domingo, 19 de abril de 2020

Guerra es guerra






La guerra de los libros

por: Nicolás Soto


¿Existe un enfrentamiento entre el libro tradicional y el libro electrónico?

¿O se trata tan solo de una dicotomía aparente entre soportes que pueden y deben complementarse?

Estas interrogantes surgen al anteponer un enfrentamiento entre el e-book y el libro de papel compitiendo por segmentos del mercado que, a primera vista, podrían lucir antagónicos.

Quizá habría que rastrear una brecha generacional entre los potenciales usuarios de ambas plataformas.

Para las generaciones que llegaron a la madurez pedagógica y andragógica previa a la irrupción de internet, el libro de papel es una opción taxativa. El cansancio visual, la fatiga en la postura frente a la pantalla del computador y el placer casi sensual que se experimenta ante el olor y la textura del papel serían condicionantes para remachar la necesidad de tramitar la lectura mediante el soporte físico que se acostumbra “desde que el mundo es mundo”.

Para las camadas ulteriores, nos atrevemos a especular, sería válido lo opuesto, vale decir, en un universo donde la digitalización y la virtualización de las experiencias humanas, amén del cúmulo de datos originados en el trabajo nuestro de cada día, se impone la contextualización de la lectura a través de un basamento acorde.

A esto podría añadírsele la carga ecológica concomitante a ambas experiencias.

¿Cuántos árboles hay que talar en el maltratado planeta Tierra amenazado de recalentamiento para que usted o yo podamos disfrutar del periódico tradicional o del libro físico?

Pero, asimismo, ¿cuánta energía eléctrica se debe generar para transmitir los bits y bytes que conformarán el texto que usted podrá leer en su dispositivo respectivo? Y, asimismo, ¿cuánta materia prima, verbigracia, plásticos, tierras raras y materiales semejantes habrá que extraer para que usted, amigo lector, pueda tener en sus manos ese adminículo de última tecnología? ¿Cuánta contaminación adicional deberá encajar el acogotado planeta a la hora de manufacturar estos aparatos? ¿Cuántas personas deberán laborar en esas fábricas ubicadas en paraísos de bajo costo laboral (como China, por ejemplo) para que usted, caro lector, pueda disfrutar de su Kindle o de su e-reader favorito?

Al parecer, luego de unas ventas meteóricas impulsadas por la novedad del e-book, a finales del pasado siglo e inicios de la actual centuria, todo indicaría que las aguas tenderían a estabilizarse. Ambos sistemas aparentemente se han equilibrado y estarían coexistiendo con ventas similares (al menos en el primer mundo). La irrupción del uno no traería aparejada la desaparición del otro.

Podría argüirse que para ciertos usos, el libro electrónico aventaja al libro en papel. Y viceversa.

Algo similar aconteció con el CD y el disco de vinil, a quien se habría dado por fallecido hace un tiempo para luego resucitar porque, ¿qué más da?, para ciertos usos uno supera al otro… y viceversa (por no discurrir sobre lo puramente electrónico como el .mp3).

Profería el Don Juan de Zorrilla: “Los muertos que vos matáis gozan de buena salud”.

En todo caso, el genuino lector, aquel que goza de la lectura tanto por deber ser como por placer, la tal rivalidad no dejará de ser sino una agradable disyuntiva.



@nicolayiyo