lunes, 19 de octubre de 2009

Ajetreo y duelo

Advocación para un luto

A Rómulo Rondón, In Memoriam



Los incontables cuervos de Van Gogh
se recluyeron en la lanolina del sueño.
La voz de mi hermano desglosó
la noticia en pliegues ortopédicos:
elegiste zarpar, tasajeando
los rombos depresivos,
eludiendo la caoba
mendicante de la senectud
que asoma sus fauces
tras los escaparates y la presbicia.



No acabarás por ver, labrado condiscípulo,
el atraco de la dictadura ayuna de prosodias,
la gangrena polarizada,
el sarcoma y el pus
que todo lo entumece,
que envanece al ignaro,
que te despreció por causa
del brío de tu intelecto.

Ciencia fuiste y en ciencia te convertirás,
denuedo de universos, multiversos y teoremas,
cultor taxativo del discernimiento,
apotegma campeador,
láser benévolo de la creación,
conciencia disertada,
compañero, amigo, hermano:
que los vectores teológicos te acojan.
Allá nos reencontraremos
y reanudaremos las homilías
(¿de aquel lado de los quarks?)
porque, como dijo Carl Sagan,
menester no es creer,
menester es saber.

Pava recontra ultra ciriaca


Truenos y centellas en un cielo oscurecido es lo que irradia la tarde del sábado caraqueño en que comienzo a escribir este artículo. Me inspiró la lectura de la columna de Wendell Robinson, en el diario Detroit Free Press, sobre un grave mal que afecta al béisbol. Lo denominó "A real ballsy Jinx " (algo así como una pava ultra recontra ciriaca en buen slang gringo).




En entrevista con Scott Boras, agente del jardinero de los Detroit Tigers Magglio Ordóñez, refiere Mr. Robinson haberle escuchado decir que, después de inenarrables sesiones con especialistas en ciencias ocultas y sobrenaturales, llegaron a la conclusión que la causa del slump (bajón ofensivo) fue la amistad de Magglio con alguien a quien no se atrevió a identificar. An awesome evil eye magnet!





Parece ser que el grandeliga, no conforme con todo el dinero que gana en el norte, se dedicó con su familia a realizar negocitos con cierta dictadura tercer mundista que lo llevaron a proclamar Urbi et Orbi: “Sí, soy chavetón, ¿y qué?” El innombrable hasta lo abrazó, lo jamaquió y le deseó la mejor de las suertes. ¡Ay, papá! Ahí mismito comenzaron sus desgracias y casi pierde los 18 millones de dólares del año próximo, según su contrato. Inclusive, a mitad de temporada, en medio de la sequía de batazos, se comentó insistentemente la posibilidad de su despido inminente del roster del equipo de la ciudad de los motores (Motor Town).

Complementaré a Mr. Robinson con una relación de personajes que demuestran la maldición criolla. Ozzie Guillén, desde que se autoproclamó simpatizante del mabitoso dictador no vio luz hasta que se retractó y confesó su horror.

Johan Santana visitó el palacio presidencial y comenzó a experimentar derrota tras derrota. Cuando lanzaba duro y curvero, el equipo de los Mets de Nueva York se hundía con los errores y la falta de bateo. Hoy su carrera pende de un hilo al someter su brazo a una delicada intervención quirúrgica. Esperamos que, por su bien, le haga la recontra al pavoso mandamás.



Qué no decir de Sammy Sosa.

Le regaló su bate al tipo aquél y se apagó definitivamente. El dominicano no deja de lamentar su desgracia cuando narra cómo se le partió el otro bate y le descubrieron el ilegal relleno de corcho. Afirma que ese señor tiene "artes haitianas" (vudú) y que no quiere verlo nunca más. Para deslastrarse de esta carga de mal agüero, debería llamar el gran Sammy a Óscar Azócar quien, según relata el cubano José Canseco en su libro, redondeaba sus emolumentos de big leaguer ensalmándole los bates a los toleteros que caían en improductividad ofensiva. Con tabaco, ron, altar y toda la parafernalia. Pero, a lo mejor, la pava del innombrable es tan abrumadora que ni con eso. Como dice Omar Lares, se cansa uno…
Los Navegantes del Magallanes nunca más se han titulado campeones desde que el personaje se proclamó fanático número uno del equipo. A la potranca escarlata de los filibusteros, un tal Álvarez, se lo tragó el tremedal de la pava ciriaca. Y se dice que el equipo no tiene vida este año a pesar de que el traicionero general Eructo al fin se esfumó.

¿Y el team que participó en el II Clásico Mundial de béisbol? Después de derrotar a Estados Unidos, Chacumbele los felicitó y le dijo al entonces primer ministro japonés, Taro Aso, en una visita oficial en Tokio: "Ganaremos el próximo Clásico Mundial". ¿Quiénes sacaron a los venezolanos de la competencia? Los nipones.

Pero la realidad es que el poder del mal se expande a otras disciplinas. Hasta al equipo de balompié le salió una cadena de derrotas aun cuando, menester es reconocerlo, el soccer de por sí es ultra recontra mabitosísimo. ¡Guíllate!

A quienes apoya, les cae la desgracia. Díganlo ahí los muchachos del baloncesto. La tenista Milagros Sequera se lesionó y la sacaron del terreno de juego en silla de ruedas. Bastó una referencia en el show de los domingos para que el boxeador Héctor Manzanilla cayera ante un peleador de las islas Mauricio con foja de 27 derrotas en su haber.

¿Y la política? El bicho se gasta un cementerio particular. La Kirchner gozaba de la máxima popularidad hasta el maletinazo. ¡La jettattura, pibe!

A Zelaya lo cubrió con un manto de pava rebelde. A la Piedad Córdoba y al bandolero Marulanda, ni hablar. Con el que no ha podido es con Lula porque el carioca tiene el apoyo de Iemanjá, más siete ensalmes de macumba, con fumada de maconha incluida. Pero creo que, a la larga, ni esto logrará salvar al taimado brasileño del halo mabitoso que emana del héroe de La Planicie. Y bien merecido lo tendrá por gozarse los dineros de los venezolanos que el king de la mabita le ha regalado. Lula no tiene la chiva negra. Su hora de mal agüero llegará, tarde o temprano.



Escribir sobre este tema amerita un libro. Al patiquín Fernando Carrillo lo botaron de la novela por meloso y bolsa. ¡Bien hecho, topocho jecho!


Naomi Campbell hasta presa cayó al regresar de su "viaje de negocios". Sean Penn perdió la casa en un incendio y a la mujer de toda su vida. Oliver Stone acaba de sufrir un infarto. ¡Toma tu tomate!


En este punto comenzó a temblar en mi casa y se fue la luz. Fue un sismo de 6,2 en la escala del Ciriaco, coincidiendo con su regreso a nuestra salada patria este mismísimo día. Mejor dejo de invocarlo porque de que empava, empava. ¿Será que el diablo escogió como residencia a Venezuela. Zape gato, ñaragato.

¿Qué diría el excelso mabitólogo Aquiles Nazca si estuviera vivo? Ahí queda eso…


miércoles, 14 de octubre de 2009

Música para araguaneyes sicodélicos

Espejuelos para una viola d’amore
A Vitas Brenner

En este caso, la bitácora templaria desmaleza magnificencias
si bien la armonía,
aun peregrinando desde la luz (nobleza cabizbaja),
nos sustrae de los vértices
del minué y del jazz barroco (cabildo plus sonoridad)
cuajándose en vanas autorías.
Tus ojos, catira, no ameritan espejuelos,
las bucólicas constelaciones retornan a ellos.




Aunque la tarde purifica lo medieval,
la ritualidad inscribe el vocablo d’amore
con trinidades rocosas, roquíferas, acuíferas, roqueras:
la transmisión de lo sagrado en plenitud,
ensayo de sombras y cuadriles
al socaire y al descampado;
sextetos de cuerdas y amparos,
ráfaga de bombos, redoblantes, high hats
y una guarura en mayúsculas;
semifusas periféricas, dados y ruletas.
Tu canción comparte una escudilla con el Mars Volta.





Tras el recodo de los guarismos en mi bemol
nos margullimos en la pileta autóctona.
Quise, tercamente, desperezar el tramoleo
de un pajarillo y vuela si quieres volar.
Barrunté, atestígualo catira, el norte declarativo
del seis perriao, por derecho trapiao, vergajiao y cueriao.
El Indio Figueredo como plasma de Stratocaster.
Mi difunto padre hubiera exclamado:
“¿Qué pillíos son esos, carajo?”,

y después reíamos juntos.
¡Qué buena vaina, catira!



M.S.L.

Los años mozos
De izq. a der., Manuel Santaella Ledezma, el “renco” Ángel Custodio Loyola, “Bachaco” Ledezma, Rafael Santaella Isaac y dos personas no identificadas

Arriba, de izq. a der., Manuel Segundo, Romelia y Dámaso. Abajo, doña América y don Manuel
Casóse con doña América en 1928


Orfebre del agua

Manuel Santaella Ledezma

El hombre siempre ha forjado el dominio de sus sueños con la hidrografía de sus manos. La doma de los obstáculos impuestos por una madre naturaleza a ratos esquiva, a ratos hostil, pero siempre bella, inquietante y maravillosa, se transcribe en el trazo del ingenio y en el verbo mecánico del artilugio. Mas henos aquí con un artífice surgido en ambientes desabastecidos de amabilidad ante el logro concreto y, enseguida, brota la conjetura profana: si acaso a don Manuel Santaella Ledezma se le hubiera ocurrido nacer en el Norte puritano y anglosajón, pongamos por caso, habría sido émulo de Thomas Alva Edison o de Nikola Tesla. Válgame Dios.
Pero fue Chaguaramas, antiguo cantón guariqueño, quien le bosquejó la primera luz de la vida, en el mismísimo año de 1908 que vio partir a Cipriano Castro rumbo a Alemania aquejado del riñón y a su compadre Juan Vicente Gómez, ni corto ni perezoso, serrucharle el coroto. Huérfano de padre al poco tiempo, el pequeño Manuel José quedó a cargo de un tío pudiente. Descubiertas sus ingentes habilidades con los engranajes y las herramientas, expresó decididamente su ambición de estudiar ingeniería mecánica. El vozarrón del ignaro pariente le habrá resonado cual reprimenda de subdesarrollos y tercermundismos: "No, mijito, usted sirve es pa’ becerrero y no invente pendejadas".
El autodidacta Manuel Santaella no se arredró, aun con apenas el cuarto grado de primaria. Su inteligencia natural elucidaba el funcionamiento de los mecanismos y, bien pronto, sus servicios comenzaron a ser requeridos por doquier. Las máquinas no le guardaban secretos. Y cuando le tocó escudriñarse el corazón, encontró a la compañera de toda su vida, América Pérez Peraza, su desposada del año 1928, tiempo de revueltas estudiantiles con la consigna saca la pata lajá, adiós pues Caracas, y mudanza para Valle de La Pascua. Nacerían, de seguidas, Manuel Segundo (1929-2007), Dámaso (1930-1957), Romelia (1935) y Carlos (1948).
En 1946, la sed apremiaba por estos pueblos. El recién fundado Instituto Nacional de Obras Sanitarias (INOS), hoy con más apelativos y menos lauros, lo llamó a filas. La inventiva de Manuel José Santaella Ledezma se desplegó en la labor de campo, el recorrido de las tuberías, la disposición de la planta de tratamiento e, incluso, la abstrusa función administrativa. El agua llegó, por fin, a La Pascua. Y cuando Luis Adolfo Melo se las agenció para traer la planta eléctrica que arrimó, por fin, a La Pascua hasta predios civilizados, a Manuel Santaella le tocó vigilar, supervisar y tutelar la faena de la máquina vencedora de tinieblas, todas las noches de 6 a 9. Ni siquiera La Sayona o El Espanto del Troncón asomaban sus espectrales esencias ante la paliza de la electricidad. Y cero apagones.
Fue, además, síndico del entonces Distrito Infante en el lapso 1950-52, bajo la gestión, como presidente del Concejo Municipal, de Rafael Ángel Moreán. El INOS (algunas gentes de aquellos tiempos le cambiaban el artículo determinado por “La INOS”) se lo llevó a San Felipe, Yaracuy. De allá retornó en 1958, al acaecer la muerte de su hijo Dámaso. Luego pasó al MOP (Ministerio de Obras Públicas), donde lo alcanzó la jubilación. Pero, hasta el último día, su agudeza mecánica le allanó veredas. Durante la sequía de 1973, se le ubicaba en todos nuestros montarascales instalando, reparando y ajustando molinos. Junto a Julio Pérez, era el artífice en el combate contra la sed, gracias a habilidades adquiridas en otra sequía previa, la de 1936.
Muchos de nosotros, hoy cincuentones, lo conocimos prodigándole primores a “Tarzán”, un Ford modelo T, o Ford de tablitas, del año 1928, objeto de sus cuidados constantes. Varias décadas habían transcurrido y “Tarzán” seguía rodando, como si el tiempo no significara mella en su esqueleto acerado, como en los viejos días cuando don Manuel se aventuró conduciéndolo hasta Parmana, siguiendo las viejas trochas ignorantes de cartografías instituidas, sorteando las troneras y los baches con la agilidad del hombre mono. De ahí el cariñoso mote. A la muerte de don Manuel, en 1984, sus herederos le vendieron “Tarzán” a un negociante.
Manuel Santaella Ledezma, partero del agua, tesorero de la luz, guardián de los mecanismos, baluarte del reloj de sol, becerrero de las mecánicas concisas, llanero de los artefactos, pródigo en honestidad. Hace mucha falta gente como usted.