Voces para las raleas
Emilio
Arévalo Quijote (XII)
La sustancia del fuego en
el metal, chispas vivas sin contornos.
Ayn
Rand, The Fountainhead
Itinerarios
El
fiasco de Periquera, o Guasdualito,
decide de una vez por todas a Emilio Arévalo Cedeño: de ahora en adelante,
hostigaría a Juan Vicente Gómez tan solo con la compañía de sus más fieles
allegados. Pero ni aun así estaría al abrigo de la traición.
Luego
de cinco días de marcha forzada llegaría a Elorza, a cuyo resguardo invistió al
coronel Roque Puerta, conminándolo a “evitar que el enemigo pase el río Arauca
por ninguna parte, pues de lo contrario seremos destruidos”. Ya en el trayecto
hacia la población posteriormente célebre por aquello de un-19-de-
marzo-para-un-baile-me-invitaron, se le había unido nuevamente el
general Alfredo Franco, con quien había perdido todo contacto desde antes de la
toma de Atabapo y el consiguiente fusilamiento de Funes. Recordemos la captura previa,
sobre aguas orinoqueñas, de un precioso cargamento de balatá remitido por El
Terror del Amazonas rumbo a Ciudad Bolívar y el encargo de su venta al
susodicho Alfredo Franco para subvencionar las necesidades del cuerpo revolucionario.
Según
Franco, el balatá se había perdido (?). Su conducta
posterior arrojaría dudas sobre tal aseveración. Arévalo, quizá pecando de
ingenuidad, lo acogió de brazos abiertos, pues “lo interesante era que nos
armáramos de patriotismo para continuar luchando contra la tiranía”.
Buscando posiciones más
seguras, EAC acantonó sus tropas en el hato Santa Elena, a seis leguas de
Elorza. Alfredo Franco, en compañía de tres oficiales, solicitó permiso para
trasladarse a la citada localidad apureña. Arévalo lo concedió sin ambages. Al
día siguiente, luego de un aguacerazo típico del invierno llanero, el doctor
Carmelo París expresó su deseo de ir también a Elorza por asuntos personales.
Arévalo Cedeño aprovechó para exhortarlo a levantar el ánimo de la guarnición.
Narra EAC en su
autobiografía: “Pero la noche de ese día, tuvimos una gran sorpresa. A media
noche y con un temporal de agua, rayos y truenos se presentó de regreso el
Doctor, para decirnos que sin pérdida de tiempo levantara mi campamento
(porque) Alfredo Franco se había pasado
al enemigo de acuerdo con el Coronel Roque Puerta, a quien le había hecho creer
que yo me había asilado (en Colombia) con toda la fuerza (…) y que todo había
terminado, haciendo que el General Pedro Pérez Delgado también se entregara
junto con él al Doctor Febres Cordero”. Franco, incluso, redactó una carta para
EAC ofreciéndole garantías, a nombre de Febres Cordero, si declinaba en su
accionar antigomecista, a lo que contestó el indoblegable guerrero guariqueño:
“Al luchador como yo se le caza como venado alzado en las pampas o como tigre
en la montaña, o muriendo luchando contra la tiranía; pero no cayendo de
rodillas como los esclavos vencidos, como lo acaban de hacer Ud. y los que con
Ud. nos han traicionado”. Buen lema para los saltadores de talanquera tentados
por autocracias venales.
Sobre graznidos
A la cabeza de
cuatrocientos hombres exhaustos, Arévalo cruzó el Capanaparo y buscó el bajo
Meta. Ya en territorio de la hermana república, dio pauta de su proverbial
tozudez y se aprestó a emprender su cuarta invasión, la cual califica en su
libro de calaverada patriótica.
El 7 agosto 1921,
aniversario de la batalla de Boyacá, embarcó con noventa y tres leales en El
Porvenir, costa del río Meta. Al llegar a su desembocadura con el Orinoco,
prosiguió y entró por Arauquita. Tras tres días de navegación en curiaras y
canoas por los aniegos del bajo Apure, reclutando gentes a lo lardo de las riberas
del río Arichuna, o Payara, logró alcanzar el vecindario homónimo el día 15.
La guarnición gobiernera huyó despavorida. Así lo reseña Elisur
Lares Bolívar, cronista de Achaguas: “Al arribar los revolucionarios a Arichuna,
todo fue confusión, miedo, carreras, agitación. Unos se escondieron. Otros
salieron de sus casas a la calle dando vivas al vencedor de Río Negro, al
ejecutor de Funes. Otros como los jóvenes Adolfo Fuentes, Juan Maximiano
Echenique, Juan Clemente Garrido, y Martín Delfín González (quienes daban una
serenata en la pulpería que poseía el primero de los nombrados) corrieron a
esconderse en sus casas, la iglesia u otros sitios que les ofreciera seguridad.
Se oían gritos de madres llamando a sus hijos pequeños y niños llorando
llamando a sus madres. Como ya se dijo: todo era confusión”.
Arévalo capturó, escondido
debajo de un fogón, al jefe civil de
Arichuna, Celso Arnesen, hombre “de acciones ásperas y desapacibles, borrachón,
holgazán y amigo de cometer fechorías”. Ganas no le faltaron de pasarlo por las
armas, pero fue disuadido por una prima del esbirro, la poetisa Cruz Lina
Cedeño de Matiz, poseedora de un verbo amansador.
Dispuso,
entonces, el combatiente guariqueño otorgarle un merecido descanso a sus
tropas durante unas pocas horas y solicitar caballerosamente el concurso de
los arichuneros, en lo que estuviera a su alcance. Ratifica el cronista Elisur
Lares que “en ningún momento presionó para que le dieran gruesas sumas de
dinero”. EAC y su tropa abandonaron Arichuna esa medianoche con proa a Mangas
Coberas.
Debían sacar tajada del
factor sorpresa. Por ello, pasaron con suma rapidez hacia el Guárico, arribando
a Cazorla, cuna de su primer alzamiento siete años antes. De allí a Las Tigras,
donde dejaron las embarcaciones, luego a pie hasta Faltriquera para encaramarse
a lomo de bestia y ganar el río Manapire “que estaba completamente en estado de
inundación (en una) empresa tan laboriosa, que teníamos que saltar nadando de
árbol en árbol (y así llegar al) Municipio Espino, poniendo en fuga a los
enemigos que estaban allí, y corrían, llevando la noticia de que el faccioso Arévalo Cedeño (cursivas de
EAC) estaba de nuevo en el centro, desafiando el poder de Gómez”.
Esta blitzkrieg sabanera
conllevó, a semejanza de Hernán Cortés en Veracruz, la quema de las naves pues
“la inmensidad de la inundación nos cortaba la retirada; en veinte y dos días,
desde el bajo Meta hasta Las Tigras, habíamos recorrido embarcados más de
quinientas millas”. La única posibilidad de escape, en caso de debacle, pasaba
indefectiblemente por aguardar hasta la próxima estación seca, durante el
verano llanero.
Una avanzada gomera al
mando del coronel Julián Carreño España, se aproximaba. EAC se atrincheró en
las cercanías de Santa María de Ipire, en el sureste guariqueño, a casi cien
kilómetros de Valle de La Pascua, lugar donde se encontraba en ese momento el
presidente (gobernador) del Estado, general Manuel Sarmiento, ya sobre aviso de
la incursión del obstinado invasor antigomecista.
La refriega arrancó a
las nueve de la mañana. Leamos al historiador José Antonio De Armas
Chitty, a la sazón un mozalbete y testigo indirecto de estos hechos, en su
texto Un recuerdo a caballo: “Como a
las siete (de la noche anterior), todavía con luz (…) vimos el perfil de
Carmelo Ilarraza, un catire bachaco (quien relató): —Ustedes como que nada
saben. Anoche llegó a Santa María el general Emilio Arévalo Cedeño con
quinientos hombres. Dicen que ha ganado más de treinta batallas. Ya el general
Márquez, gobiernero, huyó hacia Mapire buscando bestias. Hay comisiones del
gobierno (…) quitándole las bestias a todo el mundo, ofrecen pagarlas y es
mentira porque el gobierno es maula (…) Esta noche va a tronar el plomo más
allá del río porque vienen persiguiendo a Arévalo. Tal vez nos vamos a
desayunar con pólvora (…) En la noche espesa, sobre el banco ceñido de
lagunazos, Carmelo Ilarraza, carne de sombra, era una sombra con alas”.
Continúa De Armas
Chitty: “Cuando regresábamos al hato, oímos un ruido sordo, profundo, como
descargas de fusilería (…) Combatían al este de Santa María, en El Alto del
Jobo (…) Rufino Cuervo, que había luchado en La Libertadora (nos) dijo: —Los
disparos regados son de reclutas, los cerraos de soldado viejo (…) La
apreciación de Cuervo era correcta. Las descargas cerradas eran de la tropa de
Arévalo Cedeño. Cuervo tenia oído de venado”.
Sobre los tímpanos
gruñían balaceras matinales en las sabanas ipireñas. ¿A quién le tocaría regar
su sangre esta vez?
José
Antonio De Armas Chitty (1908-1995)
@nicolayiyo
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