La culebrilla y la oquedad
Caballo viejo de Troya
por: Nicolás Soto
“Dios ciega a quien quiere perder”, reza el viejo adagio castizo. ¿Qué mejor comprobación de tal aserto que evocar lo acontecido en 1998? En ese año final de la democracia venezolana, unos cuantos factores políticos se plegaron a la candidatura de una reina de belleza porque, alegaban, “está punteando en las encuestas”. Eso, más el extravío del otrora partido del pueblo al lanzar la opción de un caudillejo semianalfabeto (amén de un cúmulo de razones más profundas que no viene al caso citar), trajeron como consecuencia la llegada al poder del demagogo ignorante y corrompido (d.i.c.) cuyas fechorías aún padecemos. En el país de los ciegos, el tuerto verrugón es rey.
En mi natal estado Guárico, el proceso unitario ha sido decapitado por una componenda de actores de la política regional y nacional al plegarse, sin miramientos, a la ambición personalista de un afamado trovador. En una negociación turbia, excluyente y cogollérica (lo que tanto se criticó de las “cúpulas podridas”), se irrespetó el pacto de caballeros rubricado el pasado 23 de enero cuando se acordó seleccionar al abanderado de la unidad democrática a través del método de encuestas con el cual, es cierto, muchos no concordábamos ─ las encuestas resultan fotografías válidas de la opinión social en un contexto democrático, mas no lo son en dictaduras, así sean encubiertas como es el caso presente en Venezuela ─, pero que se decidió aceptar en aras de no entorpecer el esfuerzo aglutinante. De un día para otro, entre gallos y medianoche, como en los golpes de estado, se nos aparece imponiendo la inefable candidatura del afamado trovador, quien siempre se mostró reacio a la disciplina de los mecanismos unitarios. ¿Por qué?
Fuentes de altísima confiabilidad nos aseguran que el afamado trovador se encuentra bajo la égida económica, financiera y política del procónsul del chavecismo en Guárico, el mismo que aterrizó en la política luego de pasantías por los campos de la estafa, el estupro y la insolvencia dolosa, para exhibir hoy, con total impudicia, el boato de los dineros mal habidos, cual boliburgués de tronío. El afamado trovador, al parecer, habría ganado fortunas con sus gorgorinos de ruiseñor sabanero, pero las ha dilapidado y, en consecuencia, ha prestado su nombre al mentado procónsul para sus negociados y, eventualmente, para su supervivencia política.
Concedámosle al afamado trovador el beneficio de la duda y aceptemos que todo lo anterior no son sino habladurías. Pero todavía hay espacio para unas cuantas preguntas: ¿por qué el afamado trovador no le ha compuesto un zumba que zumba a las víctimas del 11 abril 2002 masacradas en la avenida Baralt por órdenes del d.i.c.? ¿Por qué el afamado trovador no le canta un seis perriao a los veinte mil trabajadores petroleros que sacrificaron sus empleos durante el paro cívico nacional? ¿Por qué el afamado trovador no ha compuesto una periquera denunciando el fraude flagrante del referendo revocatorio? A propósito, ¿dónde andaba el afamado trovador cuando las fuerzas democráticas echaban el resto para impedir la “reforma constitucional” del d.i.c.? ¿Sería que andaba compartiendo tarimas con el procónsul chavetón, dedicándose mutuamente pajarillos y quirpas? Por cierto, este supuesto enfrentamiento entre el procónsul guachamarón y el d.i.c. nos parece que va a quedar igualito a la discordia suscitada con el negro Aristóbulo, quien luego de acusar al d.i.c. de haberse “fumado una limpia”, al primer ladrido de su mayordomo corrió a prosternársele con el rabo entre las ancas. ¡Basié!
Se nos dice que el respaldo al afamado trovador se debe, primero, a que “está punteando en las encuestas” (remember Irene), y, segundo, a que los precandidatos lanzados no lograban óptimos números en los sondeos. Rememoremos de seguidas lo acaecido en 2006. Antes del acuerdo unitario, ni Teodoro, ni Borges , ni Rosales, alcanzaban cifras de apoyo respetables mientras el d.i.c. lucía más que sobrado. Bastó que se designara al abanderado para que, en cuestión de pocos meses, según el consejo electoral chavetón, el zuliano pasara de unos escuálidos dígitos a un cuarentipico por ciento, gracias a la sinergia de la convergencia de las fuerzas democráticas. Entonces, ¿por qué se desbocan en colocarse en la furgoneta de cola de este afamado trovador de tan dudoso pedigrí democrático? ¿Qué intereses hay de por medio? ¿Será cierto que a quienes no se doblegaran con la imposición del afamado trovador se les quitaría el apoyo en los municipios donde se había logrado la trabajosa unidad? ¿Se estará revolcando en su tumba Rómulo Betancourt con el ejemplo del otrora partido del pueblo?
Muy bonita la “laguna verde, me está matando el calor”. Pero “mi amigo el martillo” me huele a infiltrado. Paso y gano. Lo mío es la unidad, así me quede solo en la sabana, rodeado (y curado) de espantos.
Nota bene: Ha sido una constante en nuestros anales que el favorecido por el gobernante en funciones, luego de acceder al poder, le da la “patada histórica” a quien lo encumbró. Así se comportaron José Tadeo Monagas con José Antonio Páez, Joaquín Crespo con Antonio Guzmán Blanco, y Juan Vicente Gómez con Cipriano Castro. Si el afamado trovador se monta en el coroto, consejo electoral chavetón mediante, no solamente se va a sacudir a los ingenuos “oposicionistas” que hoy en día se le babean delante sino que, muy probablemente, le dé un puntapié en las longas al procónsul guachamarón, convirtiéndose en un chavito cantamaluco. ¿Quieren apostar? Hasta que el d.i.c. lo mande para “el cuarto de los recuerdos”. ¡Ajúmalo, Maracay!
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