Las prolijas portadas
Antonio Pinto Salinas en VLP: preludio de un martirologio
por: Nicolás Soto
José Agustín Catalá dedicó el último segmento de su existencia a difundir los desmanes de la dictadura perezjimenista. En doble cualidad de autor y editor, publicó en 1983 “Pedro Estrada y sus crímenes”. Uno de los casos reseñados es el del líder acciondemocratista Antonio Pinto Salinas, quien vivió las últimas horas de su vida en Valle de La Pascua, rumbo a su destino final.
Catalá ofrece íntegra la averiguación sumarial del hecho, incoada el 13 de febrero de 1958, a escasos días del derrocamiento de Pérez Jiménez. Los testigos se ven libres de cualquier coacción y declaran sin cortapisas.
En la mañana del miércoles 10 de junio de 1953, Antonio Pinto Salinas había sido apresado, junto a dos acompañantes activistas de AD, en las inmediaciones de la alcabala policial instalada a la salida de Santa María de Ipire, rumbo hacia Pariaguán. En el expediente se cita taxativamente la delación o sapeo por parte de un sujeto llamado Gustavo Mascareño. Retenido en El Tigre, Anzoátegui, fue entregado a una comisión de Seguridad Nacional llegada al efecto desde Caracas, encabezada por Braulio Barreto (a) “Barretico”. De inmediato, se embarcaron de regreso a la capital, con una primera escala en Valle de La Pascua.
Antonio Pinto Salinas era oriundo de Santa Cruz de Mora, Mérida (1915 – 1953)
En la Declaración de Testigos dentro de la Instrucción Sumarial, cinco años después del presunto asesinato de Antonio Pinto Salinas, leemos el testimonio del vallepascuense Manuel Esteban González: “Más o menos como a las seis y media de la tarde del día once de junio de 1953, después de haber cerrado mi negocio mercantil, me dirigí hacia mi casa de familia, y al llegar cerca del negocio del señor Ernesto Alayón, el cual queda cerca de la Prefectura de este Distrito, me llamó Alayón, y entonces entre él y José Isaac Díaz, me informaron que hacía poco rato habían traído unos Agentes de Seguridad Nacional al Dr. Antonio Pinto Salinas, quien venía esposado; (…) pude darme cuenta que varios Oficiales de Seguridad Nacional salieron de la Comandancia de Policía probablemente a comer, mientras que el Dr. Pinto Salinas quedó detenido allí; luego de esto continué hacia mi casa de familia de donde regresé al cabo de largo rato, y entonces los mismos señores Isaac Díaz y Alayón me dijeron que se habían llevado al Dr. Pinto Salinas en dirección a San Juan de Los Morros. Al día siguiente en horas de la mañana me alarmó enormemente la noticia de que el Dr. Pinto Salinas había sido muerto a tiros por Agentes de Seguridad Nacional cuando trató de hacer armas contra ellos, según dijo la prensa capitalina”. Más adelante en su atestación, Manuel Esteban González refiere haber conocido personalmente a Antonio Pinto Salinas con ocasión de sus visitas en labores proselitistas a Valle de La Pascua.
Leamos, de seguidas, la declaración de Ernesto Alayón, no sin antes recordar que su establecimiento se ubicaba al lado de la Prefectura de Policía (hoy en día sede de la Sociedad Bolivariana), frente a la plaza Bolívar, en el cruce de las calles Real y Atarraya, sitio conocido desde siempre como la Esquina de Alayón: “Como a las siete de la noche del once de junio de 1953, me encontraba dentro de mi negocio, cuando de pronto me llamó la atención ver que se estacionaban frente a la Prefectura varios vehículos; entonces me asomé y me di cuenta que de dichos vehículos algunos Agentes de Seguridad Nacional bajaron detenidas y esposadas a unas personas que traían presas y los metieron a la Prefectura (…); también aprecié que unos cuantos curiosos se acercaban (…). Al poco rato de esto entró a mi negocio el señor Herrera Mata, Prefecto de este Distrito, y dirigiéndose a mí me dijo: ‘Caramba, hermano, qué cosa tan seria es la política, acaban de traer preso a un gran amigo mío, y ni siquiera pude saludarlo ni prestarle ninguna atención’; entonces yo le pregunté a Herrera Mata que quién era ese señor y él me manifestó que era el Licenciado Antonio Pinto Salinas. En esta misma oportunidad le hice saber a Herrera Mata que yo había conocido a Pinto Salinas en la casa de familia de Lisandro Alvarado en esta ciudad; también me informó el señor José Isaac Díaz que uno de los presos que acababan de traer era el Licenciado Antonio Pinto Salinas; al poco rato de esto, varios de los Oficiales de Seguridad Nacional salieron a comer, regresando luego; el policía Antonio Ávila me dijo que los Agentes de Seguridad Nacional le preguntaron al Licenciado Pinto Salinas que si quería comer, y éste les contestó que no, que más adelante comería en San Juan de Los Morros y si no, no comía. (Luego) me quedé en la puerta de mi negocio (…) y vi cuando sacaron esposados a dos presos que no conozco y los metieron en un carro de paseo que estaba estacionado frente a la Carnicería de José Isaac Díaz, donde permanecieron un rato hasta la hora de salida; luego sacaron al Licenciado Antonio Pinto Salinas esposado y lo metieron en una camioneta, detrás del carro anterior, junto con unos Oficiales de Seguridad Nacional; detrás de esta camioneta iba otro vehículo, en el cual iban otras personas presumiblemente escoltándolos; delante de estos carros iba un jeep perteneciente a la Seguridad Nacional de esta ciudad. Todos estos vehículos salieron en dirección hacia Caracas más o menos como a las ocho y cuarto de la misma noche. Al otro día me causó mucha extrañeza o indignación al darme cuenta de que en los periódicos de Caracas estaba la noticia de la muerte del Licenciado Antonio Pinto Salinas, noticia ésta que había dado Pedro Estrada en un Comunicado (…). Esa extrañeza e indignación es debida a que creo imposible que el Licenciado Pinto Salinas haya hecho resistencia armada contra los Agentes de Seguridad Nacional que lo custodiaban, ya que él salió esposado de la Prefectura de este Distrito, como le consta a numerosas personas que lo vieron”.
José Isaac Díaz corroboró los hechos de la siguiente manera: “El diez de junio de mil novecientos cincuenta y tres me encontraba en mi negocio de carnicería (Pesa de Carne) al lado del local de la Prefectura de Valle de La Pascua y más o menos como a las siete de la noche vi que (…) bajaban atado de otro (carro) al Dr. Antonio Pinto Salinas y también (a) otro ciudadano que llevaba las manos esposadas. A las pocas horas vi que lo sacaron de la Prefectura y lo metieron solo a un carro; (a) los otros dos compañeros del Dr. Pinto Salinas los sacaron apersogados y los metieron a otro carro (…). De ahí partieron los carros hacia San Juan de Los Morros, y al día siguiente supe que al Dr. Antonio Pinto Salinas lo habían matado. Luego, con sorpresa me enteré por el periódico “El Nacional” de un comunicado de la Seguridad Nacional informando sobre el suceso, cuyo recorte conservo, y en el cual se decía en forma vulgar que el Dr. Pinto Salinas había muerto en un tiroteo (sostenido) por él con unos Agentes de la S.N., lo cual resulta materialmente imposible, pues como he declarado, al Dr. Pinto Salinas lo llevaron esposado desde Valle de La Pascua. ─ En este Estado, el Tribunal le pone de manifiesto al declarante una composición poética titulada ‘Antonio Pinto Salinas’ escrita por el deponente en Valle de La Pascua con fecha veintiuno de junio de mil novecientos cincuenta y tres y firmada por él, que corre al folio sesenta y tres de este expediente y expuso:─ (Este) poema (…) es el mismo que escribí en la fecha que se indica (…), inspirado con motivo del cobarde asesinato del Dr. Antonio Pinto Salinas, por los esbirros de la Seguridad Nacional, por lo cual lo ratifico en todas sus partes”. En otra parte de su testimonio, José Isaac Díaz afirmó haber conocido a Antonio Pinto Salinas “cuando estaba en el directorio del Banco Agrícola y Pecuario de Caracas”. Declaraciones tomadas al para entonces Prefecto del Distrito Infante, Francisco Herrera Mata, y a los agentes policiales Jacinto Martínez y Rafael Salinas confirman que el dirigente de AD llegó y se marchó esposado.
Misael Flores era un mozalbete para aquel entonces. A casi cincuenta y siete años de este episodio, me contó que esa noche él se encontraba laborando en el negocio de Amparo Muñoz en Parapara cuando se detuvo la comisión de Seguridad Nacional. Los seguranales pidieron unos brandys, pero el preso, esposado aún, se rehusó a ingerir nada. Misael me asegura no haber olvidado nunca la expresión inmutable y estoica del reo, como si supiera estar viviendo sus últimos momentos.
Antonio Pinto Salinas apareció acribillado a balazos, en la madrugada del once de junio de mil novecientos cincuenta y tres, en el sitio denominado “Cueva del Tigre”, en las cercanías de San Juan de Los Morros. Pocas semanas antes, al conocer la muerte por un cáncer en la penitenciaría de esa misma ciudad de su correligionario Alberto Carnevali, le había confesado a un copartidario: “Tengo el convencimiento de que la próxima víctima seré yo”.
Pedro Estrada, natural de Güiria, Sucre (1906-1989), fue puntal del régimen extinguido el 23 de enero de 1958
El director de la S.N. le declaró al profesor Agustín Blanco Muñoz (“Pedro Estrada habló”, Editorial José Martí, Caracas 1983, pág. 170) lo siguiente: “Sí, se dio a la fuga. Eso es verdad, eso es cierto. Ahora, yo no evado responsabilidades (…). Mira, Pinto Salinas iba rumbo a embarcarse (al exilio) y los adecos lo delataron. Lástima, porque era un individuo muy importante”.
Pareciera ser que las dictaduras sacan lo mejor de ciertas individualidades y lo peor de otras.