Seniato de
Troya
(o
tracalea, que algo queda)
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Algún viejo refrán vernáculo asegura que una de las
mayores vivezas en esta vida consiste en pasar
agachao, como dicen los dominoseros (o dominocistas, si así lo prefieren). Mientras
algunos se despepitan bajo el haz de los reflectores, apareciendo en las
pantallas tras baterías de micrófonos y figurando en la prensa con galanosos
ojitos monaguenses y su prestancia de presidentes de “asambleas nacionales”,
otros, quizá más vivarachos, quizá más avispados, andan por ahí, agazapados,
encubiertos, tirando la piedrita y escondiendo la manito. Paso y gano. Barájamelo
otra vez.
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Les conviene a estos bichos que la atención se concentre
en otros potreros. Que todo el mundo piense “por allá jumea”. No es para menos. La metástasis, se comenta abiertamente, lo
invadió todo, aunque muchos por ahí permanecen escépticos, preguntándose: ¿no
será una caña del tamaño de la galaxia, para hacernos pecar de incautos,
zumbándonos sin anestesia todo este teatro de piedad inducida y conmiseración majunchosa?
Sendo pote de humo, pues. O a lo mejor es verdura el apio, y fijémonos en el
ejemplo del tío de las barbas, el súper
chulo habanero, quien lleva estirando la pata más de seis años y todavía sigue
fuñendo, enfundado en su mono Adidas.
Hasta a Ozzie Guillén le fregó la paciencia, nojile. El comediante gringo Bill
Maher dice que el chivudo chupa dólares (dólares de nosotros, los venezolanos, by the way) se parece a una viejita
judía cualquiera jubilada, de esas que abundan en Miami como garrapata en
ñescla de guau guau realengo. ¡Me acuesto con el doble tres y exclamo: triste
orejón pat’e perro!
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Pero regresemos con Seniato de Troya, que la vaina es
seria. Todo el mundo se hace lengua de que el hombre de los reales en el
“proceso” es el inefable Ojitos lindos.
Que, junto a él, los drogogenerales son quienes mueven el billete hereje. Que por
esa razón están bajo la lupa de la DEA, Interpol y los principales cuerpos de
seguridad del primer mundo (ya hablaremos de esto más adelante). Y, mientras
tanto, el mimético Seniato de Troya se la pasa, hecho el zoquete, reptando bajo cuerda, cuadrando sus trácalas,
sin que muchísima gente sepa de sus andanzas. Pero por aquí jumeó y lo capturamos. Cújelo, Fifí. ¡Unare que va pa’ Coro!
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Seniato ha amasado el biyuyo
grueso, anudando alianzas estratégico-financieras de primer calibre. Su paso
por la gran recaudadora, devenida bajo esta chorocracia en centro de extorsión
gangsteril, lo ubicó en primer rango de los favores de la verruga parlanchina.
Aun con el precio del petróleo por las nubes, aun con la mazamorra gorda del mayoreo
de sustancias prohibidas, en sociedad con farrucos
y elenos, la voracidad de rial de la verruga tonante es insaciable.
Seniato se convirtió en el principal ordeñador de ricachones, comerciantes y, no
faltaba más, de la ensanguchada clase
media venezolana. Date duro con la cochina, ¡oinc!
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Simultáneamente, Seniato se labraba una fama de
“ejecutivo eficiente”, algo verdaderamente insólito en un régimen signado por
la piratería desbordada, tanto profesional como vital, de sus principales
figurantes (empezando por la verruga lengüetera que ni siquiera pudo aprobar el
curso de estado mayor). Seniato se auto esculpió el renombre engrasándole la
manopla a más de un gacetillero o, dicho en cristiano viejo, ejerciendo el
antiguo vicio conocido en los ambientes mediáticos como palangre. Tan inmaculados
que se las daban estos comunisticas cuando llegaron al poder, pero cómo les
gusta la manguangua. ¡Tengo un violín, pero de puros dobles!
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Seniato anda procurando reuniones con tutti le mundachi, por aquiles y por ayala.
Dentro de la chorocracia, ha asegurado el cuasi monopolio de la importación de carne,
dada en prebenda exclusiva por su verrugona majestad, con quien, por supuesto,
pica la cochina. Ese bisté, ese churrasco, esa punta trasera, esa carne de hamburguesa
que usted acaba de engullirse, amigo lectorísimo, llegó a sus muelas y se arrocheló
en sus tripas gracias a las artes importadoras de Seniato quien, por si fuera
poco, disfruta de impunidad para meter por las aduanas lo que se le antoje, sin
pagar arancel, of course. Su
principal socio es un arábigo a quien mientan Traketo, el rey del contrabando, súper
rico de la noche a la mañana y no por causa de su cadena de tiendas traketas. Todo
un dúo dinámico. ¡Aporréame esa cabeza de dos, Dulce María!
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Traketo es testaferro de Seniato. Son uña y mugre. Y lo
que les gusta a ambos es míster Dólar (como a la verruga maledicente). Traketo
sale en las páginas sociales, desplegando su prosperidad. Traketo adquirió casa
de playa en una república caribeña, en zona muy, pero muy exclusiva. Traketo le
engrasa la manopla al viejo cubiche constructor de misses. El cubiche de las
misses siempre ha chupado de Cisneritos. Ahora el cubiche chupa igualmente de Traketo.
El cubiche y Traketo son panas, además, de un personajillo muy ligado a las
sonadas barraganas de tiempos no tan lejanos. El personajillo fue un muy
reputado cortesano de presidentes y conserva, cultiva y multiplica con primor
su cartera de contactos con figuras que han estado, están y, presumiblemente,
estarán en esferas de poder. Nuestro personajillo, no obstante, siempre se coloca
detrás de bambalinas. Solo quienes han tenido información íntima de los juegos de
poder desde la era CAP I han oído de los andares del personajillo. Todo un
componedor de la comarca, pues. Todo un especialisto
en trajines y enchufes, siempre pasando agachao, caracha negro. La tramoya a
referir, entonces, es como sigue: el cubiche y el personajillo, mediante sus
conexiones y encantos, atraen a gente del sector “oposicionista”. Traketo los
transporta en su jet privado hasta la mansión caribeña y allí se producen los
cónclaves con Seniato. ¡Mejor que una tranca de sesenta puntos!
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Seniato solicita de los “oposicionistas” el máximo
sigilo. El “presidente” no sabe nada de esto, asegura, y si lo supiera
tendría Seniato que padecer graves consecuencias. Esta reunión es producto de su
propia iniciativa, recalca. Hay que mantener los puentes abiertos. Cualquier
cosa puede pasar. Hay mucho comecandela suelto de lado y lado. No es buen clima
para los entendimientos, subraya, pero no hay que ser una lumbrera para entender
que está hablando de negocios, de eso que llaman los gringos el bisnes. Yes, pitingli. Si el “presidente”
llega a saber de estos encuentros le corta la cabeza, repite. Y cabeza no
retoña, como le dijera Llovera Páez a Pérez Jiménez el 23 de enero de 1958 en
la madrugada, cuando lo convidaba a coger la trilla porque Venezuela se les
había alzado. Entonces, como quien no quiere la cosa (y dependiendo de la
jerarquía del contertulio), Seniato ofrece, para suavizar el coloquio,
colaborar, lubricar, arrimar la canoa. La campaña sale costosa. Estar alejado
del presupuesto nacional equivale a muerte lenta. Estar en oposición es como hacer
dieta impuesta. A todos nos gusta la carne resueltota. Seniato acerca un maletín,
modelo Antonini Wilson, si el cófrade está en las grandes ligas “oposicionistas”.
Seniato promete contratos de obras. Seniato pone sobre la mesa exenciones
aduaneras y tributarias. Seniato sugiere arrimes a las movidas. Seniato se las
sabe todas. Seniato está encabezao por
ambas puntas y ahora juega solo.
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Seniato anda hoy por todo el país, contactando gente.
Adonde llega, alguna personalidad de relevancia local o regional, rico de los de
antes o boliburgués de nuevo cuño, lo recibe. Usualmente en conciliábulos bien
selectos, con escogidos invitados, sin importar la procedencia política
(oficialistas, democráticos, ni-nis), con ágape incluido, papa y bebida finas, hablando
casi en susurros. Seniato, en ese aspecto, es discreto. No alza la voz. Hasta se
atreve a compartir algún chiste sobre “nuestro presidente”. Y ofrece y ofrece.
Negocios opíparos. Lomito resueltote. A todo el mundo se le hace agua la boca. ¡Los
mirones son de palo!
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A uno que ha visto tanta vagabundería, sobre todo en
estos últimos catorce años, le sale preguntarse: ¿no será todo esto una
jugarreta maquiavélica más de la verruga hablachenta y sus chulos cubanos? El “magistrado”
cachetón lo acaba de enfatizar, a las puertas de la DEA: aquí no se mueve ni
una molécula de gamelote sin que la verruga ñangarosa (y los chupasangre
cubanos) no se entere. Desde este mi rincón de coleado irredento en saraos seniateros, campaneando
mi güiscacho y clavándole el colmillo
a unos tequeños de fromage, observo y
calibro a Seniato, queriendo emular a la verruga demagoga en lo que tiene de embaucador y
encantador de serpientes. Casi todos los circunstantes están que largan la
baba. Pero, como decía la vieja guaracha de Billo: “Tú no me engañas”. Seniato,
resiete bandido: ¡te estoy cazando el juego! ¡Aquí les meto este zapatero, a
ti y a la verruga corrupta!