jueves, 11 de abril de 2013

Batallar sin rendirse


Tañen los sudarios
Emilio Arévalo Quijote (XVII)


La libertad es un grito, seguido de una larga pena, no una comodidad, ni una coartada. Mas así definida, hay que desposarla sin ambages.
Albert Camus, en L’Express, París, 8 0ctubre 1955


Travesaños 

De nuevo en Arauca, Colombia, a mediados de diciembre 1921, Emilio Arévalo Cedeño seguía rehusándose a concebir este último destierro como traspiés. Sus hombres hacían gala a ojos vistas de las mil penalidades sufridas, “con apenas quince cartuchos cada uno, desnudos, enfermos (…) Parece mentira que Dios se haya aliado a Gómez para acabar con los patriotas”.

Una vez contactado con el doctor Carmelo París, su viejo y férreo correligionario, EAC procede a entregarle el escaso armamento remanente para su custodia en espera de mejor hora, y, simultáneamente, consigue asentar a sus seguidores en diversos hatos de la zona propiedad de ganaderos amigos, garantizándoles así el sustento. De seguidas, se traslada al Nevado del Cocuy confiando en que el aire prístino y helado de la cordillera lograría mejorarle la maltratada salud.

Tiempo de convalecencia. Tiempo de reflexión. Para Arévalo, “Venezuela vivía la tranquilidad imperturbable del Mar Muerto, teniendo en el fondo las aguas cenagosas de nuestra corrupción, y en la superficie de ellas la barca del tirano y de toda su familia, pintada con la sangre de nuestros diez mil compatriotas asesinados por ellos, y navegando viento en popa y a toda vela, cargada con todas nuestras riquezas nacionales, producto del asesinato y del pillaje”. Tal jaez de cavilaciones habría llevado a un espíritu inferior a la melancolía y la dejadez. No así a nuestro intransigente Quijote antidictatorial.

Espeluznándose

Desde El Banco, Magdalena, Colombia, Arévalo viajó con proa a Cartagena de Indias, preservando cuidadosamente el incógnito. El espionaje gomero era harto eficiente y, como colofón, el gobierno neogranadino, aguijoneado por la diplomacia del Bagre de La Mulera, ambicionaba echarle el guante al guariqueño para deportarlo.

Ya en la histórica ciudad donde Bolívar rubricara su señero Manifiesto previo a la Campaña Admirable, EAC hubo de ingeniárselas pues, careciendo de pasaporte, le era vedado abordar embarcación alguna. Los sabuesos gomecistas lo acechaban sin tregua. Arévalo, sin más ni más, se apersonó en el consulado de Costa Rica. Remembrando su cordial amistad con el padre Villanea —presbítero oriundo de ese país centroamericano quien prestaba servicios en el Vicariato Apostólico de Arauca—, se fingió de nacionalidad tica y alegó ser sobrino del sacerdote, oriundo de Puerto Limón, y no se privó de añadir algunos detalles extras. El ardid cuajó y Arévalo Cedeño logró agenciarse el ansiado documento, partiendo ipso facto rumbo a Panamá.

Llegado al istmo, el hostigado vallepascuense consiguió cobijo gracias al socorro de Pedro José Jugo Delgado y Luis Felipe Navas, miembros del Partido Republicano Venezolano. Presa de febril actividad, Arévalo dirige, enseguida, correspondencia a miembros de la diáspora criolla en varios países, se reúne con exiliados de vieja y nueva data, y, en fin, despliega sus afanes conminando a la unión sin egoísmos de todas las banderías para obtener una reacción más implacable contra el poder omnímodo de Juan Vicente Gómez.


A todas estas, Emilio Arévalo se encontraba virtualmente en la inopia. De no ser por el concurso desinteresado de los connacionales mencionados previamente, hasta hambre hubiera sobrellevado. Mas la suerte acudió en su auxilio en la persona de José María Ortega Martínez quien le suministró doscientos dólares para el pasaje a la Babel de Hierro, lugar que aglutinaba al grueso del ostracismo venezolano.

Ya en Nueva York, adonde arribara en compañía del doctor Carlos León el 26 septiembre 1922, el guariqueño intentó erigirse en bisagra y lazo entre las disímiles agrupaciones, separadas por mezquindades de los viejos caudillos (de “aquellas momias egipcias”, los tilda en su autobiografía), los mismos vencidos por Castro y Gómez cuando la Revolución Libertadora, los mismos que canturreaban tercamente el abanico de sus añejas glorias montoneras desde la época de la Guerra Federal, los mismos que se veían a sí mismos como sustitutos del Benemérito en un orden de cosas no muy diferente a La Rehabilitación Nacional, porque para ellos la lucha no personificaba los mismos ideales de libertad y democracia que preconizaba Emilio Arévalo sino la prosecución del sempiterno teatro de desvergüenzas, con un amodorrado casting de cabecillas semifeudales.

Sin dar su brazo a torcer, EAC logra congregar a varios factores de la oposición a la dictadura en la clínica neoyorquina del doctor Francisco H. Rivero. Arévalo inicia el cónclave ilustrando a los presentes sobre el resultado de su reciente incursión en territorio patrio y recalcando la necesidad de contar con mayores recursos para reanudar la lucha.

Ahí mismo se produjo un percance con el veterano general Régulo Olivares quien contradijo varias de las afirmaciones de Arévalo Cedeño. Era casi una fija que en cada asamblea de líderes venezolanos estallaran altercados similares. Olivares criticó el descalabro experimentado, a lo que replicó Ortega Martínez, aliado de Arévalo: “Usted es el que menos derecho tiene a hablar, General Olivares, porque Ud. dijo al no querer entrar en el proyecto, negándose Ud. como se niega a todo, que cuando nosotros invadiéramos, Ud. iría detrás de nosotros echándonos plomo; y con respecto al dinero perdido por la Revolución (…), no tengo que darle cuenta a nadie, por que allí se perdió mi dinero”.

Estas pequeñeces influían, a no dudar, en los cíclicos naufragios de los intentos por presentarle un frente común a Gómez. Emilio Arévalo Cedeño manifestaba a viva voz su disposición a retornar al campo de las hostilidades, no obstante los aprietos y estrecheces. Lo trascendente era no amainar en la lucha.

Pronto se le daría tal empeño, pero primero debía garantizarse un sustentáculo mínimo en aquel perímetro espinoso, alejado de sus raíces patrias, desgajado de ese maruto suyo enterrado en la maltratada Venezuela objeto de sus desvelos.
@nicolayiyo

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