Nadie
en su cabal juicio se habría imaginado que los albores del nuevo siglo nos
depararían un azote semejante a las pestilencias bubónicas y coléricas de
otrora. No han faltado conjeturas maximalistas y conspirativas. A falta de
judíos, chinos. A falta de brujas, microrganismos que no se sabe si de verdad viven
o sobrenadan en los confines de lo inerte, pero que matan con una guadaña
incorpórea. Y, en el ínterin, la vacuna que no llega.
Menester
es, pues, distanciarse, aislarse, refugiarse. Pero ello conlleva ocio y
soledad, amén de disrupción en las rutinas y en las economías. ¿Cómo no
arredrarse ante tal perspectiva?
Agucemos,
por consiguiente, el intelecto para hacer de esta crisis una oportunidad,
aconsejan los pundits (como dicen los
anglosajones). Producir es la consigna y para ello aprovechemos las ventajas de
las nuevas tecnologías, asegurando mayores
ingresos mediante el télétravail, y
perdónennos el galicismo.
Comencemos
con el autodiagnóstico. ¿Para qué servimos? ¿Cuáles son nuestras fortalezas
productivas? ¿Qué podemos ofrecer al prójimo que suscite su interés en nuestros
productos o servicios? ¿Cuáles tribunas podemos usufructuar para irradiar
nuestro mensaje? ¿Cómo resaltar nuestro ofrecimiento exaltando la atención de
nuestro público potencial?
Estas
interrogantes debemos elucidarlas au fur
et à mésure que desplegamos nuestra estrategia en los retadores campos del
ciberespacio. Esta competencia se ha intensificado en los últimos tiempos por
la pandemia, lo que redunda en una verdadera cacofonía de oferta y demanda en
la red.
En el
caso que nos ocupa, a través de plataformas como influenet.com, ofertamos
nuestros servicios de redacción creativa a aquellos anunciantes, empresas y
personas que precisen divulgar las bondades de sus mercaderías o servicios de
una manera concisa, comprensible y eficaz. El
medio es el mensaje, solía afirmar eruditamente Marshall McLuhan.
Y
finalizamos con la tautología de rigor: The
costumer is always right!
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