Gene Sharp y la guerrilla jipi
Ha
muerto Gene
Sharp. Dedicó su vida al estudio de la no violencia como método para derrocar
dictaduras. El fenecido autócrata verrugón nuestro desgarraba escupitajos y
maldiciones cuando escuchaba pronunciar su nombre. Si tal era su fortaleza
ética al provocar en los tiranos tal reacción, ¿por qué entonces no hemos
podido valernos de sus enseñanzas para deslastrarnos de esta tragedia que nos
consume desde hace veinte años?
Sus estrategias versan sobre todo en
descubrir las debilidades específicas del régimen al cual se enfrenta, en canalizar
las energías organizativas de la gente y en ofrecer un cúmulo de ideas
genéricas donde abrevar para aguzar el ingenio a la hora de trazar dinámicas de
acción.
En Venezuela, lamentablemente, hemos
deseado involucrar a ciertos estamentos políticos que se rehúsan a aceptar
tales premisas. Esgrimen ellos el electoralismo a ultranza como valla de contención
ante la marejada de la indignación ciudadana.
A pesar del hambre, la carestía, la
hiperinflación, la escasez y de los repetidos fraudes electorales, siempre
existirá un margen de maniobra para reavivar la llama de la libertad y la
dignidad. Ahí es donde se pone a valer el apostolado de Gene Sharp.
En honor a los caídos y a los emigrados,
juntémonos todos para concretizar este llamado. Veinte años no es nada, cantaba
Gardel. Pero no, veinte años de desastre y sinvergüenzura deben servirnos para replantear
y relanzar la lucha en términos de no violencia y de creatividad en la
resistencia.
Es el mejor homenaje que le podemos
rendir a Gene Sharp y a la democracia en esta hora menguada.