Crónicas del Olvido
“GRIS”, NOVELA DE NICOLÁS SOTO
**Alberto Hernández**
“La poesía nació con la ciudad…Entonces, la ciudad era solo el sueño del
monte”.
**Luis Pastori**
“En esta ciudad que un día fue asiento/ de árboles ríos y sosiego
/ el polvo le disputa al hombre/ la posesión del aire”.
**Beatriz Mendoza Sagarzazu**
1.-
“Confusion / Will be my epitaph”, de King Crimson, así cierra “Gris”,
novela del escritor venezolano, nacido en Valle de la Pascua, estado Guárico,
Nicolás Soto. El epitafio, la nota sobre la lápida que podría identificar al
dueño de la tumba, contiene todo un ensamblaje cuya tensión conduce al lector a
ser testigo de eventos que “ocurrieron” y que ahora son parte de una ficción.
Pero la ficción suele convertirse en realidad si quien lee la pieza literaria
se hace de la memoria para intentar ubicarse en el sitio donde “sucedieron” los
hechos.
Esta novela ´celebra´ la porción de una época que aún es parte visible
en muchos venezolanos de los años 60, 70, 80 y más…Es decir, esta novela fue
escrita con los retazos de acontecimientos en los que el narrador también fue
testigo o protagonista mientras su omnisciencia revela el embargo de lo que
podría denominarse como el ensueño de la memoria compartida.
Escrita con el tono de una tragicomedia (el lenguaje avisa de esta
afirmación), “Gris” descubre el lado opaco de tantos eventos suscitados tanto
en la geografía imaginada como en la que los personajes o actantes llevan sobre
sus hombros como sujetos reales. Se trata de la biografía de una población, de
la historia personalizada de quienes se construyeron y destruyeron promovidos
por registros verídicos que nuestra historia nacional muchas veces ha eludido.
Esta novela de Soto recupera la memoria de esos actos que si se juntan arman el
rompecabezas de la Venezuela que hemos dejado en el pasado reciente.
Nuestra Señora Narda de Miguaque es una ciudad real, tanto que se
convierte en ficción. Es la mentira de las verdades que muchas veces alude
Vargas Llosa. Nuestro autor no está lejos de haber estado en la Santa María de
Juan Carlos Onetti, en la Comala de Juan Rulfo o en la Macondo de García
Márquez.
Nicolás Soto ha ´inventado´ una topografía y ha puesto en acción a unos
personajes que se ajustan a los remedos de la historia de aquellos años
violentos, campesinos por lo que tenían de rural, recreativos por la
rimbaudiana majestad de la utopía de la eterna juventud, trágica por la
presencia de la muerte como venganza. Todo un cuadro que retrata aquella Nación
que aún respira en nuestros oídos como la posible verdad de una democracia que
terminó hundida en la corrupción y la inepcia.
El autor ha vaciado en una pequeña ciudad llanera, la de sus recuerdos,
los acontecimientos que han sido vividos mientras eran leídos, conocidos,
“constatados”, por los que se asomaron a sus líneas.
La ficción es un juego de abalorios, pero muchas veces son elementos
distractores que desaparecen para dar paso a una ficción controvertible. Son
referentes que se posesionan de la imaginación del que escribe. El narrador se
recoge en su salsa: sabe que está imbuido en esa realidad. Y poseído por las
tentaciones que el relato mismo contiene. Sabe que él es esa ´realidad´, razón
por la cual la hace ficción para que el lector se fascine, lo que logra. Su
acierto consiste en mantener alerta al que lee, al que se sobresalta, al que se
tensa durante, sí, durante algunos episodios donde el mismo lector se siente
protagonista porque se sabe parte de una época que vivió o porque conoce la
geografía donde se dieron o se crearon las acciones y sus personajes.
La afiebrada inteligencia de Soto lo lleva a escribir una novela que
atrapa, que no deja momento para desviarse de la nerviosa intensidad del
narrador, pero sobre todo la del lector (todo lector es una víctima de su
placer) que imagina, revisa, sonríe, se crispa. Va y viene en medio de tantos
asuntos que forman parte de esta historia –o historias- que confluyen en una
sola: el país que nos ha tocado vivir.
2.-
La ciudad que alberga a los actantes es testigo de las búsquedas de un
grupo de jóvenes con muchas aspiraciones que luego se ven derrotadas. Muchachos
que hacen música desde la moda, desde la alegría desbordada de las guitarras y
baterías que durante los años 60 y 70 abundaron en patios y escuelas del país.
No era una excepción aquella comarca llanera que recreó nuestro autor.
Seguidores de Los Beatles, de los Rolling Stones, de Los Monkees, de Janis
Joplin, las agrupaciones criollas como Los Darts, Los Supersónicos, etc.,
concibieron el limitado mundo de las calles del pueblo donde el poder económico
y la Iglesia aún eran el corsé que comandaba la vida cotidiana de las familias
más conservadoras.
La llegada de la droga a la ciudad cambió el rumbo. Pero también la
llegada de los revoltosos de aquella izquierda romántica que se convirtió en
pocas horas en una violenta guerrilla urbana que acabó con todos los sueños. La
muerte, la cárcel, la ruina moral y material fueron los aderezos de ese cambio
de ruta.
Soto cuenta estos eventos con un lenguaje directo, muchas veces adobado
con expresiones locales: irónico y a través del manejo de un humor negro propio
de quien con desparpajo sabe navegar en aguas encontradas, toda vez que se
trata de personajes donde las contradicciones juegan papel determinante.
3.-
Nicolás Soto se presenta como un narrador suelto, resuelto y desenvuelto.
Sabe unir las anécdotas y hasta las funde en una suerte de collage para darle
más agilidad a la lectura.
Desde las toponimias trucadas nuestro autor acusa cercanía con la
realidad geopolítica de una región donde el narrador a veces asume el mismo discurso
de los personajes. Vale decir que el narrador, especie de narratiario, se
convoca, se cuela en algunas de las acciones para darle más solidez a lo que
está contando.
PREGUNTAS AL DESGAIRE:
¿Qué tan cerca toca, roza la ficción cuando se ha creído haber sido
parte de su realidad? La ficción se alimenta de eventos verosímiles. Se infla
con las ´verdades´ que la ´mentira´ invoca.
¿Cuánto de realidad llevamos –aquí el plural mayestático se hace
necesario- en su ficción en una novela como sustento de la memoria? El lector
cree haber vivido estos eventos. Sujeto vívido a quien la memoria le ajusta
cuentas.
Estas interrogantes se desplazan por las páginas de “Gris”, la novela de
Nicolás Soto, quien se descubre desde un nosotros individualizado a través de
capítulos protagonizados por actantes que pudieron ser sus contemporáneos,
convertidos en sujetos de ficción como parte de su existencia.
El lector, repite este cronista, podría afirmar: “Yo estuve allí. Yo
viví esa historia. Yo soy parte de ese libro”. Y de esta manera el mismo lector
se funde con las tramas en ese tremedal donde lo más revelador es la tensión
lograda por el autor.
La confusión sigue siendo nuestro sino.
https://www.autoreseditores.com/libro/16930/nicolas-soto/gris.html