Blog de Nicolás Soto, escribidorzuelo de novena categoría y rockero venezolano de vieja data. Gracias por visitarnos.
lunes, 25 de agosto de 2008
à Catherine
Légère comme un mistral inconnu,
tu es parvenue à me montrer
la topologie du bonheur.Puissante, telle qu'une forêt inmaculée,
notre fougue s'enfonce parmi les arbres
et nos humeurs sont un poison endormi.
Et les parfums pleins de ta boue de femelle?
Transforme-toi dans nourriture éternelle.
Je n'ai que de l'or et des aubes pour toi.
Kafka et Klimt nous surveillent dès l'au delà.
domingo, 10 de agosto de 2008
King del botiking
Al ras del benceno
King del botiking
por: Nicolás Soto
a Degnis Romero
Las estrellas se cuajan en el calor apremiante de esta noche del año de gracia de mil novecientos sesenta y dele. Un hormigueante punzón se esclarece en la resequedad de mi garganta, con un sobresalto poseedor de nombre propio: Yumizerlys Cogollita (el ansia de tus besos mercenarios).
Mis pies asumen una autonomía codiciosa y conducen, sin recurso de casación, mi precario carapacho cincuentón hasta la Koré, de la esquina Puerto Arturo. La atmósfera es de botiquín, nuestro bien amado botiquín, madriguera de las ánimas beodas en pena. Saludo a Manolo, siempre con su ceceo gallego salpicado de cordialidad, y me estrujo el primer cacicazo de la noche. El cacumen clama por melodías que prodiguen un bálsamo ansiolítico a mi espíritu. Me lanzo hasta la rockola, la sempiterna rockola de todos nuestros botiquines, le zampo una peseta de dos bolívares y selecciono las diez canciones que me corresponden por ley bohemia. Al desnudar las cornetas la virginal, qué digo, vaginal voz de Lila Morillo con su “Tronco seco”, mi pensamiento vuela hacia ti, Yumizerlys Cogollita (el deseo de tus caricias tarifadas), y me sueño en rol de marido de Lila Morillo, como el copetudo José Luis Morillo, musitándote románticas tonadillas en las orejillas para que desfallezcas de amor entre mis apergaminados bíceps cincuentones.
Más puede el hormiguillo errabundo y me arrojo al bochorno de agosto. Atravieso el atrio de la iglesia, paso por frente del aroma carnívoro de la parrilla de Generoso y aterrizo en El Deportista. Ya ha salido la última función del cine Manapire y hay gente en el bebedero. Saludo a los hermanos Mancini, a Javier Guridi, a Coleguita, a Jehová y a Justo. Pido mi Anisado “Garlín” como solamente lo saben preparar aquí y tomo posesión de la sinfonola. Julio Jaramillo y su “De cigarro en cigarro” me magnetizan la ilusión de poseer de nuevo a mi Yumizerlys Cogollita (los celos de desconocer tus andanzas).
Soy presa de una taquicardia telegrafiada y me abandono al impulso de coger la trilla, desconociendo las invitaciones que me dispensan los convives. Tuerzo hacia el oeste en la esquina del Royal y el cañatropismo positivo me enfila hasta El Paradero, en la esquina del mismo nombre. Le pido una maraquita a don Juan Bolívar, marco en la sinfonola a Olimpo Cárdenas con “Una tercera persona” y escucho al doctor Ñema asegurar, con énfasis peregrino, que nadie le va a quitar el clásico este domingo a Adone Bellardi montando a Socopó. Pero yo lo que quiero es únicamente ensoñarme con Yumizerlys Cogollita (la sed de tu boca arisca).
Amaral me acoge en Camaleones cruce con Bolívar, con un lamparazo del Muco, sabiendo de antemano que K7 corresponde a Bienvenido Granda con “Angustia”. El billar de los Paraco no me deja disfrutar de Carmen Delia Dipiní con “Besos de fuego”. En la Cruz Verde, don Pastor intenta hacerme interesar en no sé qué cosa, pero “La copa rota” de José Feliciano me desangra degustando un trancazo del Carmen. El chivúo Lamoglia me ofrece una bandeja de carne salpresa aliñada con Píritu, a la par que me disparo un guamazo de pecho cuadrao oyéndole el gañote a Yaco Monti con “Qué tienen tus ojos, que yo no te olvido”. Como el judío errante, recalo en el Bar Caracas, en el Venezuela, el Mastranto, el Firenze, el Vesubio, Las Flores, La Mina, el Costa Apure, el Tamarindo, Mi Rancho, el Zamuro, el Vuelvan Caras, el Charro Negro, y en todos, absolutamente en todos, Yumizerlys Cogollita (casquivano desvelo mío), sus mostradores de madera, sus silletas de cuero, sus percos de fauces frígidas (como tu pasión por mí), sus rojos bombillos, sus escuálidas ficheras, todo eso, vida mía, me acrecienta el deseo de ti. Por ti seré capaz de perderme, de arrastrarme cual vil alimaña, de cualquier villanía e insensatez, si ello me sirve para ganarme el ardor de tu sexo. “En mi calvario, llevando mi cruz a duras penas”, canta a lo lejos Tabaco con el Sexteto Juventud.
Ya clarea. Voy dando tumbos, perdido el rumbo. Caigo sobre la acera. Un hilillo de baba se desprende como una araña tejedora desde la comisura de mis labios. Mi voz sólo sabe pronunciar tu nombre, Yumizerlys Cogollita (me desdeñas por no poseer la plata que me conceda el acceso a tu cuerpo de chiva tierna). Por entre la exigua neblina, atisbo una campanilla de velocípedo. Un destello de lucidez me trepana la chirimoya. Si caigo en manos del popular Unsio seguro que me va a encaramar en su bicicleta de reparto, me va a llevar a las afueras del pueblo como hace con todos los borrachitos peripatéticos y, una vez allá, adiós a mi doncellez por el lado contranatural. Escucho su agudo gritico de guerra. Paticas pa’qué las quiero, repiquetean las alarmas de la honra todavía incólume. Me yergo con levedad felina a pesar de los hectolitros de caña engullida y, en un santiamén, ya estoy en mi casa, tendiéndome al lado de la robusta Robustiana, mi mujer desde el año mil novecientos gómez, que ronca como los leones del circo Razzore.
Mañana te buscaré por los botiquines, Yumizerlys Cogollita (te cantaré el bolero de Oswaldo Morales “Cinco centavitos de felicidad”), si es que la Sal de Fruta “Eno” logra extirparme estas toneladas de acidez y el “Cafenol” me deslastra de este ratón moral.
http://nnss1954.blogspot.com
domingo, 3 de agosto de 2008
Sin mordientes ni horquetillas
Tracaleandito y otros conatos
por: Nicolás Soto
1
Tracalito Cesito se sobó la prominente panza que amenazaba con hacer saltar los botones de su guayabera Dolce & Gouebonna. La triple papada porcina le resplandecía con el atracón que se acababa de disparar: caviar y vol au vent revuelto con paticas de cochino y cazabe de Cúpira. El costo del sarao había sido pantagruélico, pero había valido la pena. Por fin se había graduado con honores como boliburgués de tronío. Se regodeaba con la caravana de jerarcas y burócratas que vinieron, amén de la compañía del ex-bienamado Wrrupertis, de los tocayos banqueros Víctor, del banquero escotero y demás magnates de la boliburguesía. Lástima que Carlos y Franklin estuvieran pasando las de Caín en Miami, pero eso significaba que se debía ser más cuidadoso aún y, quizá, mudar los churupos a otro sitio (el Wrrupertis le había aconsejado Mónaco que, al parecer, no tiene tratado de extradición ni con USA ni con la república bananeriana). La presencia de todos ellos garantizaba la continuación de los jugosos negociados. Tracalito había comenzado su meteórico ascenso en tiempos de la “cuarta”. A lo mejor por ello no pudo asegurar la asistencia del capo di tutti capi. De algún modo tenía que lavar esa mancha del expediente. ¿Y qué mejor que prodigarse con senda fiestota que, seguramente, se inscribiría en los anales de la gozadera patria? Pero, elemento previsivo al fin, Tracalito les pasó tarjeta a algunos miembros del antiguo orden “puntofijista”, no fuera que sobreviniese un cambio de timón, una voltereta histórica, y le fuese necesario reconectarse con la manguangua resultante (“Como cuando agasajé a Carmona. Menos mal que nadie lo recuerda”). Por ello había dispuesto de varios sobres repletos de cash, como dicen los gringos, que les caerían a esos “oposicionistas” como pedrada en ojo de boticario para la campaña.
Tracalito encendió un Cohiba. Observó a lo lejos a una gente en harapos hurgando en unos pipotes de basura. Sus semblantes lucían famélicos y verdaderamente escuálidos. “Si no hay pan que coman tortas”, pensó, tratando de recordar dónde había escuchado esa frase tan gastronómica. “¡Caracho, ni el Sha de Irán cuando hizo aquella fiesta que duró más de tres días! ¡Na guará!” Tracalito se rascó las mochilas, se chupó los dientes sonoramente (“¡Ah malhaya una concha de caraota!”) y retornó al rumbón melón (“¡Ah malhaya los melones que me voy a embolsillar!”).
2
La dirección de la radio donde produzco un espacio de música y amenidades me solicita que entreviste a un prócer del chavecismo. Pongo cara de repulsa, no me gusta arrejuntarme con delincuentes, pero la periodista de la estación no puede cumplir a la hora en que el susodicho va a hacer acto de presencia. Hago de tripas corazón y acepto echarme el muerto, mas advierto que si el chavetón me suelta alguna frescura me va a resultar difícil quedarme callado.
El tipo llega tarde a la cita. “La puntualidad es la cortesía de los reyes”, le hago notar antes de que me salude y solicito el pase al aire. Arranco preguntándole alguna que otra generalidad. El prócer a medida que habla se va envaneciendo, se retroalimenta con su propia absurdidad y coge mínima, insultando a diestra y siniestra, comenzando por los aliados del “proceso” de los cuales ahora reniega. Menciono el presunto ventajismo interno dentro del denominado PUS y el egregio, cual Júpiter tonante, me acusa de falta de ética. Quien me endilga tal imputación es el mismo a quien hemos visto en el “canal de todos los venezolanos” tildando a quienes adversan la sinvergüenzura actual de “lacayos del imperio, apátridas, pitiyanquis” y otras lindezas. ¿Qué culpa tengo yo si la gente llama al PUS, PUS? Al pan, pan, y al PUS, PUS. ¿Por qué no emular a los de la tolda blanca y asumir su barranco?, como dicen los cartelúos. Rebobinemos: se acusaba, a principios de los cuarenta, a los acciondemocratistas de comunistas y por eso se les llamaba, despectivamente, “A.D.-comunistas”. La cosa devino en apócope y de allí surgió el vocablo adeco. Otra más: el cognomento gocho se originó como una forma de zaherir a los andinos que llegaron a Caracas en 1899 tras el “cabito” Cipriano Castro y su compadre Juan Vicente Gómez. Hoy en día, vemos con orgullo, por ejemplo, a Johan Santana quien, antes de encaramarse en la lomita, nos recuerda risueñamente su gentilicio gocho dentro de la más sabrosa venezolanidad. No hay PUS que valga. No hay llaga que no se cure. No hay ética, pelética, peluda y pelezancuda que aguante tantas remezones de estas vírgenes vestales de la corruptocracia. Gajes del oficio cuando a uno le toca lidiar con esta gente que se creen dueños de la verdad absoluta, como buenos fascistas de izquierda que son.
3
Comparto plenamente el criterio de un sinnúmero de personas: las “elecciones” del denominado PUS son la prueba palpable del fraude evolutivo, creciente, sistemático, integral y selectivo con que nos ha contaminado la dictadura. Sólo que ahora las víctimas han sido algunos de quienes coadyuvaron a instituirlo. Tigre no come tigre, y si lo come lo eruta.
Dos anécdotas ilustrativas. La primera: luego del referendo del 15ag04, un amigo mío, alcalde de un municipio llanero, me porfiaba con una panoplia de argumentos que no había habido fraude. En las “elecciones” de alcaldes y gobernadores subsiguientes, le jugaron camunina de la manera más flagrante. “Me tracalearon”, me comentó todo compungido. “Tarde piaste, pajarito”, le hubiera replicado el finado Luis Herrera. La otra: me consigo en la calle a dos viejitos a quienes siempre les arrimo la canoa, el domingo de los “comicios” pusistas. Les noto el meñique manchado de tinta y les mamo gallo: “¿Qué fue? ¿Cómo que se machacaron el dedo con una puerta?” “No, mijo”, me responde el más avispado de ambos. “Esta mañana fuimos al ancianato a desayunar y nos dijeron que hasta que no votáramos, naiboa con la comida. Nos embarcaron en un bus a votar en lo del PUS, nos llevaron a una escuela, nos pusieron un tipo al lado para que puyara la máquina y de regreso fue que nos bregaron con arepa y ñema”.
Dame paciencia, Cristo de los milagros.
Colillas meticulosas
Teoría del bachiche
por: Nicolás Soto
En alguna oportunidad nuestra desvencijada osamenta habrá fatigado las calles de Salzburgo, Austria. La atmósfera que allí prevalece está impregnada al ciento por ciento con el legado de su hijo más célebre: Wolfgang Amadeus Mozart, para muchos el genio más preclaro del arte musical. Se infiere, entonces, que una comarca irradia lo que sus retoños han creado o lo que ellos hayan representado en la esfera vital. Por ello, no es de extrañar, pongamos por caso, que teniendo Venezuela fama de procrear hembras esplendorosas, un recorrido por sus calles, sus playas o sus malls nos depare una verdadera fiesta visual ante tanto primor.
Se ha dado el caso en las últimas décadas en esta Tierra de Gracia de una magnífica explosión musical con la expansión del programa de orquestas sinfónicas juveniles. Ha sido de tal magnitud el talento desarrollado que ya comienzan a llegar no solamente los premios y reconocimientos, sino también la atención y el interés por transplantar en otras áreas del orbe esta interesante iniciativa. Ahora bien, siguiendo el razonamiento desarrollado en el primer párrafo, cabría suponer que todo el país estaría en vías de convertirse en un vasto Salzburgo, en donde los ejecutantes, directores y compositores desbordarían las vías, solazándonos con su extraordinaria creatividad, ¿no es así?
No, no es así. Una correría por nuestras ciudades, cualquiera sea su tamaño, desde las capitales hasta los más alejados pueblos, nos muestra sus calles invadidas por una secuela del altísimo desempleo que pareciera endémico: la contaminación sónica. Desde las cornetas desplegadas en las aceras hasta los altavoces de los vehículos con potentes bajos que activan las alarmas de los automóviles estacionados, el pavimento se engurruña, las vidrieras traquetean, los tímpanos supuran, las almorranas se arrochelan, las mentes se abotagan y las sensibilidades se amellan con el mugido desapacible del bachiche en sus actuales manifestaciones: cantamaluco, reguetón y vallenato llorón. Para quienes tienen que desplazarse, morar o laborar en dichas zonas céntricas, la convivencia con el ruido inclemente obliga a hacer de tripas corazón, hasta que sobrevenga algún inevitable y enojoso incidente que obligue, entonces sí, a tomar cartas en el asunto.
Algunos de ustedes alegarán: habiendo tantos problemas de gran envergadura (“¿en-qué?”) asolando el bienestar de los venezolanos, ¿a quién puede importarle la saturación sónica? Lamentablemente, la caída vertiginosa, en la última década, de los ya escasos valores éticos y morales que subsistían entre nosotros, nos ha hecho olvidar que los grandes problemas de criminalidad rampante se comienza a combatirlos, precisamente, no desatendiendo las aparentes pequeñas transgresiones, según la teoría de la tolerancia cero. Al sancionar con firmeza, por ejemplo, a quien se orina en la vía pública, estamos enviando un mensaje a quien pretenda ir más allá del mero acto de sacarse el piripicho con la intención, como decía el prelado-poeta (y capellán de Juan Vicente Gómez) Carlos Borges, de “tan sólo echar unos orines/con este delicado artefacto/de tan encrespados crines”, y pasar, sin solución de continuidad, al abuso sexual. Si disponemos, valga el caso, de ordenanzas de convivencia ciudadana e, incluso, de una ley penal del ambiente que castiga la contaminación en todas sus variantes, incluyendo la sónica, ¿qué esperamos para reclamar su puesta en vigor?
Anhelamos, por supuesto, que algún día no tan lejano, nuestras calles sean tomadas por esa muchachada que nos está haciendo enorgullecer por su arte y dedicación, y que en cada esquina haya un virtuoso desgranando en su viola o en su oboe las obras de los futuros Lauro o Sojo que habrán de enaltecer nuestro gentilicio musical.
Soñar no cuesta nada. Mientras tanto, toreo a los mototaxistas y evado los puestos de buhoneros, verdadera expresión del capitalismo salvaje y de la desprotección social, mientras el bachiche de moda retumba con todos los decibeles del mundo desde las robustas cornetas situadas cada diez trancos, regurgitando tonadillas empalagosas a las que sólo les espera el desahuciado olvido de sus desmemoriados consumidores. ¿Sobrevivirá el bachiche a la consolidación del ipod y la previsible muerte del CD? ¿Será el bachiche como el corozillo llanero que se burla hasta de las explosiones nucleares, según auguran los futuros premios Nóbel de la Nasa endógena graduados en la misión “cachicamo viudo”? ¡Mis oídos sangran!
Caballo viejo de Troya
La culebrilla y la oquedad
Caballo viejo de Troya
por: Nicolás Soto
“Dios ciega a quien quiere perder”, reza el viejo adagio castizo. ¿Qué mejor comprobación de tal aserto que evocar lo acontecido en 1998? En ese año final de la democracia venezolana, unos cuantos factores políticos se plegaron a la candidatura de una reina de belleza porque, alegaban, “está punteando en las encuestas”. Eso, más el extravío del otrora partido del pueblo al lanzar la opción de un caudillejo semianalfabeto (amén de un cúmulo de razones más profundas que no viene al caso citar), trajeron como consecuencia la llegada al poder del demagogo ignorante y corrompido (d.i.c.) cuyas fechorías aún padecemos. En el país de los ciegos, el tuerto verrugón es rey.
En mi natal estado Guárico, el proceso unitario ha sido decapitado por una componenda de actores de la política regional y nacional al plegarse, sin miramientos, a la ambición personalista de un afamado trovador. En una negociación turbia, excluyente y cogollérica (lo que tanto se criticó de las “cúpulas podridas”), se irrespetó el pacto de caballeros rubricado el pasado 23 de enero cuando se acordó seleccionar al abanderado de la unidad democrática a través del método de encuestas con el cual, es cierto, muchos no concordábamos ─ las encuestas resultan fotografías válidas de la opinión social en un contexto democrático, mas no lo son en dictaduras, así sean encubiertas como es el caso presente en Venezuela ─, pero que se decidió aceptar en aras de no entorpecer el esfuerzo aglutinante. De un día para otro, entre gallos y medianoche, como en los golpes de estado, se nos aparece imponiendo la inefable candidatura del afamado trovador, quien siempre se mostró reacio a la disciplina de los mecanismos unitarios. ¿Por qué?
Fuentes de altísima confiabilidad nos aseguran que el afamado trovador se encuentra bajo la égida económica, financiera y política del procónsul del chavecismo en Guárico, el mismo que aterrizó en la política luego de pasantías por los campos de la estafa, el estupro y la insolvencia dolosa, para exhibir hoy, con total impudicia, el boato de los dineros mal habidos, cual boliburgués de tronío. El afamado trovador, al parecer, habría ganado fortunas con sus gorgorinos de ruiseñor sabanero, pero las ha dilapidado y, en consecuencia, ha prestado su nombre al mentado procónsul para sus negociados y, eventualmente, para su supervivencia política.
Concedámosle al afamado trovador el beneficio de la duda y aceptemos que todo lo anterior no son sino habladurías. Pero todavía hay espacio para unas cuantas preguntas: ¿por qué el afamado trovador no le ha compuesto un zumba que zumba a las víctimas del 11 abril 2002 masacradas en la avenida Baralt por órdenes del d.i.c.? ¿Por qué el afamado trovador no le canta un seis perriao a los veinte mil trabajadores petroleros que sacrificaron sus empleos durante el paro cívico nacional? ¿Por qué el afamado trovador no ha compuesto una periquera denunciando el fraude flagrante del referendo revocatorio? A propósito, ¿dónde andaba el afamado trovador cuando las fuerzas democráticas echaban el resto para impedir la “reforma constitucional” del d.i.c.? ¿Sería que andaba compartiendo tarimas con el procónsul chavetón, dedicándose mutuamente pajarillos y quirpas? Por cierto, este supuesto enfrentamiento entre el procónsul guachamarón y el d.i.c. nos parece que va a quedar igualito a la discordia suscitada con el negro Aristóbulo, quien luego de acusar al d.i.c. de haberse “fumado una limpia”, al primer ladrido de su mayordomo corrió a prosternársele con el rabo entre las ancas. ¡Basié!
Se nos dice que el respaldo al afamado trovador se debe, primero, a que “está punteando en las encuestas” (remember Irene), y, segundo, a que los precandidatos lanzados no lograban óptimos números en los sondeos. Rememoremos de seguidas lo acaecido en 2006. Antes del acuerdo unitario, ni Teodoro, ni Borges , ni Rosales, alcanzaban cifras de apoyo respetables mientras el d.i.c. lucía más que sobrado. Bastó que se designara al abanderado para que, en cuestión de pocos meses, según el consejo electoral chavetón, el zuliano pasara de unos escuálidos dígitos a un cuarentipico por ciento, gracias a la sinergia de la convergencia de las fuerzas democráticas. Entonces, ¿por qué se desbocan en colocarse en la furgoneta de cola de este afamado trovador de tan dudoso pedigrí democrático? ¿Qué intereses hay de por medio? ¿Será cierto que a quienes no se doblegaran con la imposición del afamado trovador se les quitaría el apoyo en los municipios donde se había logrado la trabajosa unidad? ¿Se estará revolcando en su tumba Rómulo Betancourt con el ejemplo del otrora partido del pueblo?
Muy bonita la “laguna verde, me está matando el calor”. Pero “mi amigo el martillo” me huele a infiltrado. Paso y gano. Lo mío es la unidad, así me quede solo en la sabana, rodeado (y curado) de espantos.
Nota bene: Ha sido una constante en nuestros anales que el favorecido por el gobernante en funciones, luego de acceder al poder, le da la “patada histórica” a quien lo encumbró. Así se comportaron José Tadeo Monagas con José Antonio Páez, Joaquín Crespo con Antonio Guzmán Blanco, y Juan Vicente Gómez con Cipriano Castro. Si el afamado trovador se monta en el coroto, consejo electoral chavetón mediante, no solamente se va a sacudir a los ingenuos “oposicionistas” que hoy en día se le babean delante sino que, muy probablemente, le dé un puntapié en las longas al procónsul guachamarón, convirtiéndose en un chavito cantamaluco. ¿Quieren apostar? Hasta que el d.i.c. lo mande para “el cuarto de los recuerdos”. ¡Ajúmalo, Maracay!