiento armado en caliente), con Japón, con Vietnam, con las Filipinas, con Mongolia, con Nepal y por ahí viene una culebra territorial que mantienen desde hace años con Rusia.

 

Hay denuncias bien sustentadas de tráfico de órganos extraídos ilegalmente a feligreses de minorías religiosas como Falung Gong y esterilización forzada de mujeres Uigur en la provincia de Shing Yiang. ¿Esto no les huele a hitlerismo?

 

El manotazo a las libertades y derechos de la ciudadanía de Hong Kong envía una señal clara al resto del planeta: la dictadura del Winipú amarilloso no anda en onda de honrar acuerdos ni tratados.

 

El acoso contra la libertad y la democracia en Taiwán se acentúa. La opresión contra el Tíbet se recrudece.

 

El robo de patentes y el irrespeto a la propiedad intelectual siguen siendo, ahora más que nunca, la norma para un régimen que hace del latrocinio de ideas científicas y tecnológicas una política de estado.

 

La penetración mundial de corporaciones como Huawei para espiar y hurtar datos  ya no es secreto para nadie. Y, mientras el mercado y el internet chinos permanecen cerrados para el resto del orbe, emprendimientos avalados por el régimen comunista como Alibaba y Tik Tok pretenden que les gastemos nuestro dinero a la par que nos espían.

 

Y llegamos al colofón de colofones. La pandemia. El virus que paralizó a la humanidad. Eso es responsabilidad de la satrapía de Shi Ying Ping. Ni que inventen excusas, ni que se desgañiten asegurando que el régimen chino sí colabora con el orbe mientras las naciones democráticas se postran, golpeadas por el virus chino.

 

Ciyei se pone enfático. La China del Winipú comunista representa una amenaza global, más peligrosa incluso que la otrora Unión Soviética. Ello obligará a Estados Unidos, Japón, la Unión Europea, la Corea próspera, Australia y demás aliados a forjar una política común para contener y, de ser posible, darle en la torre al neo mandarín Shi Ying Ping.

 

Hay que poner rodilla en tierra, como rebuznaba el mabitoso galáctico de aquí. Hasta que le llegue su hora al comunismo chino. Hasta que ese gran pueblo le dé una patada por el rabelo a esos gaznápiros corruptos. Hasta que China se convierta en una nación democrática. Suena a ingenuidad, suena a wishful thinking (como dicen los gringos) pero ese tiene que ser el norte de la humanidad democrática. Caso contrario, Hitler se va a quedar chiquito delante de la amenaza colosal que representa el Winipú.

 

Pero, interviene ahora el popular Quírico, aquí tenemos que lidiar con una quinta columna de chinos especuladores que nos chupa la sangre y que, además, son una punta de lanza de ese régimen inicuo y conforman un punto de apoyo al rrrégimen chavista de aquí. Una pelusa a lo que nos enfrentamos. Pero no nos queda otra. P’alante es p’allá. Empecemos con cero compraderas de pacotilla china. Boicot contra Huawei, Tik Tok, Alibaba y demases. Boicot contra los chinos del chavismo.

 

Mientras los venezolanos fallecemos de mengua, los enchufados, bolichicos y jerarcas del rrrégimen, los chinos del chavismo, los rusos de Putin, los hediondos santones iraníes, los cubanos castristas, los elenos, farrucos y paracos, los colaboracionistas y ciertos lideretes de la oposición dialogante y electoralista están gordos y cachetones como cochinos rumbo al matadero.

 

quiricoalbuerne39@gmail.com

@QAlbuerne

 


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