A veces el gris te desnuda de luces,
el rojo exhala guirnaldas
y el verde canta sin escenificar médulas.
Luego, frutas, vinos y morados
estallan dulcemente desde tus visiones
marcando siluetas y conciencias, bien. Bien.
Aunque el blanco antagonice multitudes,
los espejos y los cascos devengan rocines
tras siglos de molinos, panzas, maritornes,
para morir en el lecho de la cordura
recuperando semiologías de infinito amor.
Redimirme te ruego
con paleta tenue y torrente café.
Píntame quijotes negros, albos, variopintos.
Píntame memorias y lanzas de almíbar.
¿Inventaste acaso la vida y el tiempo?
Acércate con dedos sixtinos
concediéndome tu aliento de patria y mujer,
mas no reniegues de los saberes áridos:
detrás se afilan las verdades y las artes.
Acércate prodigando policromías:
amores y estéticas, vaya.
Te explicaré el sabor de los símbolos:
eres tú, sorpresa frondosa,
armonía preciosa,
labradora de sueños.
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